viernes, 30 de noviembre de 2012

Mónica 2

Mónica Isabel, a la derecha de la imagen.
Mi querida amiga Mónica Isabel Pérez cumplió años hace unos días y lo celebró hoy en la noche, en una casa de la colonia Roma que rentó para hacer su fiesta. Me lancé para allá como a las diez de la noche, en metrobús y metro. Había mucha gente (calculo una centena de personas) y la verdad es que sólo conocía a la propia Mónica y a María José, sólo que ésta se fue casi al momento en que llegué. Con la música de un DJ a todo volumen y sin conocer a persona alguna, me quedé en un rincón, whisky en mano, sin saber qué hacer. Un invitado que se encontraba en situación similar a la mía se me acercó a hacer la plática y resultó ser alguien que alguna vez colaboró en La Mosca. Se llama José Manuel Esquivel y creo que él y yo éramos los de mayor edad en la fiesta (fiesta bastante hipster, por cierto). Platicamos un buen rato, pero ya como a las doce y media sentí que debía irme. Me despedí, pedí un taxi que esperé en la calle y regresé a casita. Pude haber ido y nada hubiese pasado, pero al menos no le quedé mal a Moni y pude darle su regalito.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Mónica 1

Luego de casi dos meses de no verla, hoy en la noche vino a visitarme mi querida amiga Mó Samantha. Unas chelas oscuras y heladas y buena música en el estéreo sirvieron para ponernos al día en todo y pasar un rato muy agradable. Siempre es grato verla y charlar con ella.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

martes, 27 de noviembre de 2012

Morirás lejos

Cuando se escucha el nombre de José Emilio Pacheco, la mayoría de la gente lo relaciona de inmediato con su novela corta Las batallas en el desierto, publicada en 1981. Yo mismo debo decir que es la única obra literaria que había leído del escritor, nacido en el Distrito Federal en 1939, aparte de algunos de sus poemas y de su legendaria sección "Inventario" que publicó durante años en la revista Proceso (antes de que ésta se convirtiera en triste medio panfletario). Conservo cerca de una centena de "inventarios", mismos que desprendí de mi vieja colección de la mencionada revista (tenía desde el primer número hasta el trescientos y pico, hoy sólo conservo el No. 1).
  No niego los méritos y la popularidad, sobre todo entre jóvenes estudiantes, de Las batallas en el desierto, pero acabo de leer Morirás lejos, la primera novela de Pacheco, editada en 1967, y a decir verdad, no hay comparación entre ambas. Estamos ante un relato no sólo más largo y profundo, sino ante una experiencia literaria más complicada estructuralmente, con diversos juegos de identidad entre los personajes (en realidad, sólo hay dos personajes: eme y el hombre del parque que es decir, el acosado y el acosador o, para mejor definirlo, el perseguido y el perseguidor, aunque el perseguido sea un ser detestable, un criminal abominable y el hombre del parque, quizás, un justiciero).
  Nunca había leído una narración tan impresionante y escalofriante acerca del genocidio nazi contra los judíos (aunque también se habla aquí de la destrucción de Jerusalén por los romanos). Los horrores del ghetto de Varsovia y de los campos de concentración y exterminio hitlerianos son contados por el autor con un detalle y una claridad que causa sobresalto. La locura alemana desde que el Partido Nacional Socialista tomara el poder hasta la caída del Reichstag en manos de las fuerzas aliadas ocupa la mayor parte de la novela, en pasajes intercalados con otros en los cuales se narra la paranoia de eme (un supuesto ex alto funcionario nazi, escondido en una casa de la Ciudad de México, a quien un cuarto de siglo después se busca por su responsabilidad en innumerables y terribles crímenes que costaron la vida de millones de judíos) y la vigilancia del hombre del parque (posiblemente un agente judío, un cazador de antiguos nazis).
  El final es abierto en esta novela experimental y complicada, pero fascinante y abrasadora. Una obra mayor dentro de la literatura mexicana.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Películas en YouTube

Uno de los grandes aciertos más o menos recientes de YouTube fue el de haber extendido notablemente la capacidad temporal de los videos que pueden subirse. De ese modo, ahora es posible ver conciertos completos y hasta largometrajes. Claro, la calidad no siempre es la idónea, sobre todo si abrimos a pantalla completa, pero gracias a este cambio, resulta posible ver muchas cosas a las cuales  de otra manera sería difícil tener acceso. De pronto se topa uno con decepciones (hace poco quise volver a ver Interiores de Woody Allen, ya que aún no la tengo en DVD y mi reproductor de VHS ya no funciona -bueno, sí funciona, pero se come las cintas- y me llevé la sorpresa de que estaba doblada al español. Peor aún: al español de España. Obviamente, la detuve y me contuve). Sin embargo, he visto ya algunos conciertos estupendos o cintas, por ejemplo, de Alex de la Iglesia. Supongo que el contenido musical y fílmico de YouTube se irá incrementando, en beneficio de los melómanos y los cinefilos. Me congratulo por ello.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Torreón, día 3

Anoche regresé de Torreón y puedo decir que fue un viaje que supero mis expectativas. Toda la gente me trató de maravilla, tuve todo tipo de atenciones, la pasé muy cómodo, no tuve el menor problema. Fui y vine con toda tranquilidad.
  En cuanto a ayer sábado, me levanté a las ocho y media y me fui al área de desayunos caros. Con una amabilísima atención de los meseros, tuve mesa privilegiada, desayuné -¡al fin!- muy rico y no me cobraron los cien pesos extras. Poco antes de las once pasó Paco por mí y dejé mi maleta encargada en recepción. La tercera y última sesión del curso (esta vez de once de la mañana a dos de la tarde) estuvo muy bien y creo que los alumnos quedaron muy contentos. Nos tomamos fotos, hubo abrazos y para culminar, toque con Deneb a la entrada de la biblioteca, en plena calle, antes unas cincuenta o sesenta personas (Prometeo dixit). Tocamos las cuatro piezas mías que ensayamos la noche del viernes y al final yo interpreté solo la de "Solicito una mujer" que gustó mucho. Luego Deneb toco un muy buen blues propio, cantado por Martha.
  Despedidas cordiales, nuevos abrazos, regalos y Prometeo me llevó a comer a un restaurante argentino muy bueno, donde confirmé que la carne de res de plano ya no es lo mío. Estaba muy bueno y sabroso el churrasco, pero ese tipo de carne tan fibroso me cuesta mucho trabajo. Obvio que se agradece la invitación. Al final se sentó con nosotros el dueño del lugar, Gregorio Muñoz, roquero de mi generación, columnista en el suplemento Siglo nuevo del diario El Siglo de Torreón y, claro, empresario restaurantero. Muy amable y cordial. Nos tomamos con él un anís seco con hielo.
  Salimos como a las seis y todavía pasamos a la plaza de armas de la ciudad, donde se llevaría a cabo un festival de rock y donde se quedó Prometeo (nos tomamos una foto final que aquí incluyo). Paco me llevó entonces al aeropuerto (me había hecho favor de pasar por mi maleta al Marriott) y luego de un rato de espera que aproveché para comprar un queso y algunos dulces regionales, abordé a tiempo el avioncito de Aeroméxico (chiquito y un tanto incómodo, pero rapidísimo) que en tan sólo una hora y diez minutos llegó al DF. Leve espera para desembarcar (había mucho tránsito aéreo ese noche) y por fin en un taxi del aeropuerto llegué al depto como a las once de la noche.
  Un gran viaje, sin duda. Ojalá el año próximo se pueda repetir la grata experiencia coahuilense.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Narcoapocalipsis II

Hace cinco años y medio, el 19 de mayo de 2007, con el título “El narcoapocalipsis”, publiqué en este espacio la siguiente columna. ¿Resulto premonitoria? Usted dirá. Quise recuperarla a una semana de que termine el actual sexenio.

¿Ha golpeado usted a un avispero? ¿Sabe a lo que se expone al hacerlo? Por supuesto: a que cientos de avispas embravecidas y delirantes se lancen contra su persona para aguijonearla, hasta dejarla en calidad de masa informe. Para meterse con esos agresivos himenópteros, hay que pensarlo dos veces y estar lo suficientemente preparado, a fin de resistir su ciego ataque.
  Algo parecido sucedió en nuestro país hace algunos meses… y las avispas andan desatadas. Todos los días picotean a una, a dos, a cinco, a diez personas hasta acabar con ellas. Ya no es como hasta hace poco, cuando las de un género (digamos las avispas del Golfo) se peleaban a muerte contra las de otro (digamos las avispas de Tijuana o de Ciudad Juárez), pero no se metían con los especímenes de otras clases animales…, a menos que se les molestara y entonces sí, reaccionaban con dolorosa furia, como está sucediendo día con día desde hace ya demasiado tiempo.
  ¿Hicieron bien los cazadores de avispas en golpear sus nidos? No lo sé. A primera vista parecería lo más conducente, pero ahora tengo mis dudas. Sobre todo porque la reacción de aquéllas ha sido tan salvaje que ha metido las cosas en una espiral de violencia, a la cual no se le ve un final satisfactorio siquiera en el largo plazo.
  Para dejarnos de metáforas insectívoras y decirlo claramente: la guerra declarada por el gobierno de Felipe Calderón contra los señores de la droga amenaza con transformarse en un narcoapocalipsis y no sé si eso es exactamente lo que más le conviene al país. Todos sabemos que la única solución al problema del tráfico de estupefacientes es la legalización de los mismos, pero son tantos y tan enredados los intereses en juego que eso no va a suceder.
  Pegarle al avispero puede resultar muy vistoso en términos mediáticos, pero –ya se ve- muy poco redituable y sí, en cambio, altamente peligroso. Que el Señor (y no precisamente aquel a quien llamaban de los cielos) nos coja confesados.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

viernes, 23 de noviembre de 2012

Torreón, día 2

Tuve que levantarme temprano, luego de una noche bastante fría y con el agravante de que las camas sólo tenían una sábana y una cobija tan delgada... como una sábana. Como a las dos o tres de la madrugada debí tomar necesariamente la sábana y la cobija de la otra cama para calentarme un poco.
  El desayuno fue con un cupón que me dieron en el hotel, para consumir el buffet "americano", aunque si pagaba cien pesos podía tomar el buffet digamos normal. Opté por el primero. Craso error: estuvo infame, en especial los huevos con jamón que parecían huevos con jabón. Caray, dos desayunos malos seguidos (si contamos el de ayer en el aeropuerto del DF).
  A las doce pasó por mí Prometeo Murillo y nos fuimos a tomar un café al Sanborns que está frente al hotel. Platicamos muy sabrosamente durante cerca de dos horas. A las dos regresé a reposar al hotel y otra vez no comí. A las cuatro pasó Paco por mí y di la segunda parte del curso, con algunos alumnos nuevos a cambio de otros que faltaron. Ahora vimos lo que fueron las décadas de los setenta y los ochenta.
  Al terminar, poco después de las siete, me fui con Martha, una de las alumnas e integrante del grupo de blues Deneb (la única agrupación bluesera de Torreón), a su casa, para ensayar. Resulta que desde hace más de una semana, me ofreció tocar al final del curso y tocar canciones mías que su banda ya se sabía. Genial, todo un honor. Nos fuimos en su camioneta y luego de unoa quince o veinte minutos arribamos a su hogar, donde ya nos esperaban su esposo, José (guitarra principal) y Jorge (batería). Marha y Jorge tienen tres lindas hijitas, la mayor de dieciséis años y quien hasta hace poco era la bajista del grupo, aunque renunció recientemente, je. Ni hablar: Martha se haría cargo del bajo y los coros y yo de la guitarra de acompañamiento y la voz principal (me prestaron una preciosa guitarra Ibañez).
  El ensayo resultó magnífico, me sentí muy bien. Tenía temor de que por falta de práctica mi voz fallara o me lastimara la garganta, pero todo estuvo perfecto. Pusimos cuatro canciones: "Algo prohibido", "El blues del destino", "El tigre de la rifa" y "Me iré a casa temprano". Cos dos vueltas bastó para dejarlas listas. Les mostré "Solicito una mujer". Les encantó y decidimos que la tocara yo mañana. Bueno (¡gulp!).Al final, su hijita mayor nos tomó una foto (misma que aquí incluyo).
  Amabilísimos como son, todavía me invitaron a cenar a un lugar llamado "Las alitas", donde todo estuvo muy sabroso (es como de comida texana). El lugar estaba lleno a pesar de la hora (como las diez de la noche). Lo digo porque me habían contado que por los problemas de inseguridad, en Torreón todo el mundo se recluía en sus casas apenas anochecía.
  Ya como a las once y media me llevaron al hotel y llegué muy bien. Solicité un cobertor para que no me sucediera lo de anoche. Debo haberme dormido como a la una.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Torreón, día 1

Me levanté a las ocho y cuarto, para bañarme y estar listo. Desde anoche preparé todas mis cosas. Al veinte para las diez llegó mi taxi (lo pedí desde ayer) y por un Viaducto fluido y despejado, arribé a la Terminal 2 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México a las diez y cuarto. No conocía esa terminal y me pareció bastante grande y moderna, aunque se dice que pronto va a ser insuficiente.
  Como aún faltaba mucho para la partida del avión, me metí a un Wings para desayunar los peores huevos con tocino de la historia. Pero bueno...
  Pasé a la sala de espera y me puse a leer un rato, hasta que a las once y media dieron el anuncio para abordar el vuelo de Aeroméxico a Torreón. Todo fue rápido y expedito y la nave despegó a tiempo: 12:25 hrs. Vuelo muy tranquilo de una hora y cuarenta minutos. Fue muy agradable, ya que a mi lado venía una preciosa torreonense veinteañera con quien intercambié un par de sonrisas.
  A las dos y cuarto ya estaba yo en la terminal aérea de Torreón y ahí me esperaba Paco, chofer de la Secretaría de Cultura estatal, quien muy solícito y acompañado de un compañero suyo me llevo al hotel Marriott, donde me registré y ocupé un cuarto grandísimo que me advirtieron sería provisional, en lo que terminaban de arreglar el que ocuparía. No tenía tiempo para comer a gusto y preferí esperar.
  Poco antes de las cuatro pasó Paco por mí, para llevarme a la Biblioteca García de Letona, a un costado de la Alameda Zaragoza, en el centro de la ciudad, a pocas cuadras del hotel. Ahí me recibió Prometeo Murillo, secretario particular de la secretaria de Cultura, quien se encontraba en Monclova. Ya había llegado un par de alumnos, pero esperamos unos minutos para que arribaran más. En total hubo más de veinte y la primera sesión del curso Historia crítica del rock mexicano transcurrió muy bien a lo largo de casi tres horas y cerca de cuarenta canciones de los años cincuenta y sesenta que les puse. Me gustó la recepción, la atención y la participación de la mayoría de los presentes, entre ellos cinco o seis mujeres.
  Pasadas las siete, me llevaron al hotel. Ocupé el nuevo cuarto (habitación 1506, más pequeña que la otra, pero de todos modos muy amplia, aunque con el televisor más chico). A las ocho bajé a comer-cenar. Tenía muchísima hambre y me zampé un caldo tlalpeño muy rico y una hamburguesa con papas realmente deliciosa, más una cerveza y luego un agua mineral. Quedé llenísimo. Por cierto, mientras cenaba en el elegantón restaurante, vi el partido León-Tijuana que ganaron los esmeraldas dos a cero. Antes, el Toluca había dado cuenta del América por el mismo marcador. La atención de los meseros, por cierto, amabilísima.
  Me subí al cuarto a leer y ver la tele. Debo haberme dormido como a la una.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Curso en Torreón

Así pues, mañana parto con rumbo a Torreón, Coahuila, para dar mi curso sobre Historia crítica del rock hecho en México. A ver cómo me va. Yo espero que muy bien. Ya lo contaré. Por lo pronto, tengo todo empacado y listo para partir al mediodía.

martes, 20 de noviembre de 2012

100 discos mexicanos

Tengo el gusto de conocer a David Cortés, uno de los más trabajadores y apasionados periodistas musicales de nuestro país, desde hace casi veinte años. Muchas veces hemos colaborado juntos, lo hacemos ahora mismo en algunos medios (básicamente virtuales) y tengo el honor de participar en su más reciente libro, editado, escrito y coordinado por él y por Alejandro González Castillo (otro buen periodista y amigo).
  Me refiero a Antes de que nos olviden. 100 discos esenciales del rock mexicano (Grupo Editorial Tomo, 2012), volumen en el cual se recopila cerca de una centena de álbumes del rock nacional, desde Los Locos del Ritmo y Toño Quirazco hasta Juan Cicerol y Hello Seahorse!
  El trabajo resulta minucioso y admirable, sobre todo porque los autores lograron convocar a más de treinta críticos y/o reseñistas, a quienes encargaron escribir sobre uno o más discos (por extraños designios del destino –bueno, más bien de David y Alejandro– a mí me tocó el Re de Café Tacuba, grabado en 1994).
  El libro es visualmente atractivo y se deja leer con gusto, a pesar de la variedad (y hasta la disparidad) de los escribidores invitados, entre quienes podemos destacar a José Manuel Aguilera, Alonso Arreola, Javier Hernández Chelico, Enrique Blanc, el Sr. González, Alex Otaola, Vicente Jáuregui, Arthur Alan Gore, Ali Gardoki, Míriam Canales, Líber Terán, Carlos A. Ramírez, Jorge Rugerio, Patricia Peñaloza, Rogelio Garza, Pilar Ortega y Francisco Zamudio.
  Aun cuando son todos los que están pero no están todos los que son (me extrañó no ver, por ejemplo, a Monocordio y Armando Palomas o incluso a Le Butcherettes y Ruido Rosa que han hecho mucho mejores discos que, digamos, Volován o Furland, ellos sí incluidos), entiendo que el gusto de los compiladores sea por necesidad subjetivo y que resultaría imposible abarcar a todos los que han hecho y deshecho a este sufrido y nunca del todo desarrollado rockcito que se manufactura en México.
  Como sea, se trata de un gran esfuerzo editorial. Totalmente recomendable.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡Hey! de Milenio Diario).

lunes, 19 de noviembre de 2012

Mica

Hoy conocí a Isabel (a quien en facebook conocía sólo por sus siglas de MICA: María Isabel Cruz Ángeles), quien vino a pasar un rato en la tarde. Me cayó realmente bien y la pasamos muy a gusto, con larga plática y rica escucha de música que ella eligió (desde The Who y Pink Floyd hasta Herbie Hancock y John Coltrane). Ya llevábamos un buen tiempo de conocernos por la red social referida, pero me dio mucho gusto vernos en persona y corroborar que es una muy linda persona, muy simpática, inteligente y afectuosa. Fue una tarde estupenda.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Del tenemossismo al sospechosismo

Volvió a temblar. Los capitalinos nos sacudimos de madrugada el jueves pasado. Twitter enloqueció de inmediato y don Marcelo Ebrard, quizás adormilado aún pese al estremecimiento telúrico, tuiteó su hoy famoso hashtag convertido en trending topic #Tenemossismo.
  Por suerte, no hubo daños que lamentar y la vida en el Distrito Federal continúa, aun cuando otra clase de temblores lo sobresalten. Como el que agita (literalmente) a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.
  Por allá de 1972, entré como oyente a la Escuela Nacional de Antropología e Historia, la ENAH, cuyas instalaciones estaban dentro del Museo de Antropología, en Chapultepec. Yo era en ese entonces, a mis diecisiete años y gracias a mis lecturas de los libros e historietas de Rius, un socialista convencido y al enterarme de las materias que daban en la escuela (Materialismo histórico, Introducción al marxismo, Dialéctica, Economía política et al) y de que los profesores encargados de impartirlas eran ex presos políticos y/o militantes del Partido Comunista, logré que me aceptaran en sus clases que eran más bien largas discusiones y claro adoctrinamiento.
  Ahí le entré con fe a la lectura de Marx y Engels, Lenin, Rosa Luxemburgo, Mao Tse-Tung, el Che Guevara, Maurice Cornforth, C. Wright Mills, Marta Harnecker, Adolfo Gilly, Ariel Dorfman, Armand Mattelart, Paulo Freyre y un largo etcétera. Lo recuerdo ahora porque intuyo que es el tipo de “enseñanza” que ciertos grupos quisieran imponer en la UACM, en lugar de que existan carreras “burguesas” y “productivistas”. No lo sé de cierto, es mero sospechosismo de mi parte; pero, bueno, en ciertas facultades de la UNAM las cosas no son muy distintas.
  Por cierto, abandoné la ENAH después de un año. Hubo una huelga de maestros y ya no volví. Pero salí más que convencido de la necesidad de la revolución socialista, de la inevitable caída del imperialismo yanqui y del inminente fin del capitalismo. Hoy, cuarenta años más tarde, el mundo socialista desapareció, el imperialismo sigue tan campante y hasta la China comunista es salvajemente capitalista.
  Tenemossismo.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

viernes, 16 de noviembre de 2012

La creación

Nunca había leído a Agustín Yáñez. De hecho, tenía ciertos prejuicios sobre este escritor jalisciense, prejuicios totalmente estúpidos: lo despreciaba sólo porque fue secretario de Educación Pública durante el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz. Pero nunca me había acercado a sus letras, a sus libros. Craso error, pero error corregido y afortunadamente disminuido. Acabé de leer (en su edición de Lecturas Mexicanas) La creación (1959), ciertamente no su obra más reconocida (todos los estudiosos de las letras mexicanas coinciden en señalar a Al filo del agua, de 1947, como su novela más brillante), aunque él la defendía a muerte y afirmaba (lo hace al menos en una charla con Emmanuel Carballo, en su espléndido libro de entrevistas Protagonistas de la literatura mexicana) que con el tiempo sería reconocida en todo su valor narrativo.
  A mí me gustó mucho y si bien no me parece tan grandiosa como le parecía al propio autor, sí creo que es un gran texto, un libro que continuó su rompimiento con la tradición de la novela de la revolución (rompimiento que ya se había dado con Al filo del agua) y que se atrevió a experimentar, a veces con enorme fortuna y otras veces no tanto, con modelos narrativos de vanguardia. La historia de Gabriel Martínez, un músico de conservatorio que comenzó de muy jovencito como campanero en la iglesia de un pueblo y que gracias a la ayuda de diversas mujeres (María, Victoria, Pandora y hasta la mismísima Antonieta Rivas Mercado, entre otras) logra encumbrarse hasta lo más alto del firmamento artístico en el México de los años veinte y treinta (el relato inicia en 1920 y concluye en pleno gobierno cardenista).
  La novela es un canto a la creación en el arte, enfocada al mundo de la música culta, pero con menciones a la pintura, la escultura y la literatura de la época. Por ahí aparecen tangencialmente Diego Rivera, el Dr. Atl, Silvestre Revueltas y se retrata el mundillo artístico y bohemio de la capital de México en esas dos primeras décadas post revolucionarias. Las menciones a la situación política son pocas, incluido el asesinato de Álvaro Obregón, pero sí se palpan los vaivenes de lo que sucedía en el país.
  Dividido en cuatro grandes movimientos, como si fuese una sinfonía, La creación tiene momentos extraordinarios, aunque el tercer movimiento peca a mi modo de ver de pretensiones que lo vuelven excesivo, confuso y un tanto aburrido. Sin embargo, no afecta demasiado y al final la novela deja un gran sabor de boca.
  El personaje que más me gusta es el de Pandora, una mujer de origen humilde y de belleza muy mexicana que comienza como modelo para algunos pintores y termina como famosa y popular actriz de cine (no sé si estaría inspirada en algún personaje femenino de aquellos años). Su carácter fuerte y su liberalidad resultan provocadores y sus ideas sobre la libertad en el amor me encantaron, como cuando dice "¿qué diferencia hay entre el amor y el deseo? Para mí, ninguna: cuando no deseo, no quiero; hasta que vuelvo a desear es que vuelvo a querer; lo demás es puro aburrimiento y obligación: por eso no me he casado" o "... el deseo renace; si no, es que el amor se secó y lo que sucede es que renace en sitios diferentes, con distintos motivos. Por eso hay vida. Desgraciada una, si habiéndosele acabado el amor, no nacieran otros muchos, por otras personas, por otras cosas".
  La creación.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Doble aniversario

Hoy mi hijo Alain cumplió treinta años. Qué barbaridad, cómo pasa el tiempo. Igual ya lo escribí aquí antes, pero recuerdo perfecto el día que nació (lo vi surgir de su mamá, ya que fue dado a luz en un parto psicoprofiláctico y hasta tomé fotos del momento; igual sucedió con Jan, cuatro años y pico después). El caso es que mi amado chilpayate ya tiene tres décadas de vida y le está yendo muy bien. Me pone muy contento que ande de nuevo en el DF y que sea tan feliz al lado de Hallet, su preciosa novia.
  También hoy, 15 de noviembre, festejo otra cosa, ya que en una fecha idéntica, pero de 1969, compuse mi primera canción, "Please Be True", y me inicié como compositor (tengo cerca de setecientas canciones). Era yo un jovencillo de catorce marzos y no imaginaba todo lo que me deparaba la vida, la cual ha sido tan generosa conmigo (a pesar de mis azotes amorosos de ciertas épocas, azotes que me sirvieron finalmente para escribir muchas de mis camposiciones).
  Dos aniversarios.
  Dos festejos.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

U2

Bordando siempre entre lo políticamente correcto, lo burdamente panfletario, lo finamente poético y lo musicalmente impecable, U2 es un grupo que ha hecho –en forma paradójica- de la contradicción un estilo y de la congruencia un sello. Considerada por muchos como la mejor banda de rock que jamás ha existido –una obvia exageración que no se sostiene en el contexto de más de medio siglo del género-, la agrupación irlandesa ha sabido evolucionar desde sus austeros y rústicos orígenes para alcanzar una alta sofisticación tecnologizada y retornar luego, con suavidad, a la simplicidad de la mejor música popular. El cuarteto ha ido de la sencillez de sus primeros discos a la fina sensibilidad de un álbum como The Joshua Tree, el homenaje emotivo a la música negra norteamericana en Rattle and Hum y la perfección artística casi absoluta en Achtung Baby, a mi entender su obra maestra. Con Bono como su líder emblemático, rodeado sin embargo por tres egos que le sirven como relativa ancla y contrapeso, U2 ha sobrevivido durante más de veinte años a toda clase de turbulencias y se mantiene en la cúspide como –eso sí- uno de los proyectos musicales más importantes del siglo pasado y lo que va de éste. ¿Qué es lo que diferencia a los creadores de “One” y “With or Without You” de otros grupos de rock? En primer lugar y sobre todo, la creación de un estilo propio y por demás característico. U2 puede tocar diversos géneros y siempre suena a sí mismo. Por otra parte, su propuesta ha sido permanentemente vanguardista y arrojada, incluso temeraria aun a riesgo del ridículo, pero eso le ha permitido mantenerse vigente y dictar muchas de las direcciones que ha seguido el rock durante las décadas más recientes. La música actual sería impensable sin la contribución de U2 y con ello queda dicho todo.

(Editorial del No. 12 de los Especiales de La Mosca, publicado en julio de 2004).

lunes, 12 de noviembre de 2012

Motown y la época de oro de la música del alma

1959. Detroit, Michigan. Ciudad industrial del medio oeste de los Estados Unidos de América. Muy alejada de los puntos neurálgicos de la música negra. El delta del Mississippi, Memphis, Nueva Orleans, St. Louis se miran remotos desde Motor Town, la urbe septentrional en donde la industria automovilística florece en medio del frío, la humedad y la grisura. Fabricas, talleres de ensamblaje, autos que son construidos en serie en pleno auge económico de la postguerra. Ruido de factorías. Compás mecanizado. Rumor de motores. Capitalistas poderosos que no vislumbran la lejanísima crisis que cincuenta años más tarde pondrá a sus compañías al borde de la quiebra o en la quiebra misma. Ford, Chrysler, General Motors. Poderosa trilogía que se alimenta de una mano de obra multirracial, multifacética, de una clase obrera pujante pero empobrecida. Detroit, Michigan. Motor Town. Ciudad ajena a los algodonales sureños y sus antiguos esclavos, mas con la misma palpitación cardiaca, palpitación de los nuevos trabajadores, muchos de ellos negros que es decir gente con alma de blues que es decir entes con alma de rhythm ‘n blues que es decir seres con alma de soul.

Afroamericano de origen, Berry Gordy Jr. había nacido en aquella misma Detroit treinta años atrás, el 28 de noviembre de 1929, en plena época de la depresión. Hijo de un contratista homónimo y de una vendedora de seguros, desde muy pequeño mostró dos vocaciones: la del mundo de los negocios y la de la música. En esta última destacó a temprana edad, pues aún niño ganó un concurso de composición con el tema “Berry´s Boogie¨. Para entonces ya tocaba algo de piano y de clarinete. Sin embargo, su vida dio un giro cuando, al salir de la secundaria, decidió convertirse en boxeador. Entre 1948 y 1951, llegó a combatir en quince peleas, de las cuales ganó doce. Parecía que el joven Gordy Jr. tenía por delante una prometedora carrera pugilística, hasta que el ejército se atravesó en su camino. Fue reclutado en la armada estadounidense y enviado a la guerra de Corea, de la que salió ileso y pudo regresar en 1953. Desinteresado en volver al boxeo, con el dinero que había reunido por su paga como soldado abrió una tienda de discos a la que llamó Three-D Record Mart y en la que dio preferencia a los álbumes de jazz de sus músicos favoritos, como Stan Kenton, Thelonius Monk y Charlie Parker. Para su  desgracia, el negocio no tuvo éxito y quebró casi tan rápido como fue instalado. Lleno de decepción, Gordy Jr. trabajó un tiempo para su padre y más tarde en los talleres de la Ford Motor Company. Pero la música seguía ahí, en su cabeza y en su alma, y en sus tiempos libres no dejaba de escribir canciones. La suerte empezó a estar de su lado cuando varios grupos y cantantes locales comenzaron a incluir algunas de esas composiciones en su repertorio y la disquera Decca le compró varias de ellas, como “Reet Petite” y la hoy clásica “Lonely Teardrops”, popularizada por Jackie Wilson and the Matadors. El imberbe autor pudo haberse conformado con el pago de sus temas, pero de vocación negociante al fin y al cabo, no tardó en darse cuenta de que las verdaderas ganancias no eran para los compositores sino para quienes adquirían los derechos de las melodías. Fue entonces que decidió ser el dueño de sus canciones … y de las de otros. Aconsejado por un amigo adolescente que empezaba a destacar como vocalista y que respondía al nombre de William Robinson –Smokey, lo apodaban sus compinches–, Barry Gordy Jr. consiguió setecientos dólares de su padre y con ellos fundó en 1959 su propia compañía disquera. La llamó Tamla Records y un año después mutó su nombre a Motown Records, en honor a la ciudad de Detroit, la famosa Motor Town. Fue la primera empresa discográfica cuyo único dueño era de raza negra y significó un paso importante para la difícil y conflictiva integración racial que comenzaría a darse a partir de los años sesenta.

Hay de música soul a música soul. A fines de los cincuenta, la ciudad de Memphis, en Tennessee, era la meca del género. En 1957 había sido fundada ahí –en la modestia de un garage casero– la discográfica Satellite, que al poco tiempo pasaría a llamarse Stax Records y se convertiría en la principal rival de la Motown de Detroit. Ambas grabarían principalmente música soul –aunque Stax incluiría en su repertorio también a artistas de blues y rhythm n’ blues (R&B) –, pero con una notoria diferencia estilística: mientras Stax apostaba por un estilo crudo, áspero, agresivo, grasoso, directo (raw soul se le llegó a denominar), consumido en su mayor parte por un público negro, Motown iba hacía un soul ligeramente más pasteurizado, más blanqueado, más comercial. Lo que en Stax era una inclinación por el ritmo y el sudor, en Motown fue un énfasis en la melodía y el sabor acaramelado. Sentimiento y alma había en ambas casas, un sentimiento y un alma igualmente auténticos y profundos; pero desde un punto de vista artístico, las orientaciones fueron distintas. Era como una competencia entre el sur profundo y cerrado en sí mismo y el norte más abierto y cosmopolita. Por eso el público blanco en general aceptó sin demasiados regañadientes a los músicos de Motown, en tanto que los de Stax –con algunas pocas excepciones– permanecieron confinados durante largos años a las listas del R&B, prácticamente exclusivas de la gente negra. Fue el caso de artistas espléndidos como Rufus y Carla Thomas, Booker T. & the MGs, The Mar-Keys, William Bell, Sam and Dave, Wilson Pickett, Otis Redding y Aretha Franklin, entre muchos otros que tardaron demasiado tiempo en ser reconocidos.

Motown Records se instaló originalmente en una casa situada en el boulevard West Grand de Detroit, casa conocida popularmente como Hitsville U.S.A. Barry Gordy Jr. dormía con su esposa en turno en el segundo piso, mientras que los estudios de grabación se encontraban en la planta baja. Su primera grabación fue el tema “Shop Around”, compuesto e interpretado por Smokey Robinson, el joven amigo de Gordy Jr., acompañado por el grupo vocal The Miracles. Era 1960. La canción tuvo un éxito tan inmediato como sorpresivo y vendió más de un millón de copias. No había duda de que el antiguo boxeador y soldado había dado por fin en el clavo. Más de cien sencillos producidos por Motown habrían de alcanzar el primer lugar en las listas de popularidad de los Estados Unidos y eso incluía a las del público anglosajón. Entre ellos podemos mencionar a piezas hoy tan populares como “Please Mr. Postman”, “Reach Out, I'll Be There”, “My Girl”, “Stop! In the Name of Love”, “For Once in My Life”, “How Sweet It Is to Be Loved by You”, “I Heard It Through the Grapevine”, “Dancing in the Streets”, “Baby Love”, “I Want You Back” y “I'll Be There”.

Gran parte del éxito de Motown se debió a que Barry Gordy Jr. supo rodearse de la gente idónea, sobre todo en la parte creativa. Tuvo a grandes productores –entre ellos al propio Smokey Robinson–, pero sobre todo a un equipo de magníficos compositores encabezado por Brian Holland, Lamont Dozier y Norman Whitfield, quienes se convirtieron en verdaderos fabricantes de éxitos para el elenco de la casa disquera. Ésta comenzó a crecer y a diversificarse y no tardó en tener oficinas en Nueva York y Los Ángeles. Por desgracia, no todo fue terso en la relación entre Gordy Jr. y sus estrellas. Gente como Gladys Knight, Diana Ross o los Jackson 5, entre otros, no soportaron la tiranía de su estricto patrón y abandonaron la nave. Lo mismo harían más tarde Holland, Dozier y Whitfield. Las cosas empezaron a marchar mal y aunque aguantó así todavía varios años, el empresario terminó por vender Motown a la gigantesca MCA (hoy Universal Music). El viejo edificio en Detroit donde se instalara el primer estudio de la disquera fue convertido en el Museo Motown y hoy puede ser visitado por los turistas. Actualmente, a los 83 años de edad, Barry Gordy Jr. está prácticamente retirado y su nombre se encuentra inscrito desde 1990 en el Salón de la Fama del Rock and Roll. Felizmente, alcanzó a ver cómo lo que fue el sueño y la realización más importante de su vida rebasó su primer medio siglo de existencia. Pura y absoluta música soul.

(Publicado en el No. 105 de la revista Marvin, octubre de 2012)

domingo, 11 de noviembre de 2012

Natalie Wood

Una de las actrices más bellas y encantadoras que ha dado la pantalla. ¿Cómo olvidarla en West Side Story, Rebelde sin causa, Esplendor en la hierba, Más corazón que odio, De aquí a la eternidad o incluso en la simpática Bob & Carol & Ted & Alice? Era una mujer bellísima y siempre agradable en sus filmes. Su vida no fue sencilla y las circunstancias de su trágica muerte, acaecida el 29 de noviembre de 1981, siguen aún despertando grandes dudas e interrogantes. A manera de homenaje, a dos semanas de cumplirse treinta y un años de su desaparición física, publico esta bella imagen.

sábado, 10 de noviembre de 2012

¿Dónde está Andrés Manuel?

Lo extraño más de lo que los niños gringos extrañan a Wally. A lo largo de los meses más recientes, en especial durante la pasada campaña electoral, ya me lo habían hecho notar varios lectores de esos que, tiro por viaje, solían (suelen) insultarme en las redes sociales o en el sitio de Milenio.com: “Estás obsesionado con López Obrador”, me decían unos. “Confiesa que tienes una fijación con él”, me exigían otros. Sin embargo, yo lo negué siempre. “No es obsesión la mía”, aseguraba, “sino mero espíritu crítico que pretende ser lo más objetivo posible”, etcétera.
  No obstante, con el paso de las semanas y ante la aburridísima falta de emociones políticas luego de que el Tribunal Electoral declarara presidente electo al candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, debo admitir que sufro una especie de síndrome de abstinencia y que así como el poeta requiere de las musas para inspirarse, yo necesito de los gritos destemplados, las quejas victimistas, el cacaraqueo diario y estridente a que nos acostumbraron don AMLO y su pandilla.
  Como si fuese integrante de Alcohólicos Anónimos, podría parafrasear: “Mi nombre es Hugo y soy adicto al Peje”. No como su fan fatal, pero sí como alguien que cada semana tenía un tema sabroso para comentar, así me llevará una lluvia de insultos y amenazas por parte de los otros pejeadictos.
  El caso es que lo extraño y con él a sus canchanchanes: el inenarrable Ricardo Monreal, el inefable Chucho Zambrano, los dos señorcitos que siempre aparecían parados a su lado sin decir palabra alguna. Añoro sus conferencias de prensa, su dedo flamígero en alto, sus ironías fallidas, sus amenazas apocalípticas, sus frases repetidas, todo aquello de la mafia en el poder, el PRIAN, el compló y, por supuesto, su república amorosa.
  Dicen que anda por ahí, en plena organización de su juguete nuevo: Morena. Pero hacen falta su omnipresencia en los medios, sus mohines y sus abrasadores señalamientos mesiánicos.
  ¿Dónde está Andrés Manuel? Nos hace falta su delirante show. La polaca no es la misma sin él. Díganle que vuelva. I miss him.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

viernes, 9 de noviembre de 2012

Inglourious Basterds

No había podido ver este, el más reciente filme de Quentin Tarantino, y la verdad es que me gustó y me divirtió mucho. He aquí la diferencia que mencionaba yo ayer entre Oliver Stone y el propio Tarantino. Bastardos sin gloria (2009) es una película inteligente y llena de intenciones, pero sobre todo con una narrativa en la que el sarcasmo juega un papel fundamental. Ese sentido del humor del cual carece Stone, le sobra al director de Pulp Fiction y se hace más que evidente en esta cinta.
  La historia de un singular y delirante grupo de militares estadounidenses (los mencionados Basterds), comandados por el teniente Aldo Raine (Brad Pitt en un papel chistosísimo como oficial de origen sureño; de Tennessee, específicamente), quienes se infiltran en la Francia ocupada, durante la Segunda Guerra Mundial, con el único fin de matar al mayor número posible de nazis y arrancarles las cabelleras.
  Hay personajes verdaderamente geniales, pero ninguno como el coronel alemán Hans Landa, jefe de las SS en París, un tipo enloquecido, un sádico elegante y culto, refinado políglota al servicio del Führer y del Tercer Reich, interpretado de manera fantástica por Christoph Waltz. La historia es tan inverosímil que se vuelve jocosa, a pesar de su constante violencia.
  Mención aparte merece la bellísima actriz francesa Melanie Laurent, quien hace el papel de Shoshana, una joven judía gala cuyos padres fueron asesinados despiadadamente por los nazis y quien, heredera de una sala de cine, sólo piensa en vengarse de los criminales y lo logra, en un final aposteósico. Ya la había yo visto en otra película, la preciosa París de Cedric Klapisch (2008), en la que interpreta a una hermosa estudiante de la Sorborna de la que se enamora un profesor de historia.
  Me encantó Inglourious Basterds, un filme que, como bien apunta el crítico Roger Ebert, debe ser vista más de una vez. Me daré un tiempo para ello, pero sin duda lo haré.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Savages

Aunque el cine de Oliver Stone en general no me gusta (pocas obras en la historia del cine me parecen tan sobrevaloradas como Asesinos por naturaleza, su película de 1994) y si tuviera que nombrar un par de buenos filmes suyos me quedaría con JFK (1991) y Un domingo cualquiera (1999), a pesar de eso, hace un par de noches vi Salvajes, su más reciente trabajo.
  La palabra que se me viene a la mente para definirla sería desperdicio. Como es habitual en él, la ideología y el moralismo prevalecen sobre la expresión artística y lo que pudo ser una cinta llena de humor negro, dada la historia que cuenta -la de un par de traficantes californianos bastante sui generis que desafían a un cartel mexicano de la droga-, termina por volverse una cosa solemne y excesivamente violenta. A Stone no se le da la ironía y ello acaba por pesar en una narración cinematográfica que en manos de alguien como Quentin Tarantino, por ejemplo, hubiese dado como resultado una película estupenda.
  Sin embargo, no sucede así y aunque la cinta se deja ver, uno termina por abominar las sobreactuaciones, en especial de los actores mexicanos (sobre todo de Salma Hayek y Demian Bichir), aunque Benicio del Toro y John Travolta también rozan el tono exagerado.
  En fin, nada que se pierda si uno no la ve. A final de cuentas, una película intrascendente.

 

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Perdigón

Así estaba la bellísima actriz mexicana Leticia Perdigón en 1975, a los diecinueve años de edad, cuando filmó La otra virginidad de Juan Manuel Torres. Nada de artificios o implantes. Hermosura natural, Recuerdo también su cachondísima actuación en Anoche soñé contigo, la buena y simpática película de 1992, dirigida por Marisa Sistach. Vaya mujer.

martes, 6 de noviembre de 2012

Con Jan en los tacos

Esta noche vino mi hijo Jan a cenar conmigo y nos fuimos a una taquería cercana, en la calle de Pensylvania. Aparte de que todo estuvo rico, platicamos muy a gusto y me explicó varios de sus planes a corto, mediano y largo plazos. Lo veo muy bien y muy centrado, a pesar de algunos puntos que podrían parecer un tanto cuanto acelerados. Pero ni cómo reclamarle, si a su edad y de hecho más joven que él, yo era igual. Quedamos en que va a ayudarme a hacer un sitio personal de internet. Espero tenerlo para principios del año próximo. Un placer estar con mi hijo.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Cridens contra bitles

Siempre he sostenido que el arte no es una cuestión de competencia. Quien pinta un cuadro, escribe una novela, redacta un poema, esculpe una figura o compone una sinfonía debe hacerlo, pienso yo, a manera de expresión personal, sin más finalidad que la de externar, de manera auténtica y desinteresada, lo que tiene dentro de sí mismo.
  Tal vez se trate de una posición utópica o, peor aún, ingenua… y viéndolo bien, creo que lo es. Porque en el mundo real, en este mundo signado por la lucha del hombre contra el hombre (hombre en su acepción de ser humano, se entiende), en este mundo en el cual la idea de competencia y de ser “el mejor” se les enseña a muchos desde pequeños, el arte, por desgracia, no puede permanecer ajeno a ello. Por eso, el ideal del artista a quien sólo le interesa expresar lo que hay en su interior ha caído en desuso desde hace… ¿siglos?
  Decía Cioran que cinismo es ver las cosas como son y no como quisiéramos que fuesen. Desde ese punto de vista, tengo que aceptar, así sea a regañadientes, que hoy día el arte de la música es un terreno muy competido. Demasiado tal vez.
  Este sentido de competencia, inducido o no por los convencionalismo sociales y por la educación misma, ha sido fomentado por la industria musical y ello se ve claramente, por ejemplo, en la existencia de las famosas listas de popularidad. Los medios y las empresas disqueras sobre todo, aunque también los propios músicos, buscan a como dé lugar la posibilidad de alcanzar los primeros lugares en esas listas. Para ello, la mayoría se olvida de escribir canciones como un medio de expresión artística y trata de conseguir que sus composiciones tengan ganchos comerciales, que posean coros pegajosos y letras simples que puedan quedar en el consciente o, mejor todavía, en el inconsciente de quienes las escuchan. El público se convierte así en un mero receptor pasivo de melodías simples y repetitivas que comprará con oligofrénica alegría.
  Por supuesto que para llegar a los sitios más altos de esos hit parades se da una competencia feroz, en la que se olvidan escrúpulos, amistades y purezas artísticas. Hay que competir para ganar, para vender. El arte se transforma así en mera mercancía y pierde su esencia más preciada.
  Cuando era un adolescente, allá a fines de los años sesenta del siglo pasado, algunas estaciones de radio en AM solían producir programas en los cuales ponían a competir a algunos grupos de rock, contrastando a unos contra otros. Los más famosos fueron quizás el de Beatles contra Monkees en Radio Éxitos y el popularísimo Creedence contra Beatles (o Cridens contra bitles) de Radio Capital, en los que los radioescuchas llamaban por teléfono a la estación para votar por su agrupación favorita y ver cuál era la ganadora al final de la emisión. “¿Bueno, por quién votas?”, era la frase clásica de los locutores al responder las llamadas. Hasta donde recuerdo, nunca marqué para emitir un voto. Al menos eso espero.
  Este burdo ejemplo de competencia muestra hasta dónde puede llegar la estupidez de ese concepto. La mera idea de contraponer, de contrastar a un artista frente a otro resulta por demás absurda. No obstante, esto se ha dado incluso en la literatura barroca española (Góngora contra Quevedo) o en las artes plásticas mexicanas (muralistas contra pintores de caballete), por mencionar tan sólo un par de ejemplos culteranos.
  El síndrome del Cridens contra Bitles permanece también en el rockcito nacional (habría que ver la mala sangre que existe entre muchos músicos mexicanos al referirse en forma déspota a sus “competidores”) y no se ve que vaya a desaparecer algún día.
  El contraste puede ser positivo, cuando se usa para comparar diversas situaciones en busca de alguna conclusión. Pero si se utiliza como pretexto para impulsar la competencia salvaje, puede llegar a convertirse en un arma perversa. Así las cosas en este nuestro querido mundo.
  Bueno, ¿y usted por quién vota?

Mi columna "Bajo presupuesto" de este mes en la revista Marvin.

domingo, 4 de noviembre de 2012

En Tepepan y en Tlalpan

Así se puso la cosa más o menos.
Ayer fui a comer a la casa de mi hermana Myrna, en Tepepan. Quise utilizar la nueva línea del Metro para irme y resultó una muy mala idea. Muy quitado de la pena y luego de calcular que haría como una hora de mi casa a Tepepan, tomé el metrobús hasta Felix Cuevas para subirme al Metro en la estación Insurgentes Sur. Todo parecía tranquilo: el convoy llegó rápido y no había mucha gente. Pasamos rápido por Hospital 20 de noviembre y por Zapata, pero al llegar a Parque de los Venados nos detuvimos por más de quince minutos. "Problemas en las vías", se dijo en el sonido local, al tiempo que a los pasajeros se nos solicitaba paciencia. Algunas personas más se fueron subiendo, pero otras más desesperaron y se bajaron. Al fin arrancamos, sólo para que en Eje Central se repitiera la historia y esta vez durante más largo rato. Yo llevaba un libro y aproveché para avanzar en la lectura, pero no dejaba de ser molesta la tardanza. Al fin vino el nuevo arranque y la llegada a Ermita, donde me dispuse a descender. La cantidad de gente que se agolpaba para entrar en los trenes era asombrosa y nada de dejar bajar primero. Tuve que abrirme paso como pude. Ya en la escalera eléctrica, miré hacia el convoy que iba repleto y que, muy posiblemente, se quedaría parado al menos un cuarto de hora más. De pesadilla.
  Sólo diré que me equivoqué de salida y tuve que recorrer de regreso toda la estación, para luego seguir  el camino de trasbordo hacia la Línea 2. En lugar de continuar en el Metro hasta Taxqueña y ahí tomar el tren ligero, opté por seguir los consejos de mi hermana, salir a la calle y tomar un micro en Calzada de Tlalpan. Fue lo mejor que pude hacer: de Ermita a Tepepan hice tan sólo media hora.
  Llegué casi a las cuatro con Myrna, pero la estancia allá valió la pena. Comí muy rico acompañado por ella, su esposo Jorge y mis sobrinos Axel y Leyla, quien me presentó a su novio, Juan Carlos, hijo de una casi prima mía, Mercedes Cesari. Todo fue, pues, muy agradable. Incluso vimos una película juntos que yo llevé (El Ceniciento, de Gilberto Martínez Solares, con Tin Tan). Ya como a las diez me dieron un aventón de regreso hasta acá. Lindo sábado, a pesar del Metro (quiero suponer que las fallas se arreglarán pronto y que en cuanto empiecen a cobrar el boleto, a partir del próximo lunes, las cosas van a mejorar en el servicio).
  Hoy domingo fui a Tlalpan, a ver a mi mamá. Todo muy bien con ella. De igual manera, pasé a saludar a Rosa y a mi hijo Alain, quien ya el miércoles empieza a tocar en un antro de la Condesa.
  Buen domingo también.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Voy en el metro

“Voy en el metro, qué grandote, rapidote, qué limpiote / Qué diferencia del camión de mi compadre Filemón que va al panteón”, cantaba alegremente el gran Chava Flores cuando se inauguró en el Distrito Federal la Línea 2 de este hoy tan imprescindible medio de transporte.
  Ahora acaba de ponerse en funcionamiento la famosa Línea Dorada que va de Mixcoac a Tlahuac (y a la visconversa) y aunque todavía no la conozco, hay elementos para escribir sobre los buenos augurios con que se ha echado a andar (salvo el incidente de la bolsa de papas que el miércoles causó una suspensión momentánea del servicio), después de cuatro años y un mes de una construcción que parecía eterna (¿cómo olvidar el paisaje de guerra de la avenida Félix Cuevas a lo largo de todo ese tiempo?).
  Buenos augurios y buenas señales, como el hecho de que el presidente Felipe Calderón haya atendido la invitación del Jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, para inaugurar juntos dicha Línea 12. Están también los acercamientos de connotados integrantes de eso que en México se denomina como izquierda con personajes hasta hace escasas semanas denostados por los progres, caso del propio Calderón o del presidente electo, Enrique Peña Nieto. Son signos muy positivos de civilidad y concordia que tanta falta le hacen a la vida pública del país, así no les parezca a algunos pejistas delirantes (valga la redundancia).
  Porque lo que hay en el fondo de esto es el paulatino aislamiento político de un personaje que, también hace escasas semanas, era el todopoderoso del seudoizquierdismo: Andrés Manuel López Obrador. De pronto, muchos de los más célebres personeros de esa ala están pintando su raya respecto al lopezobradorismo y presumen su independencia como niños con juguete nuevo. Uno los ve alegres y sonrientes, luego de quitarse de encima ese lastre que era la obediencia forzosa al jefe máximo.
  Es como si le cantaran: “Adiós mi linda Tacuba, bella tierra tan risueña / Ya me voy de tu Legaria, tu Marina y tu Pensil”. Ah, el buen Chava Flores. Tan visionario.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 2 de noviembre de 2012

Con Ciro y Denisse

Pero no con Denisse Maerker, sino con Denisse Berman. Aunque sí con Ciro Gómez Leyva, quien me invitó a comer al restaurante Los Arcos y a participar en su programa Fórmula de la tarde, en Radiofórmula y Telefórmula.
  La comida fue muy agradable, pudimos platicar largamente y con calma de múltiples temas, aunque lo dominante fue la música (Ciro es un gran melómano y gran conocedor del rock clásico, aunque bastante actualizado con lo que se hace hoy día). En cuanto al programa, estuve la hora y media que duró el mismo y tuve varias intervenciones, al lado del propio Ciro, de Marisa Iglesias y de Manuel Feregrino (incluso de Enrique Burak). Estuvo muy divertido. Presentamos mi libro Cerca del precipicio y Ciro tuvo comentarios muy elogiosos sobre el mismo.
  Salí de Fórmula a las cinco y media hora después me vi con Denisse en la estación Coyoacán del Metro. Nos fuimos a Zapata y ahí trasbordamos a la nueva Línea 12, para trasladarnos dos estaciones, hasta Insurgentes Sur. Aunque se nota que aún faltan muchos detalles, el nuevo Metro está muy bonito y las estaciones son grandes y espaciosas. Ya lo estaré usando de vez en vez. En metrobús llegamos aquí para dejar algunas cosas e irnos de inmediato, en taxi, a los Cinemex del WTC. Ayer fue cumpleaños de Denisse y la invité a ver Frankenweenie de Tim Burton. Había mucha gente en los cines (me engento muy fácilmente), aunque no en la sala que nos tocó que estaba como a la mitad. La película está bonita y divertida (Leyla mi sobrina dobla la voz de la niña Elsa Van Helsing). La pasamos bien, palomitas y refresco incluidos.
  Regresamos a la casa para prácticamente descansar. Ambos estábamos agotados (Denitzia había ido muy temprano a natación y se aventó casi cuatro horas de entrenamiento).
  Pero fue un buen viernes.

jueves, 1 de noviembre de 2012

1981-2012: 31 años de rock

En 1981, el rock entraba prácticamente a su cuarta década. No pasaba quizá por su mejor momento. De hecho, de ese año hay muy pocos álbumes realmente memorables y ninguno al que hoy pudiéramos nombrar un clásico. Gente como los Rolling Stones, Elton John, Alice Cooper, Genesis, The Cure y otros produjeron discos más bien mediocres y si tuviera que nombrar obras en verdad trascendentes, anotaría My Life in the Bush of Ghosts de Brian Eno y David Byrne y dos trabajos de los ¡cinco! que el gran Frank Zappa produjo ese año: Shut Up ‘n Play Yer Guitar y You Are What You Is.
  En México, entre tanto, musicalmente sucedía muy poco, por no decir que nada: el panorama del rock nacional se encontraba en un perfecto estado catatónico.
  Tal era el escenario del rock cuando apareció El Financiero y las cosas, en ese terreno, no cambiarían demasiado a lo largo de su primer decenio. La década de los ochenta que tantos cuarentones de hoy añoran por incomprensibles razones, musicalmente fue una época de absoluto horror. Mientras que en los cincuenta se dio el nacimiento del género (con Chuck Berry, Little Richard, Gene Vincent, Fats Domino, Elvis Presley, etcétera), en los sesenta se produjo la revolución de los Beatles, Bob Dylan y  la psicodelia y en los setenta surgieron David Bowie, Bruce Springsteen, U2, el heavy metal, el progresivo, el punk y la new wave, ¿qué hubo en los ochenta? Bueno, fueron los años del synth pop, de Michael Jackson, del metal hermafrodita y de la invención del disco compacto. Nada más. Sólo al final las cosas empezaron a mejorar, al sembrarse las simientes de lo que sería una nueva explosión del rock en los años noventa.
  Quien esto escribe, colaboró en la sección cultural de El Financiero de 1991 a 1997 y puede decir que sus tiempos en el diario coincidieron con una muy buena época musical. Fue la era del grunge, el alt-rock y el noise, del rap y el hip-hop, del segundo aire de gente como Neil Young. Los años de Nirvana, Pearl Jam, los Beastie Boys, Sonic Youth, Pixies, Alice in Chains y en Inglaterra de Blur, Pulp, Oasis y todo eso que se conoció como britpop.
  En nuestro país, el rock comenzó a transformarse en rockcito, gracias a los grupos derivados de Timbiriche y Flans. Así, Caifanes, Fobia, La Maldita Vecindad, Café Tacuba y otros tuvieron un boom que los llevó incluso al Canal de las estrellas, con sus apariciones en los programas de Raúl Velasco, Verónica Castro, Daniela Romo et al.
  El nuevo siglo ha sido benéfico para la música. A pesar del aplastante dominio en los medios del pop artificial y la preeminencia del vacuo periodismo rosa en los espectáculos, el rock ha sabido subsistir con discreta elegancia y con todo y que se le haya querido colgar la etiqueta de indie (cosa que desde el punto de vista musical no existe), puede afirmar hoy, en pleno 2012, que goza de cabal salud. Aunque no en México, por desgracia, donde el género vive quizás uno de sus peores momentos.
  31 años de El Financiero. 31 años de rock. 31 años para celebrar, reflexionar y escuchar buena música. ¡Salud!