martes, 23 de diciembre de 2008
Mis ídolos: 4. Chuck Jones: El anti Disney que todos llevamos dentro
Quienes nacimos a mediados de los cincuenta somos quizá la primera generación plenamente influenciada por el poder de la televisión. Nuestra infancia transcurrió cuando dicho medio (el cual aún no era bautizado con el idiota título de "la caja idiota") empezaba a invadir -en glorioso blanco y negro- la intimidad de las salas de nuestras casas. Digamos que a la mitad de los años sesenta, cuando éramos unos chavitos de nueve, diez u once años, la tele se significó como parte muy importante de nuestras cándidas existencias. Era la época de programas nacionales como El Club Quintito, La Pandilla (narrada maravillosamente por Genaro Moreno), Las Aventuras de Chabelo, Los Juguelotes de Gamboín, Estrellas Infantiles Toficos, El tío Herminio, Chucherías y el Teatro Fantástico de Enrique Alonso, así como de series gringas como Disneylandia, Reino Salvaje, Los Munsters, Los Locos Addams, Hechizada, Mi Bella Genio, La Isla de Gilligan, El Súper Agente 86, Perdidos en el Espacio, Rumbo a lo Desconocido, Tierra de gigantes, El tunel del tiempo y tantas otras, incluidas, por supuesto, las caricaturas. Súper Ratón, Don Gato y su Pandilla, Popeye el Marino, Los Picapiedra, Los Supersónicos eran algunas de ellas, todas sensacionales pero ninguna tan desquiciada y divertida como El Show de Porky (con sus derivaciones posteriores que no eran sino lo mismo: El Show de Bugs Bunny y El Show del Correcaminos.
Quienes disfrutábamos de aquellos demenciales dibujos animados (los cuales contaban además con un doblaje estupendo), no tardamos en hacernos fanáticos de personajes como el Gato Silvestre, el Pato Lucas, Porky, Bugs Bunny, Elmer Gruñón, Quique Gavilán, el Gallo Claudio, el Coyote e incluso entes odiositos como Piolín o el propio Correcaminos. El sadismo implícito y explícito de esas irreverentes caricaturas nos proporcionaba un placer que de ninguna manera nos parecía enfermizo (¿quién carajos se cuestiona esas cosas a los diez años?) y que ningún analista de la televisión señalaba tampoco (por suerte no eran todavía las épocas de libros mañosamente "antiimperialistas" como Para leer al Pato Donald de Ariel Dorfman y Armand Mattelart).
El nombre de Chuck Jones aparecía siempre en los créditos de cada caricatura y se nos hizo tan familiar como el de Walt Disney o el de Walter Lanz (el de El Pájaro Loco), pero como -al contrario de los dos mencionados- nunca aparecía en pantalla, jamás que yo recuerde nos interesó averiguar quién o cómo era ese señor. Por tanto, es de elemental justicia rememorarlo de un modo reivindicatorio (falleció el 22 de febrero de 2002, a siete meses de cumplir noventa años de edad).
Chuck Jones nació el 21 de septiembre de 1912, en Spokane, Washington, pero se crio en Hollywood. Ahí, tuvo la oportunidad de relacionarse con comediantes de la talla de Charles Chaplin y Buster Keaton, ya que trabajó como niño actor en la compañía de Mac Sennett. Ya de adolescente, dejó la actuación para dedicarse a su verdadera vocación: el dibujo. Comenzó literalmente en la calle, donde por un dolar hacía retratos a lapiz de transeuntes, para luego entrar a trabajar con Disney en la tediosa labor de limpiar acetatos. Inquieto y rebelde, no logró acomodarse a la ortodoxia del creador de Mickey Mouse, quien en alguna ocasión le preguntó qué puesto le gustaría ocupar en su estudio. Jones respondió con cínica tranquilidad: "El tuyo".
En 1936, Chuck entró al estudio de Leon Schlesinger y ahí conoció a quien sería su principal maestro en la animación: Friz Freleng. Pronto la Warner compró el estudio y Jones se integró a un equipo de singulares dibujantes y guionistas, quienes empezaron a producir cortos de animación verdaderamente delirantes. Apenas dos años más tarde, dirigiría su primera obra: The Night Watchman. Durante los siguientes veinticinco años, el genial animador realizaría más de trescientas caricaturas con los personajes que él creó y que la Warner sigue explotando hasta la fecha.
Curiosamente, cuando esas caricaturas empezaron a transmitirse en México, el estudio de dibujos animados de la Warner ya había cerrado. Esto sucedió en 1962 y Jones regresó por breve tiempo con Disney, para pasar poco después a la MGM, empresa para la cual produjo la serie Tom y Jerry. Sin embargo, a pesar de que esta emisión era igualmente salvaje y violenta, carecía de la gracia agridulce de sus Looney Toones. Más tarde, el hombre fundaría su propia compañía (Chuck Jones Enterprises), con la que produjo películas animadas de poca monta, como Rikki Tikki Tavi y La foca blanca.
La verdadera obra de Chuck Jones, la más importante y trascendente, se encuentra entonces en sus breves caricaturas de menos de diez minutos. Uno recuerda decenas o incluso centenas de imágenes en las cuales los deliciosos villanos (Silvestre, Elmer, el Coyote, etcétera) ven frustrados una y mil veces sus planes para atrapar a los sangroncísimos pájarracos que se burlan de ellos. Un dato interesante estriba en el rechazo que Jones sentía por la tecnología moderna y toda su parafernalia. Esto lo reflejó en los aditamentos de la famosa marca ACME, con los cuales el pobre Coyote siempre terminaba masacrado al tratar de utiilizarlos para cazar al insoportable Correcaminos. Era como una matáfora ludista, una protesta irónica en contra de los avances tecnológicos que de golpe se vuelven inmanejables, contraproducentes y hasta mortales.
Chuck Jones fue un genio de la animación. A mi modo de ver, si no el más grande, sí el más entrañable. Sus personajes, falsamente inocentes, son de una crueldad exquisita y buena parte de ellos reivindica con creces el heroismo de quienes siguen (¿seguimos?) empecinados en lograr lo imposible: capturar al fin a la huidiza y mañosa presa, a pesar de tener a todas las circunstancias en contra.
¡E-e-e-e-eso es todo, amigos!
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4 comentarios:
que buena nota maestro... yo también soy fan a morir de los Looney Toons que le quitaban un poco la ñoñez a las caricaturas como muy bien lo señala... Desgraciadamente los estudios Warner actualmente (o bueno no sé, hace tiempo que no veo caricaturas contemporaneas) explotan esa fórmula de incorrección e ironía tan a la fuerza que pierde todo sentido )El Crítico, Animaniacs, Tiny Toons, etc... a esos me refiero). Señalar aparte la impecable musicalización de estos clásicos con sonidos de alientos o cuerdas dependiendo de los movimientos en la pantalla... una genialidad!!!
Y las series de Combate, El fujitivo, Tarzan, La bruja Maldita, Noches Tapatias, y un monton mas que se me van en este momento. Muy buen poste.
pero señor Michel para mi el mejor trabajo de Charles Jones fue con Tom y Jerry, cuando con los años de experiencia aplicó una dirección de animación mas fluida y aplicó su sello personal (como que los créditos se fusionaran con el comienzo de la trama, lo cual no he vuelto a ver) pero todo es relativo asi que asi sea.
Todas las caricaturas de PEPE LE PEW, el zorrillo apestoso de Chuck Jones:
http://www.taringa.net/posts/tv-peliculas-series/3279080/Pepe-Le-Pew-(Pepe-Le-Puff,-el-zorrillo-apestoso).html
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