Siempre me ha llamado la atención, desde la época de
La Mosca, cuando me
atacaban los fanáticos del rockcito nacional, y luego en
Milenio o en
las redes sociales, que cuando a ciertas personas no les gusta lo que
escribo, me atacan en lo personal, me denuestan y me llenan de falsos y
de improperios. Lo que nunca hacen –y esa es mi principal extrañeza– es
rebatir lo que escribo y me parece que es lo que deberían hacer:
contraargumentar con razones. Pero no: se van por el fácil y burdo
expediente del insulto y la descalificación del mensajero sin hacer
referencia al mensaje que los indignó. Así las cosas.
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