lunes, 31 de mayo de 2010

Dennis Hopper: nacido para ser salvaje*


La muerte del mítico actor y director, el pasado sábado 29, representó el final de una era: la de la contracultura en su versión cinematográfica.

Mi recuerdo más antiguo de Dennis Hopper se remonta al año 1970, cuando como flamante alumno de la Prepa 6, me escapé una mañana al auditorio Justo Sierra de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, para ver una película que a pesar de tener un año de haber sido filmada, ya cargaba con el aura de legendaria: Easy Rider. El lugar estaba repleto y aunque la copia no era muy buena, la emoción de ver aquella road picture en la que dos motociclistas (encarnados por Peter Fonda y el propio Hopper, quien además era el director del filme) recorrían la geografía estadounidense y vivían los más diversos incidentes fue realmente indescriptible. “Born to Be Wild”, la sensacional composición de Mars Bonfire que interpretaba ese grupazo que fue Steppenwolf, era el perfecto himno para aquellos dos inadaptados con quienes los adolescentes de la época no podíamos sino sentirnos identificados.

Cuarenta años después de esa mañana, me entero de la muerte de Dennis Hopper, víctima de un cáncer en la próstata (el mismo mal que se llevó a Frank Zappa en 1993), y siento que con ello llega el final de una era. Extraña coincidencia: la noche del viernes 28, veía en mi casa la película Elegy de la realizadora catalana Isabel Coixet, en la que Hopper comparte créditos con Ben Kingsley y Penélope Cruz. ¿Cómo imaginar que mientras tanto el hombre estaba agonizando en su residencia de Los Ángeles, rodeado por familiares y amigos?
Nacido en 1936 en un pueblo tan mítico como él mismo (Dodge City, Kansas), a los diecinueve años participó como actor en la clásica Rebelde sin causa (1955) de Elia Kazan, la cinta que lanzó al estrellato a James Dean y que marcaría a Hopper en forma determinante. “Me consideraba el mejor actor del mundo, hasta que vi actuar a Dean”, declararía años después.

A finales de los cincuenta, decidió mudarse a Nueva York para estudiar con Lee Strasberg y empezar a trabajar como fotógrafo (se convertiría también en un magnífico artista de la lente). Ahí se hizo amigo, entre otros, de los artistas pop Andy Warhol y Claes Oldenburg.
El verdadero parteaguas en la vida y la carrera de Dennis Hopper se produjo cuando le llegó la oportunidad de llevar a la pantalla cinematográfica su anhelado proyecto personal Easy Rider (al que alguien denominó como “un western de la contracultura”) del cual fue guionista, actor y director. Producida por su gran amigo y co-estelar Peter Fonda, la película costó tan sólo quinientos mil dólares y resultó un absoluto éxito de taquilla, lo que convirtió al joven realizador e histrión en toda una personalidad (fue uno de los primeros actores en aparecer en la portada de la entonces todavía alternativa Rolling Stone).
Por desgracia, la fama le resultaría efímera. Su siguiente cinta, The Last Movie (1971), fue un rotundo fracaso y no volvería a dirigir sino hasta 1988, cuando realizó el buen drama policiaco Colors. No obstante, sus mayores aportaciones luego de Easy Rider vendrían del lado de la actuación, con participaciones memorables en cintas clásicas como Apocalypse Now! (1979), Rumble Fish (1983) –ambas de Francis Ford Coppola–, Blue Velvet (David Lynch, 1986) y The Texas Chainsaw Masacre 2 (Tobe Hooper, 1986). No fueron las únicas películas en que participó. Lo hizo en muchas otras, de muy desigual calidad, por la necesidad de ganar dinero para mantener su delirante tren de vida, signado por el consumo de alcohol, cocaína y otras drogas. Un malogrado viaje de peyote en México lo haría recapacitar y entrar en una clínica de desintoxicación.

De difícil carácter, en su vida personal cultivó a pocos amigos (uno de los más fieles fue Jack Nicholson, a quien dirigió en Easy Rider) y sus cinco matrimonios nos hablan de su escasa estabilidad emocional. De hecho, el cancer lo tomó en medio del desgastante proceso de divorcio con su última esposa, Victoria Duffy.
En febrero pasado, visiblemente debilitado por la enfermedad, recibió su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood y en un emotivo discurso, con voz apenas audible, dijo a sus seguidores: “Ustedes me dieron una vida que jamás habría podido tener un chico de Dodge City” y respecto a Easy Rider, comentó: “Nadie se había visto a sí mismo en las películas hasta entonces. La gente fumaba marihuana y tomaba LSD, pero en el cine seguían viendo a Doris Day y Rock Hudson”.
Descanse en paz Dennis Hopper.

*Texto publicado hoy en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario.

1 comentario:

Su Satánica Majestad dijo...

Semanas antes de morir, Dennis Hopper ya era noticia por la desgastada figura que tenía a causa de ese cáncer prostático; lamentablemente yo sólo lo he visto en Speed (donde hizo de antagonista de Keanu Reeves y Sandra Bullock). Aunque la película es representativa del mundillo hollywoodense, Dennis hizo un papel que para mi gusto le robó cámara al protagonista Reeves y disfruté mucho de su actuación. Descanse en paz.