Es esta la segunda obra de Simone de Beauvoir que leo en 2024 y, de hecho, la segunda suya que leo en mi vida. En este caso se trata de un libro de memorias publicado en 1963, el segundo de cinco. Preferí empezar con este segundo volumen (el primero es Memorias de una joven formal, de 1958, el cual está en mi lista de espera) porque me interesaba mucho conocer la vida de la escritora en los años que abarca, es decir, de 1928 a 1944, justo la etapa en la que escribió su primera novela, La invitada (1943), que ya reseñé hace unas semanas. Además, me interesaba mucho saber cómo vivieron ella y Jean-Paul Sartre la ocupación de París (y de la mitad norte de Francia) por parte del ejército nazi entre 1940 y 1944. Debo decir que el texto me satisfizo con creces y llenó todas mis expectativas. Es un gran libro. Muy profundo y prolijo. La escritura de De Beauvoir es siempre clara, excelente, reveladora, entretenida. Cierto que se vuelve un tanto lenta, un tanto densa, cuando se mete en disquisiciones filosóficas, pero en general se trata de un libro lleno de amenidad. Su retrato del París de los años treinta, de todos los personajes con los que ella y Sartre convivían (Albert Camus, Paul Nizan, entre muchos otros); de los cafés a los que cotidianamente asistían (el “Dome”, “La Coupole”, el “Café de Flore”, “Les Deux Magots”); los viajes que realizaron a provincia o a otros países (Alemania, Grecia, España); las películas que iban a ver y su preferencia por el cine extranjero (Chaplin, las películas hollywoodenses), ya que el cine francés de la época les parecía infecto; incluso detalles en apariencia banales, como cuando se puso en boga jugar al yo-yo (“André Gide era muy hábil en el yo-yo, era el juego de moda y hasta hacía furor... La gente paseaba por las calles con un yo-yo en la mano, Sartre se ejercitaba en el juego con un empeño sombrío”). Pero también reflexiona sobre la posibilidad de ser arrestada o perder la vida durante la ocupación alemana (“La idea de morir ya no me parece nada escandalosa...; sé demasiado bien que de todas maneras uno es siempre un muerto al que le han dado un plazo”). La narradora habla abiertamente del proceso que la llevó a escribir La invitada y de como se trata en efecto de la historia del triángulo amoroso que vivieron ella, Sartre y Olga Kosakievics, quien aparece constantemente en La plenitud de la vida, publicado por cierto originalmente en francés como La force de l’âge (La fuerza de la edad). En síntesis, una obra apasionante, una exploración profunda de la vida interior de De Beauvoir, de su visión de la vida –de la existencia– y la libertad. Queda claro que la recomiendo ampliamente.
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