jueves, 31 de octubre de 2013

No es pais para viejos (la película)

Casi siempre, lo malo de leer una gran novela y después ver una película basada en ella es que la cinta termina por resultarnos cuando menos no tan brillante, incluso si se trata de una obra filmada por los hermanos Coen.
  No Country for Old Men (2007) es una película estupenda. Fuerte, dura, violenta, llena de ese humor negro que caracteriza a los Coen. Sin embargo, no iguala ni por asomo la intensidad y la profundidad del libro de Corman McCarthy en que está basada. A pesar del perfectamente elegido elenco (Javier Bardem como el asesino Antón Chigurh es una maravilla, al igual que Tommy Lee Jones como el shérif Ed Tom Bell, Woody Harrelson como Carson Wells, Josh Brolin como Llewelyn Moss o Kelly Macdonald como la infortunada Carla Jean), el excelente guión, la gran fotografía, los espectaculares escenarios del desierto de Texas y la narrativa de Joel y Ethan Coen, al final como que algo me faltó. Tal vez sea por algunas escenas que en la novela son de una impresionante intensidad dramática y que, por cuestiones de tiempo, en el filme debieron ser resueltas en un minuto. No lo sé exactamente.
  Con todo, la cinta es una obra mayor en la filmografía de los Coen (tan llena de obras mayores) y por supuesto que vale la pena verla y gozarla (hay escenas de antología, como la del diálogo entre Chigurh y el dueño de una tienda en medio de la nada, cuando una moneda lanzada al aire decide, entre la vida y la muerte, el destino del segundo).
  Pero me gustó más aún la novela.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Janelle Monáe: una dama muy eléctrica

Ya desde 2007, con el disco Metropolis, Suite I: The Chasse (Wondaland Arts Society), un EP dividido en cinco partes que en conjunto apenas rebasaban los diecisiete minutos de duración, Janelle Monáe se reveló como una compositora, cantante y multifacética creadora musical de alcances prácticamente ilimitados. Tenía apenas veintidós años de edad y aunque sólo unos cuantos repararon en su pequeña obra discográfica inicial e iniciática, varios comenzaron a seguirla y a prestar atención a su talento desbordado, su inventiva delirante y esa notable versatilidad que le permitía abordar con asombrosa naturalidad una gran cantidad de géneros y subgéneros. Había que rendirse ante una artista excepcional y que mucho tenía de visionaria.
  Tres años más tarde, lo que sembrara con aquel EP floreció y dio sus frutos con el larga duración The ArchAndroid (Bad Boy/Wondaland, 2010), uno de los álbumes más impactantes de lo que va del siglo y un compendio de géneros perfectamente ensamblados a lo largo de las suites II y III de ese concepto monumental que es Metropolis.
  Cercana a cantantes y autoras tan sofisticadas como Erykah Badu y Me’Shell NdegéOcello, Monáe ha sabido dotar a sus composiciones de una pasmosa complejidad musical. Su voz posee tal variedad de timbres, tal maleabilidad y tal alcance que es capaz de llegar a los máximos extremos vocales sin sonar excesiva.
  En The ArchAndroid, quedó claro que a Monáe no le interesa encasillarse en género alguno y que si bien sus raíces se afincan en la música tradicional y contemporánea de los negros estadounidenses (desde el blues y el gospel, hasta el soul, el rhythm n’ blues, el funk y el hip-hop), sus ambiciones van más allá para abrazar al alt-rock, el jazz, el folk, la psicodelia, el pop, el avant garde y la música orquestal de corte sinfónico, entre otras corrientes (hay quienes han querido emparentarla con Lady Gaga y hasta la han llamado, absurdamente, “la Gaga de color”, pero ello resulta casi tan absurdo y disparatado como querer equiparar, digamos, a Justin Bieber con Jack White).
  Vale la pena detenerse en The ArchAndroid, ya que fue con ese álbum que Monáe se estableció como una autora e intérprete total, es decir, como una creadora capaz de abarcar una gama musical de enormes alcances, lo cual queda más que claro con el solo expediente de escuchar esa obra de proporciones asombrosas.
  Como compositora, va de lo sinfónico (“Suite II Overture”) a un tema de absoluta sensualidad y propiedades hipnotizantes como el hip-hopero “Dance or Die”, para dar paso (sin pausa) a “Faster” y “Locked Inside”, ambos impecables y  deliciosos cortes de rhythm & blues. De ese modo va transitando este The ArcAndroide, a lo largo de dieciocho cortes y casi una hora de duración. Sus posibles excesos no son tales y lo que podría parecer bombástico y elefantiásico resulta más bien generoso y lleno de riqueza. Lo vemos en los tres siguientes tracks: la tranquila balada “Sir Greendown” que sirve como calmo puente a “Cold War” y su sonido a rock cósmico (¿o soul progresivo?) y deriva finalmente en la indescriptible e hiperquinética “Tightrop”. Las experimentaciones siguen en “Neon Gumbo”, con la cinta de grabación tocada al revés, al más puro estilo de los Beatles en 1967-1968, o en visitas a la psicodelia ácida (“Mushrooms & Roses”), al dream pop madrigalista (“57821”) y al delicioso indie-funk (“Make the Bus”, con el acompañamiento de la agrupación canadiense Of Montreal).
  Como intérprete, Janelle Monáe demostró en The ArchAndroid la versatilidad de su gama vocal al hacernos recordar a intérpretes supremas como Shirley Bassey (en la suntuosa y espectacular “BaBopByeYa”, con timbales, metales y cuerdas incluidos), Dionne Warwick (en la cadenciosa “Say You’ll Go”, con final a la Debussy incluido), Kate Bush (en la curiosa “Wondaland”), Karen Carpenter y Lauryn Hill (en la hermosamente folky “Oh, Maker”), Shingai Shoniwa de Noisettes y Kate Pierson de B-52’s (en la enloquecida “Come Alive: The War of the Roses”) y hasta a Beyoncé (en “Dance or Die”) o Alicia Keys (en “Neon Valley Street”).
  Todo lo antes escrito acerca de los inconmensurables (y juro que no exagero) talentos de la excepcional artista ha quedado de nueva cuenta confirmado y reconfirmado con la reciente aparición del tercer opus de la serie, el grandioso The Electric Lady (Wondaland Arts Society), con el cual prosigue la efervescente obra de esta joven estadounidense bendecida por la genialidad. Se trata de las suites IV y V y en ellas crea y recrea sus ideas e influencias de manera fastuosa, intensa, apasionada, pero sin la menor solemnidad. Todo lo contrario: en diversos pasajes se hace sentir con fortuna su desparpajado sentido del humor (de hecho, cabe preguntar si el título The Electric Lady no es un irónico homenaje al legendario Electric Ladyland que Jimi Hendrix grabó en 1967, hace ya casi medio siglo).
  Con la no tan pequeña ayuda de amigos y colegas (colaboran, entre otros, Prince, Erykah Badu, Solange y Esperanza Spalding), en los diecinueve cortes que contiene el disco se pueden escuchar las huellas de Stevie Wonder (“Ghetto Woman”), Lauryn Hill (“Victory”), En Vogue (“Q.U.E.E.N”), los Jackson 5 (“It's Code”) y varios más. Cabe destacar asimismo las composiciones en las cuales es la propia Janelle quien luce sus esplendorosas dotes. Ahí están maravillas tan elaboradas e impactantes como “We Were Rock & Roll”, “Dorothy Dandridge Eyes”, “Givin’ ‘Em What They Love”, “What an Experience” y esa irresistible e híper bailable pieza que es “Dance Apocalyptic”.
  Monáe se mueve con naturalidad de un estilo a otro y su voz se adapta a ello de manera sorprendente. Rock, soul, pop, funk, jazz, hip-hop: todo se encuentra presente en este trabajo excepcional cuya probable continuación (¿con las suites VI y VII?) deberá aparecer en 2016, si es que mantiene el ritmo de un disco cada tres años. Tal vez, aunque con una creadora tan impredecible nada se puede asegurar.
  Por lo pronto, las cinco suites que hasta ahora han dado forma a Metropolis se suman a discos como New Amerykah (2010) de Erykah Badu, The World Has Made Me the Man of My Dreams (2007) de Me’Shell Ndegéocello o el ya clásico Stankonia (2000) de Outkast, toda una revolución sideral negra que hunde sus raíces en el jazz inenarrable de Sun Ra y el funk enloquecido de Funkadelic.
  Janelle Monáe es una mujer genial, en el más estricto sentido del término. Por eso no resulta descabellado pensar que esta joven, nacida oficialmente en la ciudad de Kansas en 1985, sea una viajera del tiempo y provenga en realidad del  futuro. Con ella, cualquier cosa es creíble.

(Publicado el pasado domingo 27 de octubre en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario)

martes, 29 de octubre de 2013

Sweet Lou

Si Lou Reed hubiese fallecido a los veintisiete años, como algunos colegas suyos de la misma generación (Janis Joplin, Jim Morrison, Jimi Hendrix, Brian Jones), seguramente tendría el mismo halo de leyenda que ellos, pero nos habría privado de una obra tan rica como extensa, desarrollada a lo largo de más de cuatro décadas febriles y fructíferas. Porque si bien con The Velvet Underground, al lado de John Cale, Sterling Morrison y Maureen Tucker, con Andy Warhol como su propulsor, había logrado conformar a una agrupación que hoy es mítica, su carrera como solista fue tanto o más importante.
  Nacido en Brooklyn, Nueva York, en 1942, Reed acaba de dejarnos este domingo 27 de octubre, a la edad de setenta y un años, víctima al parecer de un problema hepático. Su muerte nos tomó por sorpresa, a pesar de que ya llevaba un buen tiempo enfermo. Ahora sólo queda recordarlo y la mejor manera de hacerlo es acudir a su música y a sus letras, para rememorarlas y recrearse con ellas o, en caso contrario, para conocerlas y entrar a un mundo sórdido y crudo, a la vez que lleno de profundidad y belleza.
  Lou Reed fue un cronista del lado salvaje de la gran ciudad. Su temática hablaba de sexo, drogas, miseria, dolor, pero también de amor, mujeres, amistad y vida cotidiana. Su música era simple, sin complicaciones, básica, un rock directo y sin florituras o prodigios virtuosos. Fue un punk mucho antes de que existieran los punks. Un trovador contracultural, un rebelde, un innovador, un artista en toda la extensión de la palabra.
  Muchas de sus composiciones se convirtieron en clásicas y lo mismo puede decirse de varias de sus obras discográficas. Ahí están canciones como “Sweet Jane”, “Heroin”, “Satellite of Love” y “Walk on the Wild Side” o álbumes como Transformer, Berlin, Rock N’Roll Animal y New York, como una muestra de su vasto acervo.
  El fallecimiento de Lou Reed entristece, sin duda. No obstante, el hombre vivió a plenitud y creó una obra que trascendió y seguirá trascendiendo por largo tiempo. Fue un transformador, un animal del rock n’ roll. Por ello, nada mejor que una sonrisa cómplice en su memoria.
  Goodbye, Lou.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).

lunes, 28 de octubre de 2013

¿Cómo van mis lecturas?

Como terminé de leer No es país para viejos de Corman McCarthy (que era mi libro de toilette), el que entra en su lugar es El largo adiós del genial Raymond Chandler en lo que realmente es una relectura, ya que lo leí por primera vez allá en los años setenta. Lo cual me ha llevado a tomar una nueva decisión: una vez que termine mis libro de cama (la biografía de Gustave Flaubert) y de transporte (La orgía perpetua de Mario Vargas Llosa), me concentraré en sólo dos libros: uno en primera lectura y otro en relectura, pues hay varias novelas que quiero volver a visitar por segunda, tercera o hasta cuarta ocasión. He dicho.

domingo, 27 de octubre de 2013

Jimena

Hoy vino a cenar mi queridisima y guapísima amiga Jimena Colunga y resultó una (des)velada muy divertida y entretenida. Ya nos habíamos visto a fines de julio pasado, cuando también vino a platicar y escuchar música. Nos conocemos desde 2005, año en el cual me invitó a dar una charla sobre la Mosca a la Universidad Autónoma de Nayarit, en Tepic, y desde entonces me sorprendió por su inteligencia y personalidad, ya que se trataba de un coloquio que ella organizó a sus entonces diecinueve años de edad. Desde aquella ocasión persiste nuestra amistad. Cineasta, productora, guionista y otras gracias, Jimena vino al DF a tomar un curso y espera quedarse a residir muy pronto en la ciudad. Yo también lo espero.

sábado, 26 de octubre de 2013

¿Josefina y Marcelo en fuera de lugar?

Hay regresos conmovedores, como el del hijo pródigo de la Biblia o el de Rafa Márquez al Tri. Sin embargo, hay otros regresos que lejos de conmover al respetable terminan por confundirlo, fastidiarlo y hasta irritarlo.
  Marcelo Ebrard ha tratado de retornar a la palestra desde hace algunos meses y ahora Josefina Vázquez Mota empieza a hacer lo propio. El uno en el PRD y la otra en el PAN. Ambos están en su derecho, por supuesto, pero ambos, también, parecerían desconocer el timing político. Porque a decir verdad, en estos momentos la una y el otro son vistos con reservas y sospechosismo por sus respectivos compañeros de partido.
  Perredistas y panistas se encuentran enfrascados en sordas y durísimas pugnas por las presidencias de sus institutos y lo que menos quieren es que como de la nada aparezcan otros personajes, por muy notables que estos sean o hayan sido, para tratar de arrebatarles ese apetitoso botín llamado liderazgo partidario.
  Por un lado, el buen Marcelo (a quien, sinceramente, de pronto los capitalinos extrañamos) quiere birlarles la silla a los Chuchos y para ello adopta ciertas posturas lopezobradoristas y, se rumora, busca aliarse con gente tan impresentable como los bejaranistas. Sólo que la tiene difícil y los Zambrano, Ortega, Navarrete, Barbosa y Aureoles van a ponerle todas las trabas posibles con tal de que el ex jefe de gobierno del DF no se salga con la suya.
  Más turbio (¡¿más?!) está el caso de doña Chepina, quien llega, sonriente y desconcertante, como tercera en discordia a la competencia de fuercitas que llevan a cabo maderistas y calderonistas. Después de su heroico tercer lugar en las pasadas elecciones presidenciales, se ve en chinois que la autora de Hazme viuda, por favor se convierta en la vademécum blanquiazul (en todo caso, será la vade retro).
  Marcelo y Josefina, Josefina y Marcelo. Vidas paralelas. Destinos gemelos. Caminos bifurcados que por cuestiones del azar se unen o, para parafrasear a la insigne intelectual de izquierda Laura León: dos polacos, un camino (¿y sí mejor se juntan y fundan su propio partido?).

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

viernes, 25 de octubre de 2013

No es país para viejos (la novela)

Terminé de leer No es país para viejos, la novela de Cormac McCarthy, autor estadounidense del que tanto había escuchado hablar y que hasta ahora no había leído.
  Debo decir que el libro me pareció portentoso, con ese estilo austero y rotundo tan de la literatura norteamericana y que abreva de autores como Jack London, John Steinbeck, Ernest Hemingway, William Faulkner, Truman Capote, Dashiel Hammet, Patricia Highsmith y Raymond Chandler, entre muchos otros. Historia violenta, dura, sin concesiones, pero a la vez llena de ternura, humanismo y un admirable sentido filosófico, No Country for Old Men (2005) narra -con un estilo afilado y vertiginoso que de pronto se detiene en profundas reflexiones existenciales sobre la vida, el cambio generacional, la vejez y la muerte- la saga de un tejano humilde dedicado a la cacería, Llewelyn Moss, a quien el destino pone frente a una oportunidad siniestra: la de quedarse con un maletín lleno de miles de dólares luego de una matanza entre grupos rivales de narcotraficantes y afrontar las salvajes consecuencias de su elección.
  El entorno es asfixiante y desolador (el desierto tejano) y los personajes que lo habitan representan a una variedad de caracteres que McCarthy estudia y maneja con una admirable maestría. Desde el propio Moss y su joven e infortunada esposa Carla Jean hasta el implacable asesino a sueldo Anton Chigurh, quien hace de su profesión (por así llamarla) un verdadero apostolado en el que cuentan ciertos principios, sus principios, y está el shérif Ed Tom Bell, en algunos momentos el narrador omnisciente de la novela, y quien da su sentido humanista a la misma con sus reflexiones acerca del bien y del mal, del pasado y el presente, de los valores que se pierden, del trágico mañana que espera a su país y, por tácita añadidura, al mundo. Testigo forzado de todos los horrores que leemos -que vemos- en el libro, Bell no sabe cómo escapar de ellos y debe afrontarlos con un dudoso valor y una resignación que le pesa como plomo.
  Grandísma novela, No es país para viejos merece ser leída con todo y su tono melancólico, desesperanzado, tristísimo. Una obra maestra de la actual literatura de los Estados Unidos.

jueves, 24 de octubre de 2013

Cantos para una diáspora

Me reuní con Dora Juárez Kiczkovsky en una cafetería Starbucks de la colonia Del Valle para hacerle una entrevista sobre su reciente álbum como solista, mismo que acaba de salir, producido por John Zorn y bajo su sello discográfico, Tzadic.
  Dora es una de las tres integrantes de Muna Zul y nos conocemos desde hace algunos añitos. Es una muy linda y cálida amiga. La charla fue muy amena e interesante, a pesar de las fallas de mi grabadora. Me dio un ejemplar de Cantos para una diáspora (su flamante CD) y al final nos despedimos con mucho afecto. Fue lindo verla. Ya trabajaré varias cosas con el disco.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Junta moscosa para el No. 5

Noche de junta moscosa con el equipo de diseño y producción. Muy fructífera. Quedó entregado a los diseñadores el ochenta y cinco por ciento de la Mosca No. 5 (diciembre). La 4 saldrá a fin de mes. Antes hubo incursión hamburguesera en el Burger King. Terminamos a las diez y pico y me dieron aventón a casa. Todo va muy bien. Se trabaja con armonía, entusiasmo y buen humor. Excelente.

martes, 22 de octubre de 2013

Vayijel y el rock tzotzil

Hace aproximadamente un año y medio, escribí en esta misma columna acerca de un grupo musical de origen huichol llamado Huicholes Musical. Lo suyo era más bien una cosa estilo grupero, con un sonido más emparentado con los Bukis o Enjambre que con el rock. Hoy, sin embargo, ha llegado a mis manos un disco más que singular, el de una agrupación nativa de Chiapas, concretamente de San Juan Chamula, que toca un rock cercano al metal o al grunge y que no canta en español sino en tzotzil.
  Vayijel es el nombre de este peculiarísimo cuarteto con la conformación instrumental clásica del rock: dos guitarras, bajo y batería. Los nombres de los integrantes (sin apellidos, no sé por qué) son Óscar, Teyo, Xun y Manuel y cuando se presentan en concierto, lo hacen siempre con los rostros cubiertos por extrañas máscaras. Su primer álbum homónimo (grabado y editado por ellos mismos en su estado natal) es sorprendente y revelador y el diseño del empaque es muy profesional.
  No diré que todas las canciones del plato son una maravilla. De hecho, siento que algunos temas resultan un tanto repetitivos y que las voces de sus dos cantantes son un tanto limitadas (algo que, por otra parte, sucede con el noventa y nueve por ciento de los vocalistas masculinos en el rock que se hace en nuestro país).
  Lo que me parece más interesante de Vayijel, el disco, es que varias de las composiciones utilizan armonías y ritmos propios de la música autóctona de los Altos de Chiapas y que Vayijel, el grupo, ha sabido fusionarlos de un modo impecable, sin que suene a pastiche forzado o metido con calzador. No es una agrupación que busque venderse como mexican curious, sino como un proyecto rocanrolero igual a cualquier otro, con la salvedad de que en lugar de cantar en español o en inglés, lo hace en su propia lengua indígena.
  Piezas como “Konkonal Nichim”, “Kux Kux”, “Ko’onton”o la espléndida “Bolom Chon” con que cierra el disco son un buen ejemplo de la propuesta de estos jóvenes músicos chiapanecos en este muy recomendable trabajo.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" en la sección ¡hey! de Milenio Diario).

lunes, 21 de octubre de 2013

Rock y periodismo (texto de 2001)

La situación del periodismo roquero en nuestro país es, y siempre ha sido, como la del rockcito hecho en México: patética. Salvo honrosísimas excepciones, la práctica periodística relacionada con el rock ha sido hecha por seudoreporteros dueños de una ignorancia enciclopédica. De ahí la existencia, a lo largo de casi cuarenta años, de revistas, suplementos y fanzines de pésima calidad editorial y nulo nivel cultural.
  Si el rock nacional ha sido en su mayor parte una manifestación infantiloide y oligofrénica, el periodismo que lo rodea no se queda atrás. Ahí están para probarlo medios como la vieja Notitas Musicales (de la actual mejor ni hablo), Ídolos del Rock, México Canta, Conecte, La Banda Roquera, Rock America, Nuestro Rock y muchos lamentable pasquines más. En su mayor parte, se ha tratado de publicaciones sin estructura, sin sentido periodístico, sin idea editorial, caóticas, solemnes hasta la náusea, de vergonzoso grado escritural (las faltas de sintaxis y ortografía resultan de pena ajena) y con un lenguaje que ha querido identificarse con los jóvenes mediante el uso de un vocabulario digno de retrasados mentales.
  Creo que en el muy pobre panorama del periodismo roquero en México, sólo se salvan, a lo largo de los años, Piedra Rodante, Melodía (Diez años después), El Perro Salado y, aunque alguien en la mesa me miente la madre, La Mosca en la Pared. En estas cuatro publicaciones se ha intentado por lo menos dirigirse a un público inteligente, con capacidad de reciocinio, con sentido del humor, capaz de entender y ser entendido en un  correcto español. Hubo y hay en ellas, asimismo, una intención profesional y una búsqueda por hacer un periodismo digno. Además, en las mismas han colaborado y colaboran las mejores plumas que en nuestro país ha dado el rock. Por ellas ha pasado gente como José Agustín, Parménides García Saldaña, Luis González Reimann, Juan Villoro, Óscar Sarquiz, Sergio Monsalvo, Sergio González Rodríguez, Víctor Roura, Armando Vega-Gil, Xavier Velasco, Xavier Quirarte, Elena Vilchis, Fernando Rivera Calderón, Pablo Espinoza, David Cortés, Adriana Díaz Enciso, Delia M., Rogelio Garza, José Xavier Návar, Jorge Soto, Norma Lazo y algunos más. Son pocos los nombres y alarma que sean tan pocas las mujeres especializadas en el tema. Sin embargo, lo más alarmante es que en un país de tantos millones de habitantes, con una población joven mayoritaria y numerosíma, sean tan escasas las publicaciones dedicadas a la música en general y al rock en particular.
  ¿Cuál es el diagnóstico que puede darse? Si lo medimos de manera temporal y tomamos en cuenta que han sido cuatro décadas de intentos periodísticos roqueros, la conclusión es triste. Y si vemos la situación actual, la conclusión resulta peor. Sobre todo porque no hay periodistas y escritores roqueros nuevos que ofrezcan rigor, calidad, conocimiento de causa, bagaje cultural y capacidad de análisis. A pesar de las muchas escuelas y facultades de periodismo y de comunicación, la mayoría de sus egresados son incapaces de redactar una cuartilla con cierta coherencia y sin faltas de ortografía. ¿Cómo pedirles que construyan un reportaje, una crónica, una entrevista, un artículo de opinión, una simple reseñita? Imposible. Me consta.

(Texto que escribí el 17 de julio 17 de 2001 y que leí como ponencia en un encuentro de revistas culturales organizado ese año por el Fondo de Cultura Económica, mismo que se llevó a cabo en la sucursal Miguel Ángel de Quevedo de la librería del propio FCE).

domingo, 20 de octubre de 2013

Oralidades

Hace cinco o seis años, me hicieron el siguiente cuestionario para un artículo sobre sexo oral que se publicaría en una revista especializada. He aquí mis respuestas, basadas (así me lo pidieron) en mis propias experiencias:

1.- Los hombres que buscan dar sexo oral memorable deben...
Para ofrecer un sexo oral que resulte memorable, antes que eso tan frío a lo que los especialistas llaman técnica se requiere de sensibilidad. Tratar a la mujer con ternura y pasión, con generosidad y con la idea clara de que en ese momento uno está para dar placer y que al otorgarlo, uno también goza.
  La posición más generosa es aquella en la que ella se coloca de espaldas a la cama o el piso, abre las piernas y uno coloca la cara verticalmente en la zona vaginal. El famoso 69 es más recomendable como siguiente posición, una vez que hayan acontecido uno o más orgasmos desde la posición original. Esto para permitir que la mujer se concentre por completo en sí misma y en su propio placer y no se distraiga al tener que practicar ella misma el sexo oral.
  Hay que tratar a la vagina como algo sagrado, besar sus alrededores, la parte interior de los muslos, el bajo vientre, las inmediaciones de los labios vaginales; besar cada centímetro con delicadeza, pero también lamer con calidez y hasta dar pequeñas mordiditas en la piel (sobre todo en los muslos). Luego viene el uso de la lengua, la cual debe explorar el interior de la vagina y dar con el clítoris para estimularlo con una combinación de lamidas y succiones variadas, de lo suave a lo fuerte, pero sin brusquedad. Esto debe ser constante y sin detenerse, aun en el caso de que la mujer tarde en llegar al
orgasmo (cuestión que suele ser frecuente en algunas de ellas, aunque otras alcanzan el clímax con sorprendente rapidez y excitación).
  Tomar las nalgas por debajo, con las manos, y apretarlas, pellizcarlas y/o arañarlas mientras se realiza el sexo oral es algo que suele excitar a la mayoría de las mujeres. Otra variante es acariciar los senos. Conforme el éxtasis se aproxime, hay que incrementar la intensidad de lamidas y succiones hasta que ella se derrame por completo. Entonces hay que detenerse y dejar que recupere la respiración y regrese poco a poco del éxtasis.

2.- La peor experiencia relacionada con el sexo oral a una mujer ha sido...
Se necesita ser muy torpe para tener una mala experiencia relacionada con el sexo oral a una mujer. Lo más grave es que uno sea incapaz de darle al menos un orgasmo. Detalles sin importancia pueden ser que un cabello púbico se quede dentro de la boca o la garganta de uno o que pudiese existir algún detalle higiénico en la dama (un posible mal olor tal vez, aunque en lo personal jamás me ha pasado).

3- Me podrías comentar sobre el inconveniente de las mujeres con el pubis rasurado y los pelitos creciéndole que pueden ser incómodos. 
Pues eso: que a menos que se rasuren todos los días (qué raro suena eso), los pelitos empiezan a crecer y la zona se puede volver rasposa e incómoda para besar o lamer. No hay como el vello púbico al natural o si acaso levemente recortado pero espeso, acolchonado y –valga el término sangroncísimo- pachoncito.

sábado, 19 de octubre de 2013

Me dueles, México

Claro, lo digo por la selección nacional (me niego a usar la frasecita en su contexto políticamente correcto, ese “Me dueles, México” tan cursi, lloriqueante,  hipocritón y comodino que infesta a las redes sociales). Pues sí, me dueles seleccionado mexicano de futbol, porque después de la noche triste en Costa Rica no hay manera de paliar la tristeza que la causaste a millones de mexicanos, esos mexicanos de todas las clase sociales que suelen ser tildados de ignorantes, enajenados, zafios, inconscientes, indiferentes, tibios, incultos, manipulados, comprados y otros epítetos que reciben por el solo hecho de que les gusta y apasiona (de que nos gusta y apasiona) el fut.
  Pero bueno, en realidad no es de la infausta selección que quiero escribir. Mis sentimientos y mis afectos personales me llevan a hablar de lo que sucedió este jueves, al filo de las diez de la noche, en la pantalla de Milenio Televisión. Me refiero, claro, a la despedida de Ciro Gómez Leyva no sólo de su noticiario de las diez de la noche, sino de las riendas de la propia televisora.
  Conozco a Ciro desde hace quince años (cuando empecé a colaborar en Milenio Semanal, en 1998, y las oficinas estaban en una casa de Polanco) y lo considero un gran amigo. No tengo más que agradecimiento hacia su persona, siempre afable y generosa para con este escribidor. Pero si como amigo lamento que se vaya, como televidente lo lamento todavía más. No me imagino las noches de lunes a jueves sin su presencia en mi televisor. Como a todos, la mala nueva de su partida me sorprende y me deja estupefacto. Respeto su decisión,  por supuesto, aun sin conocer sus razones. Pero siento que ya desde ahora algo me falta. Lo buscaré en la pantalla de Telefórmula por las tardes y lo buscaré personalmente para darle un abrazo y platicar de rock, como varias veces lo hemos hecho. Sé que el amigo sigue ahí, pero sé también que el singular conductor de las noches ya no estará. Ni hablar. Como él mismo dijo: son ciclos que se terminan (aunque este duró tan sólo cinco años).
  Un gran abrazo, querido Ciro (y que esta tarde gane tu Cruz Azul).

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 18 de octubre de 2013

Con Karen Plata

Noche de aguacero y de cerveza con whisky. Mi amiga Karen Plata me invitó a un bar de la Condesa (St. Patrick o algo así) y aunque en el camino me pegué una empapada por bajarme del taxi en donde no debía y tener que caminar varias cuadras sobre la calle de Campeche, la verdad es que pasé tres horas más que agradables con ella en el lugar. Nos tomamos una cerveza cada uno y luego pedimos una cosa gigantesca que mezcla cerveza con whisky (tiene un nombre, pero no lo recuerdo) y que aunque la campechaneamos entre los dos, igual nos pegó con tubo (al menos a mí). Pero repito: valió la pena, sobre todo porque no conocía a Karen en persona y resultó una chava no sólo guapa sino muy inteligente y simpática. Larga charla y al final un regreso en el mismo taxi, para dejarla en su casa y llegar yo a la mía a una hora bastante decente, pero sin recuperarme aún de la tremenda bebida. Muy divertido.

jueves, 17 de octubre de 2013

La Mosca y yo: Miguel Cane

Descubrí a La Mosca en la universidad, cortesía del entonces futuro periodista Roberto Casillas Valadés; todo por un artículo sobre Tori Amos que me hizo comprar el soberbio Under the Pink, volviéndome loco. Ídem con el Debut de Björk. Disfruté leer el desenfado, sano sarcasmo y, sobre todo, que realmente saben de qué hablan, no como otras revistas ya extintas. Hoy es un placer incorporarse al engranaje de esta publicación que extrapoló mi panorama musical, mismo que ya nunca volvió a ser tan new wave.

Miguel Cane

(Publicado originalmente en La Mosca No. 82, febrero de 2004, número del décimo aniversario moscoso).

miércoles, 16 de octubre de 2013

En el IFE

Me lance esta mañana a la oficina del Instituto Federal Electoral de la colonia Del Valle para tramitar mi nueva credencial para votar, ya que la anterior está vencida. Como iba con cita, todo fue rapidísimo, además de que en estos días aún hay poca gente (ya se sabe: en México siempre dejamos todo para el último momento). Trato muy amable, todo tranquilo y listo: tengo que recoger mi nuevo documento a fines de octubre. Todo bien.

martes, 15 de octubre de 2013

Cuidado con Nueva Zelanda

Contrario a lo que sucede en nuestro país, en muchos otros lugares del mundo la aparición de nuevas y excelentes propuestas musicales es prácticamente un asunto cotidiano, tan cotidiano que deja de causar sorpresa, aunque de pronto hay grupos o solistas tan buenos que, sí, llegan a sorprender y de la manera más grata, incluso dentro de los terrenos del pop.
  Es el caso de Lorde, el proyecto de la muy joven cantante e instrumentalista Ella Yelich-O’Connor, quien a sus escasos dieciséis años sorprendió al mundo con un video casero que subió a YouTube con su composición “Royals” y desde hace unas semanas, a punto de cumplir los diecisiete, ya tiene un magnífico álbum en su haber: el más que disfrutable (y de ambivalente título) Pure Heroin (Virgin EMI, 2013).
  Nacida en Auckland, Nueva Zelanda, apenas en 1996, la juvenil cantautora elabora una música de tendencias minimalistas que en mucho recuerda a The xx, aunque con un sonido menos sombrío y melancólico. Es el suyo un rock pop elegante y sutil, con letras inteligentes y un timbre de voz que remite a colegas suyas como Regina Spektor o Feist, aunque algunos críticos la emparentan con el fenómeno mediático que fue (o es) Lana Del Rey.
  Pure Heroin es un disco sin mácula. Cada uno de los diez temas que lo conforman tiene personalidad propia y la producción de Joel Little resulta impecable, tan impecable que hay quienes cuestionan al disco por ser “demasiado” perfecto. Si esta perfección afectara su espontaneidad, yo estaría de acuerdo; pero a mi modo de ver, composiciones como “Tennis Court”, “Buzzcut Season”, “Team” o “A World Alone” poseen no sólo calidad técnica sino la sensibilidad artística y la belleza suficientes como para comunicar sentimientos, sensaciones, inquietudes existenciales. Hay en ellas una angst adolescente y femenina que resulta a la vez provocativa y conmovedora.
  ¿Será Lorde un proyecto que trascenderá o va a desaparecer luego de este primer gran álbum? Sólo el tiempo lo dirá. Como escucha, yo espero que al menos tenga la prueba de fuego del segundo disco. Lo merece.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).

lunes, 14 de octubre de 2013

Las revistas de rock en México hace veinte años

Así describía yo cómo era la gran mayoría de las revistas mexicanas de rock a principios de los años noventa:

"Se trataba de un pasquín a una sola tinta, con artículos y reportajes infumables y fotografías pavorosas, de impresión invariablemente pésima. Pero en ese sentido no se diferenciaba en demasía de los fanzines que circulaban en el paupérrimo mercado nacional. Dos aspectos resaltaban con estruendo: su absoluta falta de rigor profesional y la incultura lingüística de sus colaboradores. Los textos eran siempre descuidados, mal redactados, con faltas de ortografía sobrecogedoras. No existía el menor sentido crítico, todo era complacencia frente al rock y las demás músicas que de pronto se incluían (desde cierto jazz hasta los híbridos engendrados por uno que otro baladista televisivo con complejo de roquero)".

(Fragmento de mi novela Matar por Ángela, escrita entre 1995 y 1997 y publicada en 1998).

domingo, 13 de octubre de 2013

Los Borgia (segunda temporada)

Terminé de ver la segunda temporada de The Borgias, la gran serie de Neil Jordan para Showtime. Portentosa. Tan buena como la primera, aunque con una mayor profundidad psicológica de los personajes y una producción aún más espectacular. Qué decir de cada personaje, desde los ya conocidos, como el corruptísimo, socarrón, cínico pero entrañable Papa Alejandro Borgia (con un Jeremy Irons que lo interpreta a plenitud) y sus hijos César, Juan y Lucrecia (bellísima y cada vez más maquiavélica). La aparición de grandes personajes como el propio Maquiavelo, ese temible fanático religioso que fue Savonarola (cómo me recuerda al Peje) o la implacable y temible Catalina Sforza.
  Diez capítulos sin desperdicio, una televisión suntuosa y maravillosa que narra una historia de amor, sexo, violencia, muerte, sadismo, crueldad, ambición y ternura que quizá por momentos se desapegue de la historia real, pero que desde un punto de vista dramático y literario está hecha a la perfección. Sin duda, una de las grandes series históricas de todos los tiempos. Ahora me dispongo a ver la tercera y (¡ay!) última temporada. Por desgracia, debido a los altos presupuestos, Showtime decidió cancelar la realización de una cuarta temporada y a menos que ocurra un milagro, los seguidores de Los Borgia nos quedaremos sin ella.

sábado, 12 de octubre de 2013

La izquierda delirante

A veces uno ve a nuestra desatinada izquierda (o eso que se autodenomina izquierda) y se da cuenta de que se quedó atorada en los años sesenta y setenta del siglo pasado. Sin embargo, hay que decir que algunos de  sus líderes más conspicuos se quedaron en los ochenta, sí, pero del siglo XIX.
  Esto se ve con claridad en el discurso de dos de ellos, hoy separados por azares del canijo destino: Andrés Manuel López Obrador y Gerardo Fernández Noroña. Ambos manejan un concepto de Patria (así, con mayúscula) que ni los más radicales juaristas habrían ostentado. Con un maniqueísmo de caricatura, AMLO y GFN no sólo se ven a sí mismos como los grandes Patriotas (sigamos con la mayúscula) que habrán de salvar a México, sino como los únicos jueces con la capacidad de dictaminar que aquellos que no los sigan en su Patriótica (again) misión deben ser considerados (but of course) como traidores a la Patria.
  Cual émulos del general Anaya y el Nigromante (aunque en versión bastante disminuida), Don Peje y don Gera se han investido como capitanes insurgentes y al grito de “¡va mi espada en prenda, voy por ella!”, acusan de traición de lesa Patria nada menos que al presidente de la república, a todo su gabinete, a los dirigentes de los partidos políticos que integran el Pacto por México y a los miembros de las cámaras de senadores y diputados (y por extensión, a todo aquel que esté a favor de las reformas estructurales).
  No sé según estos personajazos qué castigo correspondería a tantos traidores, pero sospecho que recurrir a la pena de muerte no les resultaría del todo desagradable (un rollo así tipo Fidel Castro y su gusto por fusilar a los que no simpatizan con sus barbas).
  Este patriotismo (así, con minúscula) decimonónico y carpero debería mover a risa. El problema es que muchos se lo toman en serio y ven en López y Noroña a genuinos héroes (aunque sean, dirían los hermanos Marx, meros héroes de ocasión).
  Es la izquierda delirante, la izquierda histérica y estridente. El castillo de la pureza, habitado por esos puros que pueden dar risa, pero que también pueden dar miedo.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

viernes, 11 de octubre de 2013

Hugo Marmol

Esta es la visión de le era de piedra que mi buen amigo, el talentoso Eduardo Salgado, tiene de mí y que forma parte de su colección de carteles sobre personajes actuales de la cultura subterránea del DF y anexas (o algo así).  Un gran abrazo y mil gracias por incluirme, querido Eduardo.

jueves, 10 de octubre de 2013

La reina del sur

Terminé de leer La reina del sur de Arturo Pérez-Reverte. Puedo decir que me gustó a secas. Obviamente está muy bien escrita y muy bien estructurada. La trama es estupenda y  atrapa a la primera, aunque tiene varios momentos sosos y que a mi modo de ver sobran, como las largas descripciones de las embarcaciones en las que se realiza el traslado de la droga. Otro inconveniente se da cuando Pérez Reverte quiere reproducir el habla de los mexicanos; peor aún, el de los sinaloenses. Se ve que no lo asesoraron del todo bien, porque de pronto mete unos modismos que de mexicanos tienen nada.
  Pero fuera de eso, el relato fluye y nos involucra en la vida y obra de Teresa Mendoza, la reina del sur, narcotraficante de altos vuelos que hace su enorme fortuna en España. Hay personajes secundarios estupendos, desde el Güero Dávila, Santiago Fisterra y Teo Aljarafe (sus tres amantes a lo largo de la trama), hasta "La Teniente" Patricia O'Farrell y los entrañables Oleg Yasikov (tremendo y caballeroso miembro de la mafia rusa) y el Pote Gálvez, quien pasa de ser su casi asesino al más fiel guardaespaldas de Teresa. También están los villanos, como el poderoso narco sinaloense Epifanio Vargas o su gatillero desalmado, "El Gato" Fierros.
  Repito: no es una novela extraordinaria (después de leer a Tolstoi, quizá se vuelve uno más exigente), pero sí es buena (a secas) y puede leerse y ser muy entretenida. Vamos, es muy best seller.
  Como dice Román Revueltas: pues eso.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Una tarde con Jaen

Cantina "Tio Pepe".
Hoy fue una de esas tardes en verdad lindas y memorables. Quedé de verme con mi amiga Jaen, a quien sólo conocía por facebook y nos encontramos en un café del centro, cerca del Teatro Metropólitan. Nos tomamos un te chai, platicamos, pero todo fue muy rapido y decidimos pasarnos a un bar para tomar unas cervezas. Me llevó a un lugar sensacional, una cantina llamada "Tío Pepe", en pleno barrio chino, sitio muy tradicional al que -me contó ella- solía acudir William Burroughs cuando vivió en el DF.
  A pesar del ruido que hacían unos oficinistas borrachos (lo que hoy se conoce como Godínez), la pasamos muy bien. Jaen no sólo es joven y muy bonita. Se trata de una chava por demás inteligente, experta en rock realmente subterráneo de todas partes del mundo, platicadora, risueña y muy simpática. Me encantó poderla conocer en persona al fin.
  Afuera caía una tormenta y cuando salimos seguía un chipi chipi que nos mojó en nuestro camino al metro Juárez. Ella se quedó ahí y yo me seguí al cercano metrobús. Llegué a la casa como a las nueve, hecho una sopa y directo a tomar un regaderazo caliente.
  Realmente una tardenoche magnífica.

martes, 8 de octubre de 2013

Frases, datos y rock n’ roll

Dice el musicólogo Sergio Monsalvo C. que la música es sólo una de las rebanadas de ese gran pastel que es el rock y que las otras partes las conforman artes y disciplinas como la pintura, el diseño, el cine, el teatro, la danza y la literatura, es decir, en este último caso, el territorio de lo escrito. Esto es tan cierto que solemos olvidarlo y pensar que son tan sólo los músicos los que hacen al rock n’ roll (el propio Monsalvo sostiene que en México, por ejemplo, durante un largo lapso fueron quienes escriben de este género los que lograron mantenerlo con vida, más aun que los propios cantantes e instrumentistas nacionales).
  Hablar pues de la parte escrita del rock es importante y por ello resulta interesante que aparezcan libros sobre el tema, un ejemplo de los cuales es Frases, datos y rock n’ roll de Gustavo Vázquez Lozano, coedición de Algarabía Editorial y Lectorum.
  Se trata de un pequeño volumen en forma cuadrada, con doscientas sesenta y dos páginas en las que el autor recopila una buena cantidad de declaraciones, dichos, datos e informaciones debidas a o relacionadas con gente del rock, en su mayoría músicos, básicamente de los años sesenta y setenta del siglo pasado.
  “El rock n’ roll es un trabajo muy duro, más que estar en el ejército. Tu guitarra es tu ametralladora; los instrumentos que sacas de gira son tus implementos de batalla”, dice Patti Smith en una parte del libro, mientras que en otra es Janis Joplin la que expresa: “No te vendas, eres lo único que tienes”.
  Junto con varias perlas de este tipo, hay también datos demasiado obvios para cualquiera que conozca un poco de rock (como el hecho de que se acusa a “Stairway to Heaven” de tener un fondo satánico o que el baterista de Def Leppard tiene un solo brazo), pero ciertamente no se trata de un volumen para especialistas.
  En general divertido y con un diseño grato y práctico, el libro puede abrirse en cualquier página y provocar una reflexión, una sonrisa o hasta un gesto de desprecio por parte del lector. Sólo por ello, vale la pena tenerlo.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).

lunes, 7 de octubre de 2013

El final de Breaking Bad

Es verdad que la escena final del capítulo final de la temporada final (es decir, el final final) de Breaking Bad puede ser cuestionada por inverosímil (no la contaré para no echarla a perder a quienes no la hayan visto aún). Sin embargo, creo que para la mayoría de quienes presenciamos capítulo a capítulo las cinco temporadas de la serie, dicha escena nos resultó igualmente emocionante y nos la creímos por el solo gusto de creérnosla. Yo sí lancé una exclamación de sorpresa, a decir verdad.
  Pienso que a fin de cuentas lo que hay que juzgar es la totalidad de esta emisión que a lo largo de cinco años nos tuvo con el Jesús en la boca, de su perfecta factura, sus impecables guiones, sus asombrosas caracterizaciones, el estupendo y entrañable elenco, la producción, la dirección. Vince Gilligan realizó una obra maestra de la televisión. No sé si sea la mejor serie de todos los tiempos (yo lo pondría en duda), pero sí es una de las más brillantes y efectivas. La pareja de Walter White (Bryan Cranston) y Jesse Pinkman (Aaron Paul) ya forma parte de la historia de la TV y difícilmente podrá ser superada.
  Quizás uno de los grandes méritos de Breaking Bad sea su amoralidad, es decir, el hecho de no adoptar posturas falsamente éticas y no tratar de dar mensajes o lecciones para determinar lo que es bueno y lo que es malo. Porque así no es la realidad en la vida, porque en el mundo real todo es relativo, todo está lleno de matices y nadie puede determinar como una verdad absoluta lo que está bien y lo que está mal. Gilligan jamás pretendió manipular al espectador y presentó a personajes llenos de contradicciones, de psicologías complicadísimas, con motivaciones de todo tipo, con ambiciones, anhelos y culpas, tan responsables como irresponsables. Cero maniqueísmo. Por eso no podíamos aplaudir lo que hacían White y Pinkman, pero tampoco lo podíamos condenar, como no podíamos apoyar o rechazar los métodos policiacos de Hank Schrader (Dean Norris), ya que obedecían a una lógica, la suya, la del agente de la DEA obsesionado con una sola idea: la de atrapar a ese fabricante de metanfetamina azul que había causado tantos destrozos de todo tipo.
  En fin, una serie espléndida, asombrosa y fascinante en la que destaco a otro personaje que apareció en la tercera o cuarta temporada, ese joven rubio y en apariencia torpe y hasta bobalicón (Todd, interpretado por Jesse Plemons) que termina convertido en el más terrible de los demonios, un asesino a sangre fría (el capítulo en que asesina a mansalva al niño de la bicicleta es escalofriante) capaz de mostrar una admiración y un respeto irrestrictos por Walter White, su maestro y mentor, aunque no hubiera dudado en matarlo con sus propias manos.
  Si no vieron Breaking Bad, no se la pierdan. Yo sé lo que les digo.

domingo, 6 de octubre de 2013

¿Un rock en diminutivo?

El rock que se hace en México tiene casi la misma edad que el que se hace en los Estados Unidos (de donde es originario el género) y si nos ponemos estrictos, es aún más viejo que el mismísimo rock británico, tomando en cuenta que las primeras grabaciones roqueras mexicanas datan de 1958, mientras que en Inglaterra se dieron hasta principios del siguiente decenio (el skiffle no cuenta como rock). Claro que aquel rocanrol azteca era una descarada copia del yanqui y las composiciones propias (como “Yo no soy un rebelde” y “Tus ojos” de Los Locos del Ritmo o “Vuelve primavera” de los Blue Caps, por ejemplo) no eran sino la excepción que confirmaba la regla.
  Nuestro acendrado nacionalismo nos hace decir (así como afirmamos que el Himno Nacional es el segundo más bello del mundo, sólo detrás de “La Marsellesa”) que las versiones que hicieron los Teen Tops, los Rebeldes del Rock, los Crazy Boys o los propios Locos del Ritmo son mejores que las canciones originales gringas y aun si aceptáramos eso, la verdad es que no hay punto de comparación entre la poesía rocanrolera de Chuck Berry o el erotismo entre disfrazado y abierto de las letras de Little Richard con las simpáticas pero inocuas adaptaciones de Enrique Guzmán a “Good Golly Miss Molly” (“La plaga”) o Johnny B. Good” (“Ven, Johnny, ven”)”.
  El caso es que a pesar de tener más de medio siglo de existencia, el rock nacional no ha superado todavía su etapa infantiloide, cosa que podemos comprobar tan sólo con observar y escuchar lo que se hace hoy, en pleno 2013 (con sus muy honrosas aunque escasas distinciones). En la enorme mayoría de los casos, los grupos y solistas actuales difieren poco de los llamados pioneros del rocanrol. Unos y otros son músicos bastante limitados, poco creativos, imitadores (los de antes, del rock anglosajón; los de ahora, del rockpop español, argentino y chileno… y –¡oh Dios! – de la cumbia y la onda grupera), incultos (en lo musical y en lo general), simplones (basta ver o leer sus entrevistas), ramplones (basta ver sus fotos, en las que irremediablemente adoptan gestos y poses de un ridículo rampante), faltos de discurso, repetitivos, intrascendentes… y nos podríamos seguir con más calificativos.
  ¿Qué es lo que ha determinado esta situación? ¿Se trata de un mal nacional? Porque no sólo el rock que se hace en México sufre de estos síntomas. Pasa lo mismo con nuestra política (mediocre, contumaz, corrupta), nuestro cine (pedante, aburrido, pretensioso), nuestra televisión (lamentable, vulgar, oligofrénica) y hasta nuestro futbol (lento, apagado, tedioso). Harían falta estudios psicológicos, sociológicos y hasta antropológicos para definirlo.
  En el país hay músicos de altísimo nivel. Los hay en la mal llamada música clásica, en el jazz, en los géneros populares e incluso en el rock, así que no estamos hablando de una incapacidad congénita del mexicano para hacer buena música. El problema estriba en que en el medio roqueril autóctono esos buenos músicos resultan minoría y ni siquiera son los más conocidos a nivel masivo. ¿Cómo es posible que engendros como Enjambre, Panda, Juan Cirerol o Carla Morrison sean las grandes estrellas del rockcito, mientras que gente de alto nivel artístico como José Manuel Aguilera, Alejandro Otaola, Jaime López o José Cruz permanecen en un relativo ostracismo, a pesar de que su obra los avala como espléndidos autores e intérpretes?
  Hay otros muchos males que aquejan a la escena nacional del rock: empresarios avariciosos, managers sin escrúpulos, una escasez deprimente de buenos lugares para tocar, centralismo, medios oportunistas, prensa complaciente, etcétera, pero sobre todo una incultura y una falta de educación artística aplastantes.
  Los roqueritos ansían la fama pronta, el dinero fácil, el llegar lo antes posible a la radio, la televisión y las portadas de las revistas para acceder, creen, a ese paraíso que les promete sexo, drogas y rocanrol, entendido este como algo en lo que se aplica la ley del menor esfuerzo. Por eso no se dan cuenta de su medianía, cuando no de su pequeñez e intrascendencia, y van por la vida cual superestrellas de un firmamento subdesarrollado y tercermundista (o de región 4, para decirlo en términos más contemporáneos).
  ¿Estamos condenados a padecer, per secula seculorum, un rock nacional en diminutivo? Uno quisiera encontrar argumentos para decir que no, que se trata de algo momentáneo. El problema es que ese momento lleva ya más de cinco décadas. No hay, pues, mucho lugar para el optimismo. Lo bueno, por desgracia, seguirá siendo una excepción.

(Texto publicado este mes en la sección de música de la revista Nexos).

sábado, 5 de octubre de 2013

Ciudad sin ley

Está claro: el Distrito Federal se convirtió en una ciudad sin ley. Ello quedó más que evidente este miércoles 2 de octubre, cuando buena parte del Centro Histórico de la urbe se transformó en campo de batalla en el que grupos violentos pudieron hacer y deshacer a sus anchas, sin que las llamadas fuerzas del orden pudieran intervenir debidamente para detenerlos. Es verdad que, al contrario de ocasiones anteriores –cuando anarcopunks o sectores radicales de la CNTE agredieron con absoluta impunidad a la policía, mientras ésta no hacía otra cosa más que tratar de protegerse con sus escuditos–, esta vez los granaderos respondieron con cierta beligerancia, sólo para que en las redes sociales aparecieran varios videos que mostraban a algunos de ellos como abusivos agresores.
  Es decir, si veinte anarcopunks patean en el suelo a un policía o hacen arder sus ropas con una bomba molotov, nadie se indigna en dichas redes. En cambio, si un gendarme fuera de sí agarra a cascazos a algunos detenidos, el grito de “¡represión, represión!” no se hace esperar y hasta las comisiones de derechos humanos intervienen para denunciar al furioso uniformado y generalizar para decir que los polis todos actuaron como bestias (cuando, francamente, en numerosos videos se ven más bestias los del otro lado).
  Alguien escribió en facebook que lo del pasado miércoles puede compararse con lo sucedido cuarenta y cinco años atrás en Tlatelolco, lo cual sería como equiparar a un charquito con la mar océano. Para empezar, en 1968, los manifestantes no atacaron a las autoridades. En cambio, hubo un grupo paramilitar, el tristemente célebre Batallón Olimpia, que abrió fuego contra una multitud inerme y contra los soldados ahí presentes, quienes respondieron a la agresión y causaron que mucha gente cayera en medio del fuego cruzado. Aquello fue un infierno en el que hubo decenas de muertos; lo de hace tres días, apenas una serie de escaramuzas con algunos pocos heridos de ambos bandos. Escaramuzas que, sin embargo, muestran al DF como un territorio fuera de la ley, en el que no se siente el peso de la autoridad que elegimos en julio de 2012. Me pregunto hasta cuándo.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

viernes, 4 de octubre de 2013

Un desayuno y una comida

Desveladísimo y desmañanado, desayuné con Adolfo Cantú esta mañana, en el Vips cercano a mi casa. Muy agradable todo, como siempre con el Bo, a pesar de que me sentía medio zombi. Regresé a darme un baño y dormí una hora más, lo cual sirvió para reponerme y lanzarme a las dos rumbo al centro de Coyoacán, donde me encontré con Denisse y fuimos a comer pizza a un lugar llamado Pizza Amore. Servicio lentísimo, pero las pizzas están ricas (pedí una rebanada de queso con orégano y otra de jamón serrano con higo). Muy grata la charla con la Dení. Al salir, paseamos un rato por el centro de Coyoacán, platicamos mucho, nos pusimos al día y me compré unos bisquets en un café de chinos. Caminamos hasta Miguel Ángel de Quevedo, donde ella se fue a su casa y yo regresé en micro y metrobús. Todo padre. Ya en la noche, terminé de ver la quinta temporada de Breaking Bad en Cuevana. Esto ya lo comentaré más en extenso en los próximos días.

jueves, 3 de octubre de 2013

Misa

Como no pude ir al velorio de mi tía Esperanza, hoy acudí a la iglesia que está sobre Periférico Sur, enfrente de Perisur, a la altura del cerro de Zacatépetl (ver foto), para asistir a la misa en su memoria y al depósito de sus cenizas en una de las criptas de la misma iglesia.
  En la gigantesca capilla me reuní con mis primos Gustavo, Martha y Marcela, con mis hermanas Myrna e Ivette, con mis también primos María Fernanda, Margarita, Ricardo y Yolanda ("La Chiquita") y varios sobrinos y conocidos. Todo fue sencillo y emotivo. Me dio gusto haber podido estar ahí. Ahora las cenizas de mi tía están al lado de las de su esposo (Juan Szeman), mi tío Gustavo, mi abuelita Lupe y mi bisabuela, "La Tella".

miércoles, 2 de octubre de 2013

El riff y cómo lograrlo

Al escuchar el fabuloso riff que recorre, a lo largo de cuatro minutos y medio, ese tema francamente irresistible que es “Do I Wanna Know?”, con el que abre el flamante álbum AM de los Arctic Monkeys (cuya reseña publiqué hace ocho días en esta misma columna), no puedo menos que pensar en lo importante que resulta que Alex Turner y compañía rescaten ese elemento musical básico en la historia del rock.
  Podríamos definir al riff como una figura instrumental esencial (aunque no exclusivamente) construida por medio de la guitarra que se repite desde el inicio y a lo largo de una canción y que le da fuerza e identidad. Por si la definición no es muy clara, vayamos a algunos ejemplos de grandes riffs. Entre los más celebres están, a golpe de memoria, los de “(I Can’t Get no) Satisfaction” de los Rolling Stones, “Johnny Be Good” de Chuck Berry, “Paranoid” de Black Sabbath, “Purple Haze” de Jimi Hendrix o “You Really Got Me” de los Kinks. También podemos mencionar riffs como el de “Black Dog” de Led Zeppelin, “All Right Now” de Free, “Back in Black” de AC/DC, “Sunshine of Your Love” de Cream, “Layla” de Derek and the Dominos, “Young Man Blues” de The Who, “Enter Sandman” de Metallica”, “Smoke on the Water” de Deep Purple, “Sweet Child O’Mine de Guns n’ Roses, “Smells Like Teen Spirit” de Nirvana, “Walk This Way” de Aerosmith y hasta “Birthday” de los Beatles (aparte de muchos más que usted, estimado lector, tendrá en su gusto y en su memoria).
  Con el advenimiento de los sintetizadores y las cajas de ritmos, poco a poco se fue perdiendo la idea de crear riffs y en especial a lo largo del nuevo siglo es algo que en general se ha diluido y que muchos identifican incluso como algo anticuado y anclado en el pasado. Es posible que en la historia del rock nacional haya algunos riffs por ahí perdidos, pero dudo que exista uno que se haya convertido en un clásico.
  Es importante que Arctic Monkeys mantenga esa rica tradición y sea capaz de crear riffs memorables. Hay buenas costumbres, aun en el rock, que no deben perderse.

(Mi columna "Gajes del orificio" de esta semana, publicada el día de ayer en la sección ¡hey! de Milenio Diario).

martes, 1 de octubre de 2013

La tía Esperanza

Mi tía Esperanza (abajo a la derecha) durante
su último cumpleaños, en marzo pasado.
Era algo cuyo desenlace ya se esperaba. Tenía noventa y ocho años de edad y los meses más recientes su estado era más bien triste, aunque no tenía enfermedad grave alguna. Fue el deterioro del tiempo lo que hizo que hoy, poco después del mediodía, diera el último suspiro.
  Mi tía Esperanza García Ayala era la hermana mayor de mi papá y hoy se fue a reunir con él, con sus hermanos Gustavo y Luis, con sus hermanastros Emilio y Evangelina, con su esposo Juan y con sus padres, mis abuelos, Emiliano y Guadalupe. Ya está con ellos, ya descansa a su lado en algún lugar. No dejó hijos, aunque de una y muchas maneras adoptó como tales a mis primos Gustavo, Martha y Marcela, quienes estuvieron con ella hasta el final.
  Ya escribiré sobre su persona en mi blog Pretérito imperfecto y contaré cómo fue mi relación con ella a lo largo de mi vida. Por ahora, sólo un recuerdo de la tía Esperanza y su larga y peculiar vida.
  Descanse en paz.