“¡Peñanietista, priista, vendido, chayotero!”, me estarán diciendo en
estos momentos mis amorosos trolls. Pero ni modo: yo no veo tan grave el
affaire de los tres libros que nunca marcaron la vida del precandidato del PRI,
como tampoco veo tan grave que Ernesto Cordero no haya sabido aprovechar la
oportunidad de darle un rasguñito a su alejado rival o que AMLO haya salido con
que su libro junto al buró de la cama es la Constitución mexicana (aunque horas
después haya querido enmendar la plana, ya bien asesoradito).
El dramón
que han hecho muchos me parece de una ridiculez supina, sobre todo porque estoy
seguro de que mínimo el noventa por ciento de quienes se escandalizan por la
falta de cultura libresca de los políticos, tampoco son asiduos lectores y
difícilmente habrían podido responder de golpe la famosa pregunta del
corresponsal español de El Mundo. México es un país que no lee y que en cambio
ve mucha tele. Asumámoslo: las grandes mayorías están más pendientes del Canal
de las estrellas que de las novedades en la Gandhi o El Parnaso. Eso es triste,
tristísimo, pero pregunte al azar, en la calle, quién es el Chavo del Ocho y
quién es Pedro Páramo y verá lo que le responden en la gran mayoría de los
casos.
No nos
desgarremos las vestiduras. Nuestra clase política es inculta porque el país es
inculto… y a la visconversa. Es un círculo vicioso que no se va a romper a
corto o mediano plazos y tal vez tampoco en el largo. Mejor cada uno leamos
dos, tres…, muchos libros y a lo que sigue.
1 comentario:
Justo esta es mi opinión sobre el asunto. Sí, es una vergüenza que Peña Nieto tenga tantos asesores y que nadie le preparara una tarjeta con una lista de libros, o algo así. Me parece que también es triste el nivel de cultura y educación (escolar y no escolar) de los políticos mexicanos; pero, me parece más triste que la población en general, también funciona así, que la lectura haya sido desplazada no sólo por la televisión, sino por las redes sociales, porque la gente dice no tener tiempo para leer, pero pasan horas frente a la computadora leyendo tonterías. Las prioridades son otras y, mientras no haya un cambio en cada persona, tampoco es congruente exigir un cambio en los políticos.
Eso sí, creo que los que somos lectores y vivimos la lectura como una parte indispensable de nuestra vida, podemos indignarnos, pero los demás: ¡pónganse a leer!
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