Debe haber sido por ahí de 2007. Yo salía de Editorial Toukán, en la
calle de San Borja, y para caminar hacia el Eje 5 me dispuse a cruzar de
una banqueta a otra. Para ello, miré hacia mi derecha, ya que los
carros ahí circulan de oriente a poniente. Justo al dar el primer paso,
escuché un chiflido muy fuerte que me hizo detenerme de golpe. A escasos
centímetros me pasó por enfrente un ciclista que iba a toda velocidad y
en sentido contrario (es decir, venía desde mi izquierda). Si no me hubiera detenido, el tipo me habría arrollado con un golpazo que no sé qué consecuencias hubiese tenido.
Lo cuento porque veo que hoy se habla en las redes de los derechos de
los ciclistas, pero no de sus obligaciones. Aquel día me salvé porque
reaccioné a tiempo que si no, el imbécil que pedaleaba en sentido
contrario me hubiera dado en toditita mi máuser.
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