domingo, 1 de julio de 2007

Guat e nait (II)

Anoche fui con L a ver a Monocordio al Hard Rock Live de Polanco. Alternaban con Canseco, un grupito que toca ese pop insulso al que por razones de mercado se le llama indie y al que por causas francamente absurdas los organizadores pusieron como banda principal de la noche. Nada que ver entre la música sensible y llena de riqueza melódica, armónica y rítmica de Monocordio (a pesar del mal sonido del lugar) y ese sonido idéntico al de tantos y tantos grupos actuales de los tijuanenses (ya escuché su disco y es insufrible). En el Hard Rock me topé con M, quien iba acompañada por un mutuo amigo. Hace seis meses me hubiera traumado, los celos hubiesen hecho presa de mí, pero ahora los saludé como si nada. Además yo iba con la preciosa L, quien cada vez me parece una mujer más espléndida. Abrió Monocordio, pues, y lo hizo muy bien. La gente que medio llenó el lugar se mostró entusiasmada (con excepción de cuatro monitos y monitas de inequívoco acento norteño, quienes ocupaban una mesa y no dejaban de gritar “¡Can-se-co, Can-se-co!”, como si de un partido de futbol se tratara). Una hora duraron Fernando Rivera Calderón y los suyos en el escenario (pienso que deberían aprovechar más la presencia instrumental de Alejandro Otaola). Una buena cantidad de gente se retiró (¿no querían ver a Canseco?) y como veinte (que no queríamos ver a Canseco) nos fuimos a los camerinos para saludar a los cuates. Todo estuvo muy a gusto y en eso nos invitaron a seguirla en la casa de Juan, el bajista de San Pascualito Rey, quien festejaba su cumpleaños. Eduardo Limón, L y yo nos fuimos con Claudia y Fernando Rivera en el carro de estos dos, con tan mala suerte que antes de llegar a Reforma nos detuvieron los policías de un retén. Aunque los uniformados primero se mostraron como gente civilizada y decente, no tardaron en mostrar los dientes y amenazar con llevarse el coche al corralón. Doscientos cincuenta pesos fue el precio de la mordida. Que viva la policía perredista. Total, que con bastante mal humor llegamos a la fiesta, en la calle de Ámsterdam, en plena colonia Condesa. Mucha gente. Saludé al anfitrión, a Pascual, a Marcos –el manager de SPR- a Alonso Arreola y a varias personas más. No había cervezas ya, nos cooperamos y Adrián López (guitarrista de Monocordio) más otros valientes se lanzaron a comprarlas. En algún momento llegó M, con el amigo mutuo, y sólo por unos segundos sentí cierto malestar que se me pasó en seguida. M iba cansadísima y se retiró al poco rato. Por supuesto que la sigo queriendo muchísimo, pero ya desde otro plano. La gente empezó a retirarse. Por ahí de las tres de la mañana, de nuestro grupo de amigos ya sólo quedábamos L y yo. Decidimos pedir un taxi e irnos a comer unos tacos al pastor al Califa -en la calle Alfonso Reyes- que como siempre estaba llenísimo, a pesar de la hora (o tal vez por eso). Todo muy bien. L es una delicia de mujer, llena de inteligencia, simpatía y hermosura. Pedimos un nuevo taxi, la llevé hasta la Zona Rosa (donde en un sitio tomó otro carro de alquiler para irse a su casa, al norte de la ciudad) y yo me regresé a mi deptito de la Nápoles, en sabrosa charla con el taxista, un señor septuagenario muy simpático y con cierto aire a Boris Karloff, aquel actor de viejas cintas de terror hollywoodenses. Una noche en verdad muy entretenida y poliédricamente reveladora.

3 comentarios:

  1. Fue una de esas noches donde se te juntas personas de dimensiones diferentes...

    Se me antoja un chingo ver tocar a Monocordio.

    ResponderBorrar
  2. esas noches como se disfrutan! pese a los retenes y esas cosas, la compañía y el ambiente son invaluables

    me creerás que nunca he escuchado a Monocordio?

    ResponderBorrar
  3. Por suerte son noches que a últimas fechas han sido más o menos frecuentes. Busquen escuchar a Monocordio. Es un rock pop fino y muy poco usual por estos lares.

    ResponderBorrar