domingo, 30 de junio de 2019

Filosofía Soprano


sábado, 29 de junio de 2019

Transmutación en clave de Peanuts


viernes, 28 de junio de 2019

The Warning: el secreto mejor guardado del rock en México


Muchos lectores recordarán que por allá de 2014, apareció en YouTube el video de tres lindas y talentosas niñas en un estudio casero de ensayo, interpretando una versión sensacional, llena de energía y con una perfecta ejecución de la canción “Enter Sandman” de Metallica.
  Las chiquillas eran hermanas y tenían escasos 14, 12 y 9 años de edad. Se trataba de Daniela, Paulina y Alejandra Villarreal, originarias de la ciudad de Monterrey, Nuevo León. El video había sido subido por ellas para que sus abuelitos pudieran ver cómo tocaban. No había otra pretensión y sin embargo…
  La interpretación comenzó a hacerse viral de la manera más vertiginosa y en menos de un año tenía ya siete millones de vistas en todo el mundo (hoy tiene cerca de doce millones). Fue tanta la difusión que el propio James Hetfield, guitarrista y vocalista de Metallica, lo recomendó. Tal fue su éxito que fueron invitadas al programa de la popular conductora estadounidense Ellen DeGeneres, quien no sólo quedó impresionada, sino que donó diez mil dólares a cada una de las chicas para que tomaran un curso de cinco semanas en el Berklee College of Music, quizá la universidad privada de música más importante del mundo, situada en Boston, Massachusetts.

  Cinco años después, The Warning está convertido en el secreto mejor guardado del rock que se hace en México, aunque por fortuna ese secreto está siendo develado cada vez más y el grupo se ha establecido ya como un power trío impresionante, con un EP y dos álbumes grabados de manera independiente y una treintena de composiciones propias de una perfección musical y rocanrolera verdaderamente asombrosa.
  Daniela Villarreal (19 años, guitarra y voz), Paulina Villarreal (17 años, batería y voz) y Alejandra Villarreal (14 años, bajo y voz) han hecho de The Warning una agrupación sólida y perfectamente integrada, con un sonido duro, potente, agresivo, pero a la vez dúctil y lleno de matices. No sólo eso. Lo más importante, a mi modo de ver, es que esas tres jovencitas han rescatado el verdadero espíritu del rock, su esencia misma. Lejos de dar concesiones y buscar el éxito fácil, lejos de tratar de integrarse a la industria y aceptar las exigencias de la comercialización, han mantenido una admirable línea independiente y eso les ha permitido hacer arte con una autenticidad que en estos tiempos resulta no sólo extraordinaria sino conmovedora.
  De ellas ha dicho el video reseñista norteamericano Ryan Rebalkin: “No puedo entender cuál ADN corre por sus venas. Parecería que los dioses del Olimpo del rock, como Jimi Hendrix y John Bonham, hubiesen bajado a la Tierra y dijeron: ‘Vean, el mundo ha perdido el espíritu rocanrolero. Daremos a estas tres niñas nuestro ADN para reencarnar en ellas’”.
  Concuerdo con lo dicho por Rebalkin. No exagera en absoluto. En una época en la que las nuevas generaciones, incluidas la de los millennials y la llamada generación Z, a la que pertenecen las hermanas Villarreal, gustan mayoritariamente del pop y de la música fabricada por medio de recetas y fórmulas preestablecidas, surge The Warning sin más elementos instrumentales que una guitarra eléctrica, un bajo y una batería. No hay en sus grabaciones y en sus actuaciones en concierto el menor uso de tecnologías ultrasofisticadas ni el abuso de efectos de sonido artificiosos. Aquí todo es como es y como debe ser. Sus composiciones están construidas con una sabiduría asombrosa, sobre todo al tratarse de personas tan jóvenes. Es el suyo un rock genuino que abreva del rock duro de fines de los sesenta y principios de los setenta, pero con ecos que remiten de pronto a algunos guiños ochenteros y también al rock de los noventa, en especial al grunge. De ese modo, así como podemos reconocer influencias de Hendrix y de Black Sabbath, de Led Zeppelin y de Deep Purple, también está en ellas mucho de lo mejor que ha dado el heavy metal a lo largo de su historia, incluido el thrash de Metallica o el rock seco de AC/DC, pero igualmente hay ecos de Pat Benatar, Patti Smith, Soundgarden, Faith No More y Nirvana (su más reciente composición y la primera que escriben con letra en español, la estupenda “Narcisista”, es algo así como si la antigua Cecilia Toussaint cantara una pieza de Kurt Cobain).

  Ya que hablamos del idioma en que cantan las integrantes de The Warning en sus discos, el inglés, y dado que como crítico siempre he cuestionado con acritud a los grupos mexicanos que hacen sus canciones en esa lengua, justificar a The Warning podría parecer una contradicción de mi parte. Lo es en buena parte. No obstante, en este caso pienso que la manera de componer de las tres regiomontanas es más natural, no sólo porque desde muy pequeñas y por influencia de sus padres básicamente han escuchado rock estadounidense y británico, sino porque además han vivido o viven en Texas y dominan el inglés tanto como el español. Eso se nota en la construcción de sus letras y en la manera de interpretarlas: saben lo que están diciendo al cantar, al contrario de muchas banditas nacionales que, en la inútil búsqueda de una ilusoria internacionalización, realizan pésimas letras en un inglés que a todas leguas se nota que no dominan y que pronuncian de un modo fatal. Todo lo contrario a Daniela, Paulina y Alejandra Villarreal que son tan anglo como hispanoparlantes, no por nacimiento en el primer caso, pero sí debido a su situación geográfica y su notoria facilidad para los idiomas. Y ellas sí están logrando la internacionalización, además de que ya empezaron a componer en español con gran fortuna.
  Tres son las grabaciones de The Warning hasta el momento. El EP Escape the Mind (2015) con cinco canciones originales, un trabajo interesante pero que no permite escuchar aún el sonido actual del trío. De hecho, suena más a rock pop que al rock duro que hoy lo distingue. Sin embargo, es un primer paso que ya muestra sus capacidades creativas, instrumentales y vocales y que cuenta con la excelente canción “Free Falling”.
  Con XXI Century Blood (2017) ya estamos hablando de otra cosa. El primer larga duración de The Warning es toda una revelación desde el primer corte, el explosivo tema hómonimo “XXI Century Blood”, del cual existe un muy buen video. Un gran tema que da pie a varios más de los trece de que consta el disco, entre ellos uno que ya es un clásico absoluto del grupo: “Survive”. Destacan también “Shattered Heart”, “When I’m Alone”, “Unmendable”, “Copper Bullets” y “River’s Soul”. Aparte de los tres instrumentos característicos del power trio, hay aquí guitarras acústicas y pianos que son tocados por cada una en diferentes momentos.
  Pero lo mejor de The Warning (hasta ahora, por supuesto) habría de llegar un año después, a fines de 2018, con la aparición del álbum Queen of the Murder Scene, una verdadera obra maestra en la historia del rock que se hace en México. Avanzando a pasos agigantados, las hermanas Villarreal entregaron un trabajo impecable, mucho mejor producido, con un sonido asombroso, un estilo consolidado y composiciones extraordinarias como “Dust to Dust”, “Crimson Queen”, “Ugh”, “The One”, “Stalker”, “Red Hands Never Fade”, “The Sacrifice”, “Sinister Smiles”, “Dull Knives (Cut Better)”, “Queen of the Murder Scene”, “P.S.Y.C.H.O.T.I.C.”, “Hunter” y “The End (Stars Always Seem to Fade)”. ¿Que mencioné los trece cortes del disco? Justamente eso hice, porque los trece son fantásticos.

  Todavía hace unas semanas, The Warning dio una nueva sorpresa: su primera canción en español. Había dudas al respecto. ¿Lograrían adaptarse a nuestro idioma, es decir, al suyo propio, sin traicionar su estilo. La respuesta es felizmente afirmativa: “Narcisista”, su flamante sencillo, es una muy buena pieza de rock sólido y con los ganchos suficientes para hacerla memorable.
  ¿Quién iba a imaginar que aquellas niñas que tocaban (y muy bien) covers de Metallica o Mötley Crüe y que se habían iniciado en la música estudiando piano clásico, hasta que una Navidad, siendo aún muy pequeñas, recibieron como regalo la primera versión del Rock Band y se descubrieron como una potencial agrupación de rock iban a alcanzar semejantes alturas antes de llegar a los veinte años de edad?
  Pero ahí están, listas para comerse al mundo desde una decidida y convencida posición de independencia (han recibido diversas ofertas de parte de la industria y han rechazado cada una de ellas por pretender cambiarlas, condicionarlas, limitarlas).
  The Warning es el secreto mejor guardado del rock que se hace en México y es urgente que sean conocidas por el público. Gracias a ellas podemos hablar de que el rock no ha muerto en el mundo, a pesar de la plaga de la sobreproducción, la digitalización y la artificialidad industrial. Muchos consideran a estas tres jóvenes como una esperanza para el género desde sus más sólidas y auténticas raíces. No tengo la menor duda de que no sólo cumplirán con esa esperanza sino que todavía nos regalarán muchísimas cosas asombrosas.
  ¿Hasta dónde llegarán? Hasta donde ellas quieran.

(Publicado el día de hoy en "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos)

jueves, 27 de junio de 2019

Rojo sangre

Eran más de las doce de la noche. Me había quedado en la redacción del diario para corregir algunos reportajes pendientes. El pequeño rincón donde se encontraba la sección de cultura y espectáculos lucía por completo solitario. Me gustaba esa soledad, sabía disfrutarla. De pronto, cuando más concentrado estaba en la revisión de un texto sobre la corrupción en cierta sociedad de escritores mexicanos, pude sentir su presencia a mis espaldas. Por algunos segundos me quedé inmóvil, sin saber qué hacer. Fingí que seguía trabajando y entonces escuché una voz que resumía buena parte de lo que puede volver atrayente a una mujer: dulzura, sensualidad, calidez, firmeza; era una pronunciación perfecta, con una entonación grave e intencionada.
  –Sabía que ibas a estar aquí –dijo.
  Me volví con lentitud para alargar el tiempo, para prolongarlo con el fin de retardar el momento, mágico o decepcionante, en el cual mis ojos descubrieran a la dueña de aquella voz. Ganó la magia. Era una hembra de belleza sobrehumana, con el rostro más sublimemente cincelado que había yo visto en mi vida. Sus iris de miel me contemplaban sonrientes, como sonriente era su naricilla respingada, como sonrientes eran, claro está, sus labios carnosos, afrancesados.
  –Sabía que ibas a estar aquí –repitió.
  Yo estaba mudo, no atinaba a pronunciar palabra. Y ella seguía sonriéndome. Me sonreía también, de algún modo, de muchos modos, con su cuerpo esbelto y flexible, con sus pechos desnudos bajo la ajustada y delgada licra de su vestido rojo fuego rojo sangre rojo lava, con su cintura abreviada que dejaba adivinar un ombligo de hondura prodigiosa, con sus piernas de palmera enfundadas por aquellas invitantes medias negras.
  –¿No te acuerdas de mí? –preguntó, mientras ladeaba apenas la cabeza, con paradójico candor infantil.
  Por todos los santos. ¿Cómo iba a acordarme de aquella hembra de rubia y suave cabellera si nunca antes la había visto? Portento tal jamás se habría borrado de mi memoria, tan presta a olvidar los rostros de los varones y tan exacta al guardar los de las damas. No, eso hubiera sido imposible.
  –La verdad es que no –aventuré titubeante, abrumado por aquel sol.
  –Fue hace cinco años, cuando fuiste a dar un curso a mi tierra, Mexicali. Yo era tu alumna. Me impresionaste tanto con tu sapiencia, tu simpatía, tu facilidad de palabra. Desde entonces no he dejado de pensar en ti, de soñar con que volvieras allá y pudiéramos conversar, conocernos, profundizar el uno en el otro. Imaginé tantas cosas, pero el tiempo transcurrió y de ti sólo sabía por lo que escribías en el periódico. Hasta que desesperé y decidí venir a la montaña.
  Quise recordarla, pero por más esfuerzos que hice no fui capaz de conseguirlo. Quién sabe. Quizás en ese tiempo ella era una adolescente delgaducha e intrascendente que se confundía entre la masa de quienes acudieron a mi curso. Aunque, ¿cuál curso? Nunca di un curso en Mexicali. Ni siquiera estuve alguna vez en esa ciudad. Ella mentía. Mentía abiertamente. Y sin embargo, no me atreví a contradecirla. Y mentí de igual modo.
  –Claro, ya me estoy acordando de ti. En Mexicali, sí.
  Su sonrisa se hizo más deslumbrante. Sus dientes eran como perlas recién salidas del mar. No dejaba de sonreír, mas tampoco decía cosa alguna, lo cual resultaba bastante embarazoso.
  –Bueno, estoy a punto de partir, no sé si te gustaría ir a algún lugar para tomar una copa –dije por decir algo.
  –Me encantaría.
  Me olvidé de lo que estaba haciendo antes de su sorpresiva llegada, apagué la computadora y me apresuré a tomar mi chamarra.
  –¿Vamos?
  Salimos a la calle. A pesar de la avanzada hora, el clima era muy agradable. Todo parecía perfecto. Ella me tomó del brazo y juntos caminamos, sin prisas, hasta un bar cercano. Entramos y las miradas de los escasos parroquianos se concentraron en nuestra presencia. A ella, los hombres la observaban con lascivia; a mí, con envidia. Ocupamos una mesa solitaria, íntima, al fondo del salón. Ordené una botella del mejor ron y hielo, mucho hielo. Tenía antojo de beberlo así, en las rocas, y mi compañera estuvo de acuerdo. Mientras el mesero regresaba, ella se disculpó con la frase eufemística de que iba al tocador. La vi alejarse. La esférica redondez de sus nalgas era un absoluto geométrico.
  Llegaron la botella, los hielos, los vasos. Decidí aguardar a que ella retornara. Una destartalada sinfonola dejaba escuchar las voces y las guitarras de un trío, el cual interpretaba una melodía que me pareció familiar, si bien mi incultura bolerística me impidió reconocerla. Eché una ojeada alrededor. Ya nadie me observaba. Era preferible. Los minutos fueron pasando, uno tras otro, y ella no regresaba. Comencé a inquietarme. Pensé en servirme un poco de ron, pero la caballerosidad me obligaba a esperar a mi invitada. Un cuarto de hora, media hora. Mis dedos tamborileaban cada vez más impacientes sobre la mesa. Al notar mi nerviosismo el mesero se me acercó.
  –¿Algún problema, señor?
  –No... Es decir, sí... La señorita que llegó conmigo... Bueno, ella entró al baño hace un buen rato y no ha salido. ¿Podría alguien ir a ver si se encuentra bien?
  El tipo me miró como se mira a un desquiciado. Y me habló muy acomedido.
  –Disculpe el señor, pero usted llegó solo.
  Sus palabras me traspasaron como alfileres.
  –Oiga, no. Mi acompañante es una mujer de muy buen ver. Rubia. Trae un vestido rojo y medias negras. Todo el mundo se fijó en ella cuando entramos. Imposible que usted mismo no la haya visto.
  Esta vez su mirada fue casi de lástima y me siguió la corriente.
  –Si el señor lo dice es porque así debe ser. Nos cercioraremos de que a la señorita nada le haya pasado.
  No dijo más y se alejó, moviendo la cabeza en señal de compasión. Era obvio que me tomaba por un borracho loco. Decidí entonces servirme una buena porción de licor y la apuré con exasperación. Me serví una más y vaso en mano, me levanté de la mesa y dirigí mis pasos al baño de damas. Nadie me vio entrar y nadie había en su interior. Estaba por completo vacío. Me sentí ridículo, burlado; aquella infame me había visto la cara de imbécil, tal vez pagada –pensé– por alguno de mis múltiples enemigos. Iba a salir de los sanitarios, cuando vi algo que me heló la sangre.
  Dibujada en la pared estaba la imagen de una mujer rubia, preciosa, de cuerpo perfecto, ataviada con un ajustado vestido rojo y medias de negro tejido. Era terriblemente real. Y me miraba. Me miraba desde aquellos iris de miel y desde aquella sonrisa que de pronto se había tornado sarcástica, juguetona, desafiante. Lo único que se me ocurrió entonces fue alzar mi vaso, verla a la cara y brindar con ella.

miércoles, 26 de junio de 2019

El IMER y yo

A lo largo de los años, habré sido invitado una decena de veces a diferentes estaciones del IMER, tanto en AM como en FM, para ser entrevistado. La primera vez cuando Vlady me invitó a su programa "Banda rockera", en la vieja Órbita (¿o se llamaba de otra manera la estación?), por allá de 1996. Llegué a estar dos o tres veces con Rulo (ya en Reactor), con Raúl de la Rosa para presentar canciones de mi grupo de blues Los Pechos Privilegiados (en Horizonte), con Fernando Fernández para hablar de "Matar por Ángela", con Bertha Hernández para platicar sobre los Beatles y el Submarino Amarillo (fue la última vez que estuve en esas entrañables instalaciones a espaldas de la Cineteca Nacional). Siempre fui bien tratado por todos y lamento profundamente que el salvajismo y el odio a la cultura del actual gobierno haya terminado con este proyecto fundamental. La pregunta es: ¿cuántas de las 400 personas que hoy están echando a la calle votaron confiadamente por López el 1 de julio pasado y contribuyeron para llevarlo a la presidencia? Me temo que más del 90 por ciento. Conste que se los advertí desde antes del 2006.

martes, 25 de junio de 2019

Primera sesión de mezclas

Buena sesión de mezclas en la casa-estudio de Iris y Jehová. Con nosotros estuvo Alfredo Sevilla, a quien yo no conocía, y quien estuvo dando certeras opiniones. Trabajamos con "Amanecer" y "Gitana". Fue una reunión de trabajo muy fructífera y con ella iniciamos oficialmente la etapa de mezcla del disco (aunque aún quedan algunas cosillas que grabar en ciertas canciones). Pero todo va muy bien.

viernes, 21 de junio de 2019

miércoles, 19 de junio de 2019

¿La camboyanización de México?

Olvídense de la Venezuela de Maduro, de la Cuba de los Castro, de la Nicaragua de Ortega. El clima cada vez más anticultural, cada vez más antiartístico, cada vez más anticientífico que se respira con el gobierno de la 4T nos acerca peligrosamente a la China de Mao y a la Camboya de Pol Pot. ¿Cuándo falta para que se proponga en las mañaneras el establecimiento de campos de reeducación?

martes, 18 de junio de 2019

Amenaza

Estamos ante un gravísimo peligro: la destrucción del Instituto Nacional Electoral (INE) y el control de las elecciones por parte de la Presidencia y la secretaría de Gobernación. Sí, como hace 30 años, como en los tiempos del PRI como partido único. Sería tirar a la basura los logros democráticos conseguidos de manera lenta y difícil pero ejemplar. Sería volver a las épocas de la Comisión Federal Electoral, esa que en 1988 manejaba Manuel Bartlett y a la que se le cayó el sistema que permitió el fraude electoral de aquel año infausto. Pablo Gómez (nada menos que él) es el principal impulsor de realizar cambios criminales a la Ley Electoral y devolvernos a los tiempos de la dictadura perfecta. López Obrador, por supuesto, sería el principal beneficiario. Es una amenaza tan grave como la que nos tiene al borde de la recesión económica o la que nos tiene prácticamente en manos del crimen organizado. Tenemos que defender al INE.

sábado, 15 de junio de 2019

Cámara húngara: Tragicomedia mexicana 4

Desde que el nuevo gobierno llegó al poder todo es tan cómico, todo es tan trágico, todo es tan tragicómico.
  Con el arribo de la pretensiosamente llamada Cuarta Transformación, México entró en una pendiente casi vertical en la que conforme más caemos, más velocidad adquiere la caída. En un periodo tan corto como seis meses y medio, el país no cesa de precipitarse rumbo a la nada, con el agravante de que quienes ostentan el control (un control que no controlan) no sólo no aceptan que vamos en descenso libre, sino que se encuentran convencidos de que estamos “requete bien”. De ese modo, cualquier posibilidad de corrección, de meter freno y tomar un rumbo que evite la catástrofe, no sólo es despreciado sino que, en una actitud de escalofriante irresponsabilidad y espeluznante soberbia, se insiste en que el camino es el adecuado y que por el mismo seguiremos hasta estrellarnos con la cruel y despiadada realidad.
  Lo vemos claramente en el caso del nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México (NAICM, al que ahora quieren sepultar bajo el agua en un acto bárbaro y talibanesco). Si un error marcó y sigue marcando al obradorato es el de cancelar el proyecto aeroportuario de Texcoco, error que se potenció con la ideota de llevar ese proyecto a la inadecuada y descalificada zona de Santa Lucía. Todo por un capricho presidencial influido por los “consejos” interesados del muy cercano amigo y contratista del primer mandatario, el inefable ingeniero José María Riobóo, quien no había logrado contratos en Texcoco y ahora tiene en sus manos –por interpósita persona, su socio, el ingeniero agrónomo (¡otro ingeniero agrónomo!) Sergio Samaniego Huerta– el aeropuerto de Santa Lucía y el negociazo que este representa.
  Una de las razones que dio Andrés Manuel López Obrador para cancelar el NAICM de Texcoco fue la corrupción que presuntamente había en el proyecto, corrupción que a medio año y pico de gobierno no ha sido comprobada y por la cual no existe un solo acusado. ¿No hay en cambio corrupción en la adjudicación directa de Santa Lucía al consentidazo grupo Riobóo? Es pregunta.
  El error de Texcoco, decía, fue lo que marcó el inicio de la debacle económica que hoy estamos viviendo y que amenaza con llevarnos a una recesión. Si a ello le añadimos los machetazos al presupuesto por parte de la Oficialía Mayor de la Secretaría de Hacienda, capitaneada por la señora Raquel Buenrostro (no debemos olvidar ese nombre), quien es el cerebro del plan de despidos y recortes que tanto daño han causado en el sector Salud y en muchos otros, no hay razón para extrañarse de la pésima situación de nuestra economía, a pesar de que el gobierno recibió en diciembre un país con finanzas sanas y reservas monetarias suficientes.
  Pero está también el problema de la inseguridad y la violencia. Cierto que venimos de dos sexenios marcados por esos dos factores. Sin embargo, en tan sólo seis meses ambos se han incrementado de manera brutal, sin que haya a la vista un plan para contenerlos. AMLO parece indiferente ante esta desgracia que tanto golpea a los mexicanos y muestra una insensibilidad incluso burlona que estremece.
  En el caso del secuestro y asesinato del estudiante universitario Norberto Ronquillo, esta insensibilidad quedó de manifiesto cuando las autoridades judiciales capitalinas reportaron el caso (antes de que se conociera el fatal desenlace) sin mencionar el nombre de Norberto y refiriéndose a él como un “estudiante de una universidad privada”. Como si ese simple hecho disminuyera su calidad de víctima. Sólo les faltó decir que el muchacho era un fifí y que por ello no importaba tanto. Cuando apareció el cadáver, las críticas en las redes sociales no se hicieron esperar y miles de personas pidieron la renuncia de la jefa de gobierno de la Ciudad de México. Pero el presidente de la república salió en su defensa y mientras los deudos de Norberto Ronquillo velaban sus restos, al mismo tiempo López levantaba la mano de Claudia Sheinbaum mientras gritaba la consigna “¡No estás sola, no estás sola!”, en uno de los actos más vergonzosos de que se tenga memoria en mucho tiempo.
  Por si lo todo anterior no fuese suficiente, ahora tenemos encima a ese buleador profesional que es el presidente estadounidense Donald Trump, ante quien el tlatoani de Macuspana ha mostrado un miedo más que evidente (respeto, lo llama él) y por ello ha accedido a convertir a México en un muro de contención contra la inmigración centroamericana que quiera entrar a los Estados Unidos. Alojamiento, servicios de salud y hasta empleo ha ofrecido nuestro gobierno a las miles y miles de personas que pidan asilo al vecino país del norte. Es decir, todo lo que le está negando a miles y miles de mexicanos, a quienes está dejando sin trabajo y sin servicios de salud, debidamente asesorado por la implacable y carismática señora Buenrostro (irónico apellido el de esta doñita).
  Tragicomedia mexicana 4.

viernes, 14 de junio de 2019

Grandes discos de 1969: It's a Beautiful Day

Un disco tan bello como su portada de un grupo completamente olvidado, con un estilo que podría ser el antecedente sesentero de agrupaciones como Spiritualized o The Polyphonic Spree, para poner dos ejemplos más o menos actuales. Grabado en 1969, el álbum debut homónimo de It's a Beautiful Day es una sofisticada preciosidad, con todo el espíritu idealista del hippismo de la ciudad de San Francisco por aquellos días.

jueves, 13 de junio de 2019

Un balance del rockcito hace 20 años

"¿Y nuestros gigantes? Los consagrados del rockcito nacional al parecer prefirieron mantenerse bajo el discreto encanto del ostracismo, aunque algunos dieron de qué hablar. Caso de Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio, quienes se superaron sorprendentemente. En efecto, después del malísimo Baile de máscaras, parecía imposible que pudieran realizar un peor álbum. Y sin embargo lo consiguieron con Mostros, un trabajo en verdad patético de estos autonombrados 'rescatadores de la cultura popular'. Saúl Hernández, por su parte, en lugar de retirarse a gozar de sus rentas, insiste en ser el Cid Campeador del rock hecho en México y con la enésima formación de Jaguares, cabalga sin vida (y sin voz) ante la adoración fanática de sus fieles feligreses, quienes aún creen que existe. Por último, Santa Sabina se perdió en su afán por servir a La Causa, haciendo a un lado lo mejor que tenía: la electricidad de su música".

Fragmento de un balance sobre la música en 1998 que escribí para el diario Excelsior en enero de 1999.

miércoles, 12 de junio de 2019

Sobre la sorpresiva muerte de Mayra Inzunza

Con profunda tristeza me entero de la muerte de mi querida amiga Mayra Inzunza, quien fuera colaboradora de La Mosca en la Pared y con quien llegué a colaborar cuando ella dirigía la revista Complot. Mayra apenas tenía 43 años (hubiera cumplido 44 en septiembre) y aunque hacía mucho tiempo que no sabía de ella, la noticia me estremeció y me dejó helado. Sobrina de don Raúl Prieto Río de la Loza, el gran Nikito Nipongo, a quien también tuve el privilegio de conocer, era una talentosa escritora, editora y crítica de literatura. En 1998, me hizo el favor de escribir una reseña de mi novela Matar por Ángela que se publicó en "El ángel" del periódico Reforma. Descanse en paz esta tan bella persona. Vaya un fuerte y sentido abrazo para toda su familia.
  He aquí su texto sobre mi libro.

Humberto Gazca es un crítico de rock tan profundo que malsanamente enamorado de su fotógrafa, ninfa finisecular lo suficientemente homófila o de plano homólatra como para aceptar los favores de cualquiera, hállese en apuros o no. Angela iría en pos de todos menos del periodista, quien un mal día, luego de haber depositado sana y salva a su amada en casa la noche anterior, dejándola con otro, Gazca será devuelto súbitamente a la realidad con timbrazos del teléfono que le anuncian la bancarrota de cierta revista para la que colabora y entonces el igualmente escritor de historietas decide hacer frente a su mala suerte encargándose de su destino arma en mano.
  Otelo a la mexicana dispuesto a acabar con cada uno que se cruce en su camino hacia Angela, su historia misma da nombre a la novela que la narra. Matar por Ángela, de Hugo García Michel, es una travesía fáustica cuyo terrenal protagonista deberá atravesar un infierno que el autor describe con lo cálido y húmedo del humor: Gazca parece haber sorteado las peores aventuras sólo para recobrar la experiencia verbalmente pues la amada, simbólicamente llamada Ángela, se le revela intangible, un ángel y no precisamente altruista, no al menos hacia él. Y eso que el diablo en persona se le aparece a Gazca, quien no sabrá si la muerte de sus rivales será una suerte de designio divino o bien mera coincidencia.
  Antihéroe con pretensiones heroicas, discípulo muy menor del diablo que ni siquiera logra acabar personalmente con sus rivales pues, cuando no llega tarde a la cita con su destino, el destino mismo parecería serle arrebatado. Hasta que, con ese buen final que denota una construcción bien planeada, la picada que ya se olfateaba irrefrenable logra sorprendernos.
  Leer Matar por Angela podría recordarnos lo tortuoso de Juvenal Acosta, el carácter reflexivo de Ríos Gascón, el tono desenfadado que Jordi Soler explota, la ocurrente comicidad vista en Las vocales malditas y hasta visos de la imaginación desbordante con que Sheridan escribió El dedo de oro. Todos estos autores poseen en común cierto afán lúdico y García Michel también gusta de jugar, a su particular modo. Este libro se encuentra estructurado en capítulos a la usanza antigua, que anuncian lo que contarán en subtitulares larguísimos. Se halla también presente una mezcla de voces del relato pues alternan las tres primeras personas del singular, y ha sido escrito con un lenguaje que va de los cultismos en desuso al coloquialismo estilo José Agustín, cuya abundancia, aunada al descripcionismo con que García Michel dibuja esos cuadros de costumbres defeños, hacen de Matar por Angela una obrita colorida, popular en el sentido pintoresco de Ensalada de pollos. Véanse también las alusiones a Sergio Monsalvo, Víctor Roura, un Monsiváis espurio, la fugaz aparición de un posible Trolebús. Se enarbolan jeremías sobre la oquedad de nuestra producción musical nacional y se lanzan diatribas a los periodistas del mismo género, en una deliciosa evocación de su fanfarronería que aplaudimos a García Michel, pues consigue no justificarla mediante argumentos de peso como sería lo miserable de los sueldos que la mayoría de dichos reporteros perciben. Postura cuestionadora, desconfiada ante todo, cínica, lo paradójico de esta historia, protagonizada por un crítico de rock que intuimos posible alter ego de su autor, reside en que lo más disfrutable sea su ritmo narrativo: veloz o en ralenti, pero siempre en armonía con la anécdota contada.
 Aunque tal vez no exista paradoja alguna y se trate de la sempiterna presencia del ruido, una suerte de poética de los sonidos que incesantemente nos hallamos obligados a oír en esta ciudad de gritos que tanto se asemejan al silencio, en el sentido de que poco nos permite poseer una voz personal, ya no digamos escuchar otros pensamientos, aquellos que se dicen propios.

Hugo García Michel. Matar por Angela, Sansores y Aljure. México, 1997. 247 pp.

Por Mayra Inzunza
"El ángel" de Reforma
(06 Septiembre 1998)

lunes, 10 de junio de 2019

Series

Recomiendo dos series estupendas de HBO: Chernobyl (impresionante miniserie de cinco capítulos que pone a pensar con terror en qué pasaría si el gobierno actual decidiera recortar los gastos de seguridad de la planta nuclear de Laguna Verde; espero no estar dándole ideas a ya saben quién) y Barry, una comedia negra sensacional sobre un implacable asesino a sueldo (un tremendo Bill Hader, quien estuviera en Saturday Night Live) que descubre su vocación para la actuación teatral.
   De Amazon Prime les recomiendo la muy divertida y delirante serie inglesa de reciente estreno Good Omens, sobre la llegada del Anticristo pero en tono de comedia absurda (además de que acaban de estrenar la segunda temporada de la espléndidamente guarra y también británica Fleabag).
   Para no dejar, dos series buenísimas de Netflix: la entrañable El método Kominsky, producida nada menos que por Chuck Lorre, con los maravillosos Michael Douglas y Alan Arkin, y Dead to Me, más que buen melodrama negro con toques de comedia protagonizado por Christina Applegate.
   Ah, y de paso, también en Netflix, la serie española Vivir sin permiso, sobre un jefe de la mafia de Galicia que enferma de Alzheimer. Realmente buena.
   Conste que les avisé.

jueves, 6 de junio de 2019

El verdadero médico brujo

Me entero con tristeza de la muerte, el día de hoy, del gran Malcom John Rebennack Jr, mejor conocido como Dr. John. Descanse en paz este gran representante de la música de Nueva Orleans. Hace siete años escribí este artículo sobre él para la Revista Nexos. Lo republico aquí in memoriam.


“When the levee breaks / I’ll have no place to stay” (Cuando el dique se rompa, no tendré lugar para quedarme). La letra del antiguo blues compuesto en 1929 por Kansas Joe McCoy y Memphis Minnie se refiere a la gran inundación de 1927 en el delta del río Mississippi, pero sus ecos volvieron a sonar atronadores cuando, en 2005, los diques de la ciudad de Nueva Orleans no soportaron la embestida del huracán Katrina y la apacible metrópoli del jazz, el blues, el zydeco y el cajún; la afrancesada y legendaria urbe del vudú, los caimanes y la comida criolla; la cuna de enormes músicos como Sidney Bechet, Jelly Roll Morton, King Oliver, Louis Armstrong, Professor Longhair, Earl Hines, Lester Young, Champion Jack Dupree, Lonnie Johnson, Fats Domino, Little Richard, The Neville Brothers, Allen Toussaint y Wynton Marsalis, entre muchos otros, se vio devastada por la furia de aquel salvaje fenómeno de la naturaleza.
   Hasta ese momento, Nueva Orleans permanecía sumida en una especie de largo letargo y pocos pensaban en ella. Sin embargo, a partir de Katrina todo cambió y la ciudad conocida como The Big Easy, la gran facilona, se convirtió en zona de desastre.
   Mucho tiene que ver Katrina en el nuevo y excelente disco de Dr. John, uno de los músicos más identificados con la mayor localidad del estado de Louisiana. Malcolm John Michael Creaux “Mac” Rebennack Jr. nació en Nueva Orleans en 1940 y fue ahí donde tuvo sus inicios musicales. No obstante, su consolidación se dio en Los Ángeles, a donde emigró en 1963 para trabajar como músico de sesión, hasta que en 1968 se convirtió en solista bajo el nombre y la personalidad de Dr. John. Fue en dicha ciudad californiana donde nació este extraño personaje que pronto se convertiría en mito y cuya música, basada en su extraordinaria calidad como pianista, de inmediato se asoció sin embargo con el ambiente, las leyendas y los misterios de Nueva Orleans.
   Con su primer álbum, el hoy clásico Gris-Gris de 1968, Rebennack dio nacimiento al llamado swamp rock. Este rock pantanoso, en el que se mezclaban el rhythm and blues y el soul con el misticismo vudú, fue asociado de inmediato con la región neoorleanesa, gracias a temas como “Mama Roux” o “Gris-Gris Gumbo Ya Ya”, en los que ya estaba presente el inconfundible estilo de este músico y esa voz tan suya, con un timbre chillón y agudo, muy semejante por cierto al de su contemporáneo Leon Russell.
   44 años más tarde y casi 30 discos después, Dr. John sigue en plenitud de forma y presenta, en este 2012, su primer trabajo discográfico para la prestigiada disquera Nonesuch, y uno de los más brillantes de su carrera: el fabuloso Locked Down.
   Ya en 2010, el buen doctor, conocido también como “The Nite Tripper” (el viajero nocturno), nos había deleitado con el magnífico Tribal, pero con Locked Down ha ido más allá, gracias a la colaboración, como productor, compositor y músico, nada menos que de Dan Auerbach, el líder y cerebro de The Black Keys.
   Cuando Auerbach y Rebennack se conocieron, apenas el año pasado, el guitarrista de 33 años le dijo al pianista de 71 que quería producirle un disco. Así de fácil se lo propuso y así de fácil el viejo lobo de mar le dio el sí. Auerbach le presentó varias propuestas de canciones a las que Rebennack les adaptó las letras y con un grupo de jóvenes músicos se encerraron durante algunas semanas en el estudio de grabación del primero, en Nashville. El resultado fue esa colección de diez temas que constituye Locked Down.
   El flamante plato puede relacionarse con álbumes como el Time Out of Mind (1997) de Bob Dylan o el Bad as Me (2011) de Tom Waits, ya que, al igual que éstos, constituye al mismo tiempo una vuelta de tuerca y la creación de una obra única, notable, llena de magia y fascinación.
   Locked Down mezcla al swamp blues, el voodoo funk, el rock primigenio, el gospel y el afrobeat con la calidad de producción en estudio que se logra hoy día y obtiene un sonido al que podríamos llamar retro-moderno. El resultado es impecable pero en absoluto pasteurizado. Por el contrario, ahí está ese canto grasoso, espeso, rasposo, sensual que caracteriza a la música de Dr. John y eso resalta en todos y cada uno de los cortes que conforman al disco.
   Feliz combinación la de Rebennack y Auerbach para una obra mayúscula… y entrañable.

miércoles, 5 de junio de 2019

Cámara húngara: El presidente teflón

Tenemos un presidente teflón, al que nada se le pega y todo se le resbala. Desde que tomó posesión en 2018 (no el 1 de diciembre sino el 1 de julio), Andrés Manuel López Obrador ha sido un ave de tempestades que, entre prisas, caprichos y ocurrencias, ha puesto al país bocarriba y bocabajo, como quien cocina (ya que hablamos de sartenes) una quesadilla sin queso. 

  Larga, larguísima, es ya la lista de absurdos y desatinos que día con día, con una regularidad cotidiana asombrosa, nos ha recetado eso que se ha dado en llamar la cuarta transformación. El famoso “cambio de régimen” no ha sido hasta ahora sino un festival de la farsa y el delirio que resultaría jocosamente cómico si no fuese tan trágico.
Desde la inicial cancelación del aeropuerto de Texcoco hasta el reciente “piensa, gracias” de Notimex, la relación de acciones oligofrénicas llena ya varias páginas y cada mañana amanecemos con la expectativa de saber con qué nuevo disparate nos va a salir el gobierno. 

  Y sin embargo…

  Desgracias van y desgracias vienen y nuestro primer mandatario sigue tan campante, como si nada malo sucediera, como si el país avanzara boyante hacia la justicia, la democracia, la igualdad, la libertad y el progreso. Nada se le pega al señor López. Todo se le resbala al presidente teflón.

  En sus insufribles y faranduleras conferencias mañaneras, el tabasqueño sigue presentándonos a un México de bronce que impertérrito camina arriba y adelante. La menor crítica, el mínimo cuestionamiento, son bateados de hit o desviados con un lenguaje cantinflesco que convierte a dichas mañaneras en un espectáculo carpero que incluye a una claque de inenarrables “periodistas” paleros que se agandallan la primera fila y son prácticamente los únicos que pueden “preguntar”.

  Así las cosas.
  
Oficialmente, el nuevo gobierno acaba de cumplir seis meses (aunque parezcan seis siglos) y el panorama luce más desolador que el que pronosticaban los más pesimistas augurios. La pérdida de popularidad del presidente es constante y creciente. Lo dicen las encuestas, lo dicen las redes sociales, lo dice el índice de confianza del consumidor que lleva dos meses a la baja. Y cómo no, si las perspectivas económicas son terroríficas y por ninguna parte se ve la intención de rectificar o dar marcha atrás a los errores y a las malas determinaciones (justo hoy, miércoles 5 de junio que escribo estas líneas, Fitch bajó la calificación de México y Moodys la pasó a perspectiva negativa).   ¿Admitirán ahora que lo están haciendo mal? ¿Nada hay que corregir?

  Pero la “narrativa” (ese terminajo que usan los comentaristas en los medios) del obradorismo y de sus huestes es teflonera y lo niega todo. Dentro de su discurso, el país va a toda madre y quienes no lo vemos así somos perversos, conservadores, enemigos del pueblo bueno, antimexicanos que sólo deseamos el fracaso de la 4T y, con ello, el fracaso de México. 

  En una palabra: nos falla el teflón.

domingo, 2 de junio de 2019

Buenas intenciones

Estoy pensando fundar una ONG en apoyo a los migrantes, lo cual me permitirá realizar una labor importante para crear conciencia de qué buena persona soy.