Hace once años, publiqué en la revista
Milenio Semanal
(No. 152, agosto 7 de 2000) un artículo con el cual trataba de probar que
Alejandra Guzmán era la única verdadera rocanrolera mexicana. En aquellos días,
tamaña idea sonaba escandalosa y hoy, a la luz de su inenarrable colaboración
con Moderatto, puede que suene aún peor. Sin embargo, si analizamos bien las
cosas, tal vez la tesis no resulte tan descabellada.
Desde un
punto de vista musical, es claro que la hija de Silvia y Enrique jamás ha
cantado rock, a pesar de contar con una voz ideal para hacerlo. Lo más cercano
quizá sea su edulcorada versión al tema “La plaga”, cuya letra en español
escribió su propio padre a finales de los años cincuenta del siglo pasado,
cuando era el front man de los Teen Tops. Fuera de ahí y a pesar de que el
periodismo (es un decir) de espectáculos la llame eufemísticamente La reina del
rock, lo suyo lo suyo ha sido siempre lo más popero de la música pop. Eso en lo
musical. Sin embargo, en la vida real, no creo que exista una cantante nacida
en Mexicalpan de las Tunas que pueda presumir un más destacado palmarés en los
terrenos de aquello que ha distinguido a tantos verdaderos rocanroleros a lo
larga de la historia, ese mantra que reza “sexo, drogas y rocanrol”. Aquí sí ni
quien se le acerque a la Guzmán, cuyos escándalos, perfectamente documentados a
lo largo de los más recientes años, han dado material de sobra para alimentar
el amarillismo de la prensa rosa (valga la colorida paradoja).
¿Qué son
las actuales roqueras mexicanas frente a la cuarentona intérprete de “Verano
peligroso” y “Eternamente bella”? ¿Qué son sino fresitas del campo y de la
corrección sociopolítica y musical? No hay roqueras mexicanas que puedan
competir en actitud con Alejandra.
Kenny es
cada vez más una caricatura de sí misma (quiero suponer que ya no trata de
presumir sus alicaídas glándulas mamarias a cada paso…, aunque quién sabe).
Julieta Venegas de plano renegó del rock y se inscribió con buena fortuna en la
música popular. Ely Guerra ahora canta boleros con arreglos orquestales híper
cursis, lo mismo que la Lafourcade (quién luego de un buen primer disco no ha
vuelto a dar pie con bola) y la híper nerd y sobrevalorada Lo Blondo.
Mi estimada
Jessy Bulbo sigue en lo mismo, las Ultrasónicas son un simpático recuerdo, Nina
Galindo y Tere Estrada pertenecen a la prehistoria rupestre y chavas
rocanroleras como Teri Gender Bender (alias Teresa Suárez), de Le Butcherettes,
siguen empeñadas en cantar en inglés “para trascender internacionalmente”
(ajá).
Podría
poner mis esperanzas en la banda femenina Ruido Rosa, cuyo tema “Dentro” me
entusiasma en verdad. Pero aún no he tenido acceso a su disco y no me atrevería
a dar una opinión definitiva.
Con todo,
me parece más interesante y más rico lo que hacen las roqueras nacionales a lo
que hacen la mayoría de sus colegas del sexo masculino, cuya insistencia por
imitar al rockpop argentino o a la música grupera continúa tristemente
imperturbable.
No
obstante, la sombra de Alejandra Guzmán persiste y domina el panorama; más en
lo extramusical, por supuesto, aunque no deja de ser un tanto cuanto absurdo
que una cantante que jamás ha cantado rock sea a nivel masivo nuestra “reina”
del rock.
México
sigue siendo un país surrealista, qué duda cabe.
*Publicado este mes en mi columna "Bajo presupuesto" de la revista Marvin.