sábado, 31 de agosto de 2019

¿Se pretende dar un golpe de Estado suave en México?


A poco más de diez meses de haber tomado posesión, el gobierno encabezado por el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, vive momentos complicados, especialmente en dos rubros que fueron la base de su campaña y por los que 30 millones de votantes lo llevaron a Palacio Nacional: la lucha contra la corrupción y la lucha contra la inseguridad. A ello se suma la fallida estrategia económica que ha llevado al país a un paupérrimo crecimiento de 0.1 por ciento, contra el 2 por ciento que había prometido López Obrador para este año.
  El prometido combate contra la corrupción no se ve todavía. Aunque existen investigaciones contra funcionarios del sexenio pasado, como el ex director de Pemex, Emilio Lozoya, y la ex secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles, hasta ahora no se ha tocado a la cúpula del gobierno de Enrique Peña Nieto, a pesar del consenso que existe acerca de la corrupción rampante que se dio durante su sexenio. Para empeorar las cosas, dentro de la llamada Cuarta Transformación (4T) hay signos de crecientes irregularidades, como el hecho de que se otorguen licitaciones directas y sin concurso a amigos del presidente, la falta de transparencia en las obras faraónicas que planea el régimen (el aeropuerto de Santa Lucía, la refinería de Dos Bocas, el Tren Transístmico) o escándalos como el del ex superdelegado en Jalisco y sus multimillonarios negocios dentro del rubro farmacéutico. Hay muchos conflictos de interés, como lo señaló Carlos Urzúa en su carta de renuncia como secretario de Hacienda.
  En lo que toca a la violencia, cito al periodista Carlos Loret de Mola en su columna del diario El Universal de este jueves 8 de agosto: “Me acuerdo de un Andrés Manuel López Obrador que decía que la violencia se resolvería desde el primer día de su gobierno. Hoy lo que hay es un presidente que lleva más de medio año en el gobierno y los índices de delincuencia están en récord histórico. Me acuerdo de un Andrés Manuel López Obrador que criticaba los operativos que sólo pateaban el avispero. Hoy lo que hay es un presidente cuyo principal operativo antidelincuencia, el ejecutado en Guanajuato contra los huachicoleros, tiene hoy a ese estado en segundo lugar nacional de ejecuciones”. La violencia está desatada y parece incontrolable, incluso en la Ciudad de México que durante años se había mantenido relativamente tranquila y hoy vive su peor etapa en décadas.
  En medio de varias tormentas que el presidente se empeña en negar todos los días, durante sus conferencias mañaneras (su frase “tengo otros datos” se ha vuelto ya materia de chacota entre la gente), ha surgido, desde dentro de la propia 4T una teoría conspiratoria acerca de que “la ultraderecha” está preparando lo que se denomina como un golpe de Estado “suave” o “blando” contra el gobierno y que para ello existe todo un entramado de intereses oscuros e inconfesables.
  El creador de esta teoría es el cineasta Carlos Mendoza Aupetit, director de la compañía de cine Canal 6 de Julio. Entrevistado por el diario La Jornada, el pasado 15 de julio (sorprendentemente, la nota fue destacada en la primera plana del diario con el título: “Canal 6 de Julio: se fragua ‘golpe de Estado blando’ contra AMLO”), Mendoza afirma que la preparación del golpe se daría “mediante la difusión de campañas y mensajes en los medios de comunicación y las redes sociales, la organización de grupos opositores y la promoción de movilizaciones de protesta, la provocación a la autoridad, la propagación de noticias falsas y rumores, entre otras maniobras” y que con ello “se pretendería deslegitimizar primero y derrocar después al gobierno de la Cuarta Transformación, en una acción similar a lo que ha sucedido en la década reciente en otros países latinoamericanos, como Honduras, Argentina o Brasil”.
  Luego de negar que se trate de una mera teoría de la conspiración, el cineasta, ampliamente identificado desde hace cuando menos 13 años por su filiación lopezobradorista, menciona que la receta para dar golpes de Estado suaves fue ideada por el politólogo estadounidense Gene Sharp, en su ensayo De la dictadura a la democracia, en el que expone cinco pasos para quitar a presidentes de izquierda. Según esto, “se comienza con una fase de ablandamiento, en la que hay medios que intentan crear malestar y desesperanza social; sigue la deslegitimación y la difusión de comentarios adversos al gobierno, mofas y noticias falsas. Después viene el calentamiento de las calles, con la promoción de constantes movilizaciones de protesta. El siguiente ingrediente es la combinación de todas las formas de lucha: corren rumores, se crea una falsa carestía, se acusa al gobierno de incompetente y se inician causas judiciales injustas contra gobernantes. La última etapa es la fractura institucional, en la que las causas judiciales prosperan, los medios lo apoyan y los gobiernos caen”.
  Dice Carlos Mendoza que todo apunta a que en México se están ejecutando ya los primeros pasos para dar ese golpe blando y para ello ya tiene listo un documental que estrenará próximamente y con el cual busca “alertar” al país. El filme lleva como título En nombre de la libertad, 4ta transformación y ultraderecha y se presenta como "una investigación a fondo". 
  El video denuncia que detrás de este virtual complot se encuentran organizaciones como la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) “que auspicia golpes suaves en América Latina” y “asiste a grupos extremistas y opositores en Venezuela y otros países de la región, así como a fundaciones y sociedades que argumentan defender la libertad”. Otros grupos acusados por el documental son “las estadunidenses Red Atlas, Fundación Nacional para la Democracia (NED, por sus siglas en inglés) y el Instituto CATO, que a su vez recibe fondos de las Industrias Koch, el segundo conglomerado industrial de Estados Unidos”. Ello para no hablar de Students for Liberty que, según Mendoza, “recluta estudiantes en universidades públicas y, a través de una de sus ramas, busca registrar un partido político ante el Instituto Nacional Electoral. Su principal directivo es Alexander McCobin, quien proviene del CATO, y una de sus aliadas más visibles es la conferencista guatemalteca Gloria Álvarez, coautora del libro El engaño populista, proyecto para el cual tuvo el apoyo de Enrique Krauze y Mario Vargas Llosa, también relacionado con dicho instituto”.
  Con tono denunciante, el documental menciona como pruebas de la conspiración “las campañas robotizadas en las redes sociales que se mezclaron con las críticas a López Obrador en momentos como la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, la muerte en un accidente aéreo de la gobernadora de Puebla, Martha Érika Alonso, y su esposo o durante las semanas en las que hubo desabasto de gasolina en varias ciudades del país”.
  Rotundo, el director de Canal 6 de Julio declara en la entrevista: “Estamos hablando de una derecha y un capitalismo que no toleran ninguna intervención frente al mercado. No toleran que nadie se salga del modelo, ni siquiera lo poco o no tan poco que está haciendo López Obrador”. Aunque matiza: “No toda la crítica al gobierno debe ser interpretada como parte de un plan para dar un ‘golpe suave’. La crítica tiene que estar, es bueno que la haya, incluso la más dura. El problema es cuando se disfraza de crítica a un afán desestabilizador que en última instancia pretende derrocar a un presidente por vías no democráticas”.
  Muchos comentaristas y simpatizantes de la 4T han tomado la teoría del golpe blando como un hecho y lo han difundido masivamente en diversos medios y redes sociales, caso del columnista Fabricio Mejía Madrid, quien en la revista Proceso hace eco de ella (Julio 28 de 2019), o el monero Rafael Barajas, “El Fisgón”, que en un tuit fechado el día 27 de julio escribe: “Hay señales muy claras de que la derecha ya echó a andar un golpe blando para echar abajo al gobierno de AMLO. Es momento de defender el cambio verdadero. No debemos regresar a la pesadilla neoliberal”.
  Sin embargo, esas “señales muy claras” no se han comprobado, más allá de las palabras y los dichos de Carlos Mendoza y su película.
  Del otro lado del espectro periodístico y político, el columnista Pablo Hiriart escribió en El Financiero: “La maquinaria de propaganda de Morena quiere difundir la especie de que está en marcha una conjura para derrocar al gobierno. Introducir ese lenguaje en la conversación pública es perverso y dañino. También es el inicio de su desesperación. Comienzan a inventar culpables y enemigos donde no los hay, pues hasta ahora sólo existen críticos de un gobierno que ha arrancado mal y no tiene intenciones de corregir”. Y más adelante: “Canal 6 de Julio está haciendo un documental para convencernos a los mexicanos de que está en marcha un golpe de Estado contra su líder… Todo este entramado demencial de los propagandistas de López Obrador apunta a criminalizar a los críticos. La ‘difusión de comentarios adversos al gobierno’ es, en opinión de uno de los brazos mediáticos del lopezobradorismo, un delito: golpismo, sedición. Son también un paso golpista ‘las movilizaciones de protesta’. Así son los autoritarios, inventan enemigos y conspiraciones para cubrir sus fracasos”.
  Hasta el momento, no se ha anunciado cuándo será el estreno de En nombre de la libertad, 4ta transformación y ultraderecha.

(Reportaje que me publicó la versión en español del sitio del diario estadounidense Los Angeles Times)

viernes, 30 de agosto de 2019

Sobre Loret

Los chairos cantores ponen en duda la legitimidad periodística de Carlos Loret de Mola. "¿Periodista ese?", dicen con su típica e idiota soberbia. Pues sí, periodista, aunque no les guste el tipo de periodismo que hace. Es como decir que Sanjuana Martínez no es periodista, debido al siniestro sentido que la mujer tiene del oficio. A mí me parece nefasta, pero de que ha hecho periodismo en el pasado, lo ha hecho. Llevo 40 años exactos en el diario trabajo periodístico. Creo saber cuando alguien es periodista y sabe manejar las herramientas y dominar los géneros que conforman a esta actividad. El chairismo descalifica a Loret no por sus habilidades periodísticas, sino porque de unos años para acá ha mostrado que el Mesías tabasqueño y los suyos van desnudos, como el reyezuelo del célebre cuento de Hans Christian Andersen, y el reciente y aún vivo asunto de las casas de Manuel Bartlett así lo demuestra. Por supuesto que Carlos Loret es periodista y a mi modo de ver muy bueno como tal, aparte de que el tipo me cae bien. Lo demás es morena estupidez partidista.

jueves, 29 de agosto de 2019

Reencuentro

Después de once meses y dos días, hoy me reencontré con una de las mujeres más sabías, cálidas, bellas y extraordinarias que he conocido en mi vida. Un ser humano fantástico a sus jóvenes 30 años. Me hizo muy feliz recibirla y compartir con ella una tarde de música, charla y mezcal. Un día dichoso con una de mis mejores y más entrañables amigas (quien además participa en mi disco).

lunes, 26 de agosto de 2019

Celso Piña y la cumbia regia del barrio bravo (1953-2019)

Lo que muchos llaman rock mexicano, especialmente el que se viene haciendo de 30 años a la fecha, posee una curiosa característica, llamémosle un don, un toque de Midas que por desgracia no puede aplicarse a sí mismo.
  Me explico.
  A lo largo de las más recientes tres décadas, el rock nacional se ha caracterizado por su falta de identidad y por tratar de fundirse con otros géneros, en algo que muchos llaman fusión y yo definó como promiscuidad. De ese modo, al abjurar de sus raíces rockeras originarias, lo que buscó fue fundirse primero con el pop argentino y español y, más tarde, con músicas que podrían parecer impensables, como el bolero, el folclor latinoamericano, la onda grupera, el mariachi o la cumbia. Esto no provocó que el presunto rock que se hacía en México creciera o se viera enriquecido, pero sí otorgó a diversos intérpretes y creadores de otros géneros que, al ser tocados por la varita (no sé si) mágica del rock nacional, de golpe consiguieran una fama antes impensada y entraran en ámbitos y escenarios en los que jamás hubieran imaginado estar. Es el caso de gente como Paquita la del Barrio, La Tesorito, Los Tigres del Norte y, muy especialmente, cumbieros como Los Ángeles Azules y Celso Piña.
  Celso Piña falleció de un infarto, el pasado miércoles 21 de agosto, a la edad de 66 años. Nacido en Monterrey el 6 de abril de 1953, su carrera artística fue larga y difícil, aunque su gran celebridad la consiguió hasta 2001, cuando el rapero Toy Selectah, del grupo Control Machete y parte del movimiento musical conocido con la etiqueta comercial de “La avanzada regia”, le produjo el disco Barrio bravo, del cual se lanzó el sencillo “Cumbia sobre el río”. El éxito de este tema –y del video respectivo– fue inmediato y dio a conocer el nombre de Piña en México y en el mundo de habla hispana. De pronto, el cumbiero casi subterráneo fue tocado por la varita del rock nacional y eso bastó para catapultarlo a la fama (en el disco participaron como invitados Rubén Albarrán, de Café Tacuba; Blanquito Man, de King Changó; Gabriel “El Queso” Bronsman, de Resorte; Alfonso Figueroa, de Santa Sabina y miembros del grupo El Gran Silencio, el cual ya experimentaba por ese entonces y con buena fortuna con la fusión de rock, hip-hop y ritmos tropicales).
  Al año siguiente apareció el álbum Mundo Colombia, esta vez con colaboraciones de gente como Julieta Venegas, Alejandro Marcovich, Alejandro Rosso y el legendario “Flaco” Jiménez.
  Hay quienes dicen sin embargo que la verdadera consagración de Celso Piña se produjo en 2003, cuando el escritor colombiano Gabriel García Márquez asistió a uno de sus conciertos, donde bailó y disfrutó de su música, para finalmente ir a estrechar su mano en los camerinos.
  Convertido en celebridad y en sujeto de culto instantáneo, después de haber bregado duramente en los barrios bajos de la capital de Nuevo León, difundiendo la cumbia colombiana y creando todo un movimiento underground entre los sectores más populares de la ciudad, Celso Piña dio el gran salto, al ser aceptado por otras clases sociales y otras tribus urbanas. Ya no sólo era seguido por los cholos y por los llamados colombianos, sino por los rockeros de clase media urbana de todo el país, incluido el exclusivo sector hipster de la Ciudad de México, lo que en un país de cultura híper centralizada como el nuestro significaba prácticamente la bendición definitiva.
  Esto no significa que la música de Piña sea de mala calidad o que se trate de un artificioso producto prefabricado. Nada más lejos que eso. En lo suyo, la cumbia colombiana, se trata de un muy buen artista. No el genio que la mercadotecnia quiso hacernos creer, al bautizarlo incluso con sobrenombres como “El rebelde del acordeón”, pero sí un intérprete que sabía lo que hacía y lo hacía con la autenticidad que le daban sus orígenes en los barrios más bravos de Monterrey.
  El fallecido músico deja un apreciable legado musical, con casi una treintena de grabaciones, además de que Canal Once, la televisora del Instituto Politécnico Nacional, le produjo el documental Celso Piña: el rebelde del acordeón (2012), dirigido por Alfredo Marrón Santander, en el que se indaga el surgimiento de los sonideros y la gran popularidad de la cumbia colombiana en “La Indepe”, el barrio bravo de Monterrey en donde Celso creció y donde fue el primero en interpretarla en directo en bailes y fiestas familiares, hasta llegar a la fusión de ritmos que lo volvieron mundialmente conocido.

(Artículo que con el seudónimo de Alejandro Michelena escribí para "Acordes y desacordes", el sitio de música que coordino para la revista Nexos y que salió publicado el día de hoy)

sábado, 24 de agosto de 2019

El cambio "profundo" en los medios

Son curiosos los nuevos programas de los canales públicos (el 11, el 22) y los nuevos canales oficialistas (como Radio Centro, entregado abiertamente a los morenos astilleros). El 90 por ciento de los entrevistados son cuates de la misma calaña: Julio Hernández invita a Taibo II, John Ackerman invita a Julio Hernández, los Chamucos invitan a John Ackerman y así se van sucediendo Sanjuana, la no primera dama, Sabina, Attolini, Gibrancito, Facundo malo, Carlos Mendoza, Abraham Mendieta y un largo y lamentable etcétera. Todos para despotricar sobre "los de antes" y ensalzar las glorias de la 4T. Y por supuesto: sólo se ven y se escuchan entre ellos. Ese es el cambio profundo en los medios.

viernes, 23 de agosto de 2019

Parfois

A veces me da por enamorarme...,
... luego me acuerdo de que hay un montón de chavas y se me olvida.

miércoles, 21 de agosto de 2019

Mis cuadernos de canciones


Uno de mis viejos cuadernos de canciones (este de principios de los setenta), en este caso con la letra de mi composición "Dama soñadora", de 1970 (viñetita incluida). Tenía yo 15 años.

martes, 20 de agosto de 2019

Carla Morrison y el fastidio de estudiar música

DONDE SE EXPLICA A MANERA DE AUTOCONFESION EL ORIGEN DE TODO AQUELLO QUE NOS PREGUNTÁBAMOS (O COMO QUIEN DICE, AQUÍ ESTA EL MEOLLO DEL ASUNTO O LAS TECLAS DEL TECLADO)

-Sé que tu estuviste estudiando música pero no te fue tan bien, ¿cómo fue el proceso de llegar hasta donde estas ahora?

-Me fui a Arizona a estudiar y la verdad no me gustó la escuela porque consideraba que la música no podía ser leída ni me podían decir con qué dedos tenía que tocar las teclas del teclado, eso era demasiado planeado para mí.

Carla Morrison, en entrevista para el sitio Me hace ruido.

(Tomado de la sección "En la madre, abstemios" de la revista "Mosca", sección que editaba y comentaba uno de mis alter egos: La Mosca Redactora. 2013)

domingo, 18 de agosto de 2019

Lo escribió hace cuatro años

"A estas alturas, el país no necesita mesías sino héroes. Desfacedores de agravios. Nos aprieta la falta de ellos. Son incontables las sinrazones que enmendar y abusos que mejorar y deudas que satisfacer. No queremos Padres Nuestros que hagan su voluntad, sino caballeros andantes que hagan la nuestra. Vénganos el reino de Don Quijote".

David Toscana

sábado, 17 de agosto de 2019

La noche

"La noche estaba de una u otra manera relacionada con la libertad. No en sí, sino en su contraste con la realidad cotidiana de nueve a seis que yo y algunos más considerábamos burguesa y conformista. Queríamos ser libres, ergo estábamos levantados por la noche".

Karl Ove Knausgard

De La muerte del padre, tomo I de la saga "Mi lucha" (Min Kamp, Oslo, 2009), Anagrama (2016).

jueves, 15 de agosto de 2019

Tapestry

Un disco de una belleza femenina sin par. La obra maestra de la gran Carole King, con canciones que se volverían clásicas, con ella o con sus múltiples intérpretes. Tapestry (1971) es un disco sutil, elegante, sensual, inteligente.

miércoles, 14 de agosto de 2019

Christian Castro y Picasso

DE CUANDO EL GALLITO FELIZ NO SÓLO SE CONVIERTE EN METALERO CONTUMAZ, SINO EN FILÓSOFO DADAÍSTA QUE HASTA CITA A PICASSO CUAL MEME DE FACEBOOK
“Soy dadaísta. Soy contradictorio. Soy todo. Soy malo, soy bueno y no me gusta ser fácilmente feliz. Ya lo decía Picasso: ‘el peor enemigo de la creatividad es la razón’. La buena razón, el buen juicio, no me interesan. Prefiero el caos, vivo siempre buscándolo, nada de equilibrio. Además, la gente fácilmente feliz no me gusta nada”.

Christian Castro, en entrevista para el diario español El Mundo.

martes, 13 de agosto de 2019

The Blues Brothers (el disco)

El espléndido soundtrack de esa gran película que es The Blues Brothers, de John Landis, filmada en 1980 (en México le pusieron como título el estúpido nombre de "Los hermanos Caradura"). Música soul de primerísimo orden con el genial John Belushi y el siempre estupendo Dan Aykroyd a la cabeza. Un discazo de una peliculaza (la cual por cierto puede verse en Netflix, bajo el título de... "Los hermanos Caradura"). Parte de mi colección de viniles.

domingo, 11 de agosto de 2019

Cámara húngara: ¿Mesías o Necías?

No hace mucho tiempo, cuando aún era candidato a la presidencia de la república, Beatriz Gutiérrez Müller le dedicó a su marido, Andrés Manuel López Obrador, un videoclip en el cual le cantaba la canción “El necio”, del inefable Silvio Rodríguez. Se trataba de una forma de halagar a su esposo, de usar la palabra necio con un sentido “positivo”, de decirle a su cónyuge: “eres necio, eres tenaz, eres alguien que no ceja en su empeño por lograr sus ideales”, etcétera.
  Pero, ¿a qué clase de necio pudo haberse referido también la señora de López en su cursilón remake de la ya de por sí cursilona (poética, le llamarían algunos) canción del cantautor oficial del gobierno castrista de Cuba?
  Porque la necedad tiene una acepción más negativa que positiva. En realidad, una persona necia suele ser terca, empecinada, testaruda, obcecada, obstinada y tozuda de la más mala manera. Y hay otro significado peor del término: el que hace del necio un mentecato, un asno, un badulaque, un cretino, un estulto, un imprudente, un obtuso, un zoquete, un zopenco, un palurdo (y agregue usted los sinónimos que desee, pues existen muchos más).
  Llevamos nueve meses de necedad gubernamental que es decir de necedad del presidente de la república. Nueve meses en los cuales el país se ha ido deslizando vertiginosamente por un tobogán en el que la violencia y la delincuencia han sentado sus reales, mientras que la economía se hunde y la corrupción sigue ahí, como el dinosaurio de Monterroso, a pesar de golpes de efecto como el reciente arresto de Rosario Robles, el cual más parece un acto de venganza política que un acto de justicia republicana.
  Necedad es haber cancelado el proyecto del NAICM para empeñarse en levantar un imposible aeropuerto internacional en la zona de Santa Lucía. Necedad es haber inventado una supuesta guerra contra los huachicoleros que culminó en la tragedia de Tlahuelilpan, Hidalgo, con un terrible saldo de más de cien muertos y todo para seguir igual, salvo el gasto de la compra de decenas de camiones cisterna (las famosas pipas) de los que nadie sabe su destino. Necedad es tirar miles de millones de pesos en el proyecto de levantar una refinería que el país no necesita. Necedad es entregarle el manejo del gasto público a una oscura burócrata que ocupa la oficialía mayor de Hacienda y que tiene a medio país en el desempleo y la incertidumbre económica. Necedad es apostarle todo a Pemex, pero negar la posibilidad de la inversión privada en la industria petrolera. Necedad, en fin, es el cierre de las estancias infantiles y los recortes draconianos (austeridad republicana, los llama el presidente) a rubros esenciales como la salud, la educación, la ciencia, le tecnología, la cultura y el deporte. Necedad es desmantelar a la Policía Federal y afectar al Ejército y la Marina para conformar una Guardia Nacional cuyos fines verdaderos nadie, ni las propias fuerzas armadas, tiene claros. Necedad es mantener las diarias conferencias mañaneras, cuya única misión es la de decir mentiras, atacar e insultar a sus “adversarios” e inventar un país que sólo existe en la cabeza llena de pájaros del jefe del Ejecutivo. Necedad, en fin, es tratar de acabar con las instituciones autónomas y con las organizaciones civiles, a fin de crear un gobierno autocrático en el que la única voz que se escuche sea la del presidente de la República, como en los peores tiempos de la dictadura perfecta del PRI.
  A unos días de presentar su primer informe de gobierno (cosa que hará en un patio de Palacio Nacional, ante políticos afines que estarán ahí para vitorearlo, y no en el Congreso, temeroso de que la escasa pero aguerrida oposición lo cuestione), el gran necio de Palacio (y digo necio, en el sentido en que lo canta doña Bety) ha dicho que el pueblo está "feliz, feliz, feliz" y que “no es por presumir”, pero tiene muchos logros que cacarear a la Nación. ¿Cómo el crecimiento cero, quizás? ¿Cómo los miles de muertos desde que asumió el poder? ¿Cómo la inseguridad reinante a lo largo y a lo ancho del territorio nacional? ¿Cómo los opacos intentos del gobierno por promover la reelección (caso Baja California) o por reunirse con los capos del crimen organizado? ¿Cómo el desabasto de medicinas para los niños con cáncer? ¿De qué nos va a presumir el presidente de México este 1 de septiembre? ¿Del pretendido final por decreto del neoliberalismo, luego de que llamó al híper capitalista Carlos Slim para sacarle las castañas del fuego? ¿Del exterminio virtual de la corrupción que sigue tan campante desde dentro del propio régimen (ahí están las casas de Manuel Bartlett)? ¿De la manera como algunas sectas evangélicas penetran poco a poco al interior de los más altos círculos de poder?
  Para sus fanatizados simpatizantes, cuyo número desciende lenta pero inexorablemente, el líder y dueño de Morena sigue siendo un Mesías. Para quienes ven con cada vez mayor claridad la ruina a la que nos conduce este personaje, se trata de un Necías.
  Más temprano que tarde sabremos si es una cosa u otra. Quizás este mismo 1 de septiembre.

sábado, 10 de agosto de 2019

Pigmentocracia


Dicen los chairos cantores que Gibrán no nos cae bien a muchos por ser moreno, gordo y feo (palabras de los propios chairistas). Falso: no nos cae bien por antipático, por petulante, por mamón y por su sempiterna expresión de sabihondo y perdonavidas. El tipo es desagradable por sí mismo, igual que lo son Attolini, Facundo Malo, Abraham Mendieta o la bobinche de Estafanía Veloz, creadora del neotérmino racista “la pigmentocracia”. Esos cuatro son todos ellos bastante blanquitos e igual de pesados e insoportables que Gibrán. Así que…

jueves, 8 de agosto de 2019

Cuarenta años en el mundo editorial

Esto respondí a una pregunta que me hizo el buen Mixar Lopez en una entrevista para "Los Angeles Times", en marzo pasado:
   -¿Cómo me convertí en editor? Por el camino largo: aprendiendo el oficio desde el principio, cuando entré a trabajar como redactor en la mítica Editorial Posada, justo en 1979. De redactor pasé a jefe de redacción y luego a director de la revista "Natura". Editorial Posada fue mi escuela, mi universidad, el lugar en donde aprendí el oficio de editor de revistas, pero también el de corrector de estilo y el de periodista que luego desarrollé en diversos diarios y revistas hasta fundar "La Mosca en la Pared" en 1994 y dirigirla hasta 2008.
   O sea que este 2019 estoy cumpliendo 40 años como editor, redactor, corrector de estilo y periodista. El día preciso que entré a Posada no lo recuerdo, pero fue por estas épocas del año. Mi más agradecido recuerdo para don Guillermo Mendizábal Lizalde y para Ariel Rosales, mis dos maestros en este oficio.
   40 años exactos en el periodismo y la edición de revistas y 25 años exactos de haber iniciado "La Mosca en la Pared" (y en noviembre cumplo 50 años, también exactos, como hacedor de canciones).

martes, 6 de agosto de 2019

Cámara húngara: Una izquierda atrapada en los setenta

“Del mar los vieron llegar
mis hermanos emplumados.
Eran los hombres barbados
de la profecía esperada”.

“La maldición de Malinche”
Gabino Palomares

Siempre me he definido como un hombre de izquierda y en esencia lo sigo siendo, si se entiende a la izquierda como una posición política, ideológica e incluso existencial que pugna por la justicia social y la lucha contra la pobreza, pero también por las irrenunciables libertades individuales: la de expresión, la de pensamiento, la de movimiento, la de elección, la de empresa, etcétera. Las libertades liberales, vamos. Eso me coloca en automático en contra de cualquier tipo de dictadura o de cualquier régimen que intente acabar con esas libertades, bajo el pretexto de que busca un más que abstracto bienestar colectivo, el cual normalmente se traduce en bienestar para la casta gobernante y su burocracia afín.
  Cualquier marxista ortodoxo diría que mi pensamiento no es de izquierda y que, en todo caso, sería apenas el de un vulgar socialdemócrata, es decir, de un pequeño burgués cómplice del capitalismo y enemigo de la sacrosanta lucha de clases y de la aún más sacrosanta dictadura del proletariado que habrá de llevarnos al paraíso socialista y colectivista en el cual todos seremos iguales y felices, etcétera, etcétera, etcétera. Lástima que la historia del siglo XX y lo que llevamos del XXI esté ahí para desmentirlos de la manera más rotunda. José Stalin, Nicolás Ceaucescu, Mao Zedong, Pol Pot, Fidel Castro, Enver Hoxha, Kim Il-sung, Muamar el Gadafi, Hugo Chávez, son algunos de los nombres de dictadores de una autonombrada izquierda que confiscó la libertad en nombre de las mayorías y sumió a estas mismas mayorías en una miseria económica y social (para no hablar de la miseria ética y ontológica) verdaderamente inicua, además de cometer –en mayor o menor grado– crímenes de lesa humanidad (ejecuciones, encarcelamientos, deportaciones, persecuciones, desapariciones, trabajos forzados, campos de aislamiento, censura) en nombre de esa misma humanidad. Se definían como antifascistas y sus semejanzas con el fascismo eran mayores que sus diferencias. Paradoja tan sanguinaria como ignominiosa.
  Valga la anterior reflexión como base para comentar un breve video que acabo de ver en el Twitter de Yeidckol Polevnsky, la inefable e inenarrable presidenta de ese ¿partido?, ¿movimiento?, ¿secta?, ¿iglesia?, ¿entelequia?, ¿quimera? que mañosamente se hace llamar Morena y cuyo fundador, líder máximo y propietario vitalicio hoy se encarga de desgobernar a México desde el voluntarismo más grotesco y delirante.
  El video fue grabado durante el informe que rindió la senadora guanajuatense María Lucía “Malu” Micher en un auditorio del Senado de la República y corresponde a la parte final del “evento”. Contenido en un tuit de quien en realidad se llama Citlali Ibáñez Camacho, el video reza, palabra por palabra, lo siguiente: “MORENA, partido de hombres y mujeres libres que luchan de pie por una transformación pacífica y democrática de nuestro país en completa armonía. ¡Un rojo amanecer!”.
  En las imágenes se muestra una pantalla en la cual es proyectado un clip del grupo chileno Inti Illimani, mientras interpreta su clásica y combativa rola “El pueblo unido jamás será vencido”. Pero también se dejan escuchar otras voces que cantan (es un decir) al unísono. Primero no sabemos a quiénes pertenecen, pero poco después la persona que grabó desde su teléfono celular (posiblemente la propia Polevnsky) alcanza a captar a algunos de los chairos cantores y entre ellos vemos a Martí Batres, Ricardo Monreal y la propia Micher, quienes alcanzan el éxtasis del puño en alto cuando en la canción surge la frase “el pue-blo u-ni-do..." etcétera. De pronto el video se interrumpe. Quizá por un rapto de pudor ante el ridículo.
  ¿Cómo podemos interpretar semejante muestra de militancia anquilosada? No es tan difícil. Lo que se nos muestra ahí es a una generación de quedados, quienes aún suspiran por los tiempos idos, por la época “romántica” de los años setenta, cuando tras una serie de golpes de estado en Sudamérica, México abrió sus puertas a un enorme grupo de exiliados chilenos, argentinos, uruguayos, paraguayos, brasileños, peruanos y bolivianos. De pronto, Coyoacán, San Ángel y anexas (todavía la Condesa y la Roma no rifaban como colonias progres) se vieron invadidos de peñas folclóricas donde reinaban las quenas y los charangos, las milongas y las chacareras. Años en que la programación de Radio Educación se basaba en Los Chalchaleros, Violeta Parra, Atahualpa Yupanqui, Daniel Viglietti, Mercedes Sosa y una larguísima lista de cantores y cantautores (por supuesto no podían faltar los cubanísimos Carlos Puebla, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés), además del inefable grupo mexicano Los Folcloristas, con su fanaticazo líder René Villanueva (el mismo que acusó al rock y las guitarras eléctricas de ser medios de penetración del imperialismo yanqui, omaigod). Inti Illimani estaba entre esos nuevos “artistas latinoamericanos” que por lo que se ve formaron parte esencial de la educación sentimental de muchos dirigentes de Morena, incluido el propio santo patrono macuspano, quien presume su amistad con Silvio (así, el puro nombre basta).
  Aceptémoslo: mientras permanezcan don López (un nostálgico del echeverrismo setentero) y sus morenazos en el poder político del país, la música oficial en este (más que nunca) Mexicalpan de las Tunas será la que Federico Arana denominara, con enorme y sarcástico tino, como la música folcloroide.
  Una prueba de ello fue el primer festival musical que organiza la Secretaría de Cultura –con el nombre de “Cantares: Fiesta de Trova y Canción Urbana”– y que se llevó a cabo en diferentes foros, entre ellos las llamadas islas de Ciudad Universitaria, en plena Universidad Nacional Autónoma (aún) de México, la que ya se prepararía para recibir como nuevo rector (eso murmuran las malas lenguas) al mismísimo marido gringo de la secretaria de la Función Pública (ese Ackerman de todos los moles que lo mismo hace de intelectual orgánico de la 4T que de cómico televisivo chafa, delirante politólogo bolivariano o tuitero propagandista y zalamero –y al parecer por cada actividad cobra).
  Con gente del folclor sudaca, del oxidado canto nuevo, de la cursilísima hueva…, perdón…, nueva trova y uno que otro colado del rock rupestre (más un invitado de lujo, ése sí: el gran Caetano Veloso), el festival fue también una declaración de principios de lo que nos espera musicalmente en este sexenio, al menos desde las esferas oficiales.
  Gabino Palomares, con su ultra xenofóbica, chovinista y racista canción “La maldición de Malinche”, debe estar de plácemes. Seguro se la regraban.

lunes, 5 de agosto de 2019

Steve Mason y la reivindicación del buen rock pop

Quizás el mejor rock pop de todos los tiempos fue el que se produjo durante la segunda mitad de los años sesenta de la centuria pasada. De hecho, no se le llamaba rock sino simplemente pop. Me refiero a ese rock con prevalencia de la melodía, combinado con grandes armonías vocales e instrumentales y basado en ritmos normalmente sujetos al 4/4. En general, se trataba de composiciones que respetaban la estructura más tradicional de la canción popular, con una clara definición de las estrofas y los coros, estos casi siempre con los suficientes ganchos como para quedarse en la memoria de los escuchas.
  Me refiero al rock que surgió tanto en la Gran Bretaña (la famosa Ola Inglesa) como en las dos costas de los Estados Unidos, con ciudades emblemáticas como San Francisco, Los Angeles y Nueva York.
  Fueron los Beatles los principales representantes del género y tras de ellos vino un caudal de grupos y solistas que literalmente llenó de extraordinaria música la etapa que va de 1964 a 1971, aunque esta pueda ser una medida temporal arbitraria.
  Escocia no fue la excepción de esta marea rock-popera y tuvo entre sus figuras más representativas a The Incredible String Band y, muy especialmente, a Donovan Leitch, mejor conocido con el simple nombre de Donovan, a quien se llegó a considerar en sus inicios como el Bob Dylan británico, aunque más tarde consiguió un estilo propio que influiría en los músicos escoceses de las décadas posteriores y ejemplos de ello son Aztec Camera, Teenage Fan Club, Texas, Travis y, sobre todo, Belle & Sebastian y The Beta Band. En todos ellos la importancia de la melodía es esencial, más allá de que cada uno haya desarrollado un estilo particular.
  Es de The Beta Band, formado en la ciudad de Edimburgo en 1996, que surgió Steve Mason, quien fungió como su vocalista y guitarrista principal. El sonido del grupo siempre fue heterodoxo, una mezcla de estilos al que llamaron folk hop y que incluye elementos del folk, el rock, el trip hop, la electrónica y la música experimental. En total sólo grabó tres álbumes en estudio (The Beta Band, 1999; Hot Shots II, 2001; Heroes to Zeros, 2004), hasta su disolución en 2005.
  Mason siguió como solista, con un proyecto al que llamó King Biscuit Time, aunque sólo grabó un disco (Black Gold, 2006) sin mucha trascendencia. Más tarde repetiría la misma receta, esta vez bajo el nombre de Black Affaire y otra vez con un único y poco conocido larga duración (Pleasure Pressure Point, 2008). Fue hasta 2010 que decidió grabar con su nombre y fruto de ello fueron cuatro estupendos discos: Boys Outside, 2010; Ghosts Outside, 2011; Monkey Minds in the Devil’s Time, 2013 y Meet the Humans, 2016. Tres años después, ya en pleno 2019, Steve Mason ha regresado con un gran trabajo discográfico: About the Light, distribuido por Domino Records.
  Nos encontramos ante una obra que reivindica a plenitud el rock pop en la mejor de sus expresiones. Mientras sus cuatro álbumes previos contienen ese ánimo por la experimentación que tan caro fue a The Beta Band, About the Light es mucho más vivo y orgánico, en especial porque fue grabado con todos los músicos tocando al mismo tiempo como un verdadero conjunto de instrumentistas.
  Producido por Stephen Street, quien ha trabajado para Morrissey, Blur y los Cranberries, el álbum está lleno de frescura, espontaneidad y una energía muy especial, casi me atrevería a decir que sesentera, aunque eso no significa que suene anticuado o, para decirlo en lenguaje milenialista, vintage. Por el contrario, la producción es pulcra, limpia, pero sin sonar pasteurizada o con esa perfección tan propia de lo que hoy se denomina como música pop y que tan alejada se encuentra del rock pop primigenio. No hay en la grabación abuso alguno de las actuales herramientas de estudio y eso es lo que permite que Mason y sus acompañantes se escuchen tan auténticos y sinceros.
  Cierto que hay por ahí el uso de sintetizadores, pero es un uso más bien discreto y que queda por debajo de las guitarras, las baterías, los instrumentos de aliento (metales reales), los coros femeninos y, por supuesto, la cálida y expresiva voz del solista.
  De ese modo, nos encontramos con canciones como la abridora y sensacionalmente explosiva y pantanera  “America Is Your Boyfriend” (una crítica irónica a la relación entre Gran Bretaña y los Estados Unidos); la íntima y entrañable “Rocket”; la muy sesentera (hay algo de The Byrds, aunque también de R.E.M., en esas punteadas guitarras jangle) “No Clue”; la homónima y brillantemente rockera (alguien ha dicho que encajaría perfectamente en el Exile on Main Street de los Rolling Stones) “About the Light”, con su irresistible y repetida frase “Get out your life and go home”; la extraordinaria e intrincada “Fox on the Rooftop” (a mi modo de ver el mejor corte del disco, una composición exquisita y misteriosa, de una finura estrepitosa).
  Con “Stars Around My Heart” sobreviene un cambio rítmico más acelerado para otra gran pieza, con un fantástico riff y un arreglo de metales estupendo; “Spanish Brigade” es otro corte lleno de encanto rock-popero, mientras que con “Don't Know Where?” surge una atmósfera más meditativa y nostálgica de enorme belleza.
  About the Light concluye con dos grandes composiciones de Mason: primeramente, la bodiddleyana y pop-bluesera (si se me permite el término) “Walking Away from Love”, un tema en verdad sensacional, con diversos cambios de atmósfera y hasta de género, aunque la irresistible guitarra à la Bo Diddley es lo predominante. La culminación del plato llega con “The End”, casi un himno que lleva al álbum a un crescendo previo a su brillante final.
  Parece claro que Steve Mason disfrutó al hacer este disco y lo transmite de la mejor manera. Atrás quedaron los días en que el músico paso por duros periodos de depresión y de fracasos personales y profesionales. Hoy, el escocés puede decir que las cosas, en su vida y en su carrera, giran acerca de la luz.

(Reseña mía, publicada el día de hoy en "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos)

domingo, 4 de agosto de 2019

Mensaje de The Warning

Las integrantes de The Warning me hicieron llegar este mensaje de agradecimiento por mi reseña de su disco. Me encantó recibirlo.

viernes, 2 de agosto de 2019

The Warning: el crimen y el disco perfectos

¿Cuántos discos fuera de serie ha dado el rock que se hace en México, desde que se grabó la primera canción de un grupo nacional en 1958? En 61 años transcurridos a partir de entonces, ¿cuántos discos producidos por el rock nacional podrían catalogarse como prácticamente perfectos? ¿En cuántos puede decirse que todas y cada una de las canciones que contienen son estupendas y que ni una sola está ahí de relleno? En muy pocos. Tan pocos que podríamos contarlos con los dedos de una mano y quizás el índice o el pulgar saldrían sobrando.
  Pienso en el Odio Fonqui (1994) de Jaime López y José Manuel Aguilera. En el No me hallo (1988) de El Personal. En La Tempestad (1997) o Lo eterno (2018) de La Barranca. Tal vez en Símbolos (1994) o Babel (1996) de Santa Sabina… y paro de contar.
  Los fanáticos de lo que desde hace cuando menos 30 años he llamado el rockcito dirán que cómo puedo dejar fuera a El nervio del volcán (1994) de Caifanes, El circo (1991) de La Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio, Re (1994) de Café Tacuba, Hombre sintetizador (1999) de Zurdok o ¿Dónde jugarán las niñas? (1997) de Molotov, entre otros. Buenos discos, concedo, mas lejos de la perfección. Todos ellos tienen cortes destacados pero también varios que resultan francamente prescindibles.
  El rock, en México y en el mundo, hace tiempo que está desaparecido. La industria y los medios (con la complicidad pasiva de los músicos) se han encargado de aislarlo, de mantenerlo en algún lugar que se ha dado en calificar como “alternativo”. En aras de la sobreproducción y la artificialidad, se ha sacrificado a todo un género para favorecer una música pop cada vez más vacía e intrascendente, cada vez más consumible y desechable. Música hecha bajo receta, con fórmulas preestablecidas que garanticen la rápida difusión y, por ende, las ventas cuantiosas. Musak.
  Ya ni siquiera se da importancia a los discos de larga duración. Los álbumes que, décadas atrás (hablo sobre todo de los años sesenta y setenta del siglo pasado, con un cierto renacer en los noventa), eran el sumum del arte rockero, hoy son piezas de museo o de nostalgia y los grupos y solistas privilegian al “sencillo”, es decir, la canción sola y aislada, fuera de cualquier contexto, de cualquier idea conceptual. Las cosas han llegado a tal grado que se organizan conferencias de prensa para presentar no el disco de determinado grupo o cantante, sino su sencillo más reciente. Eso sí, con el video que lo acompaña.

  Frente a ello, se pierden la ilusión y el entusiasmo de quienes amamos al rock. En lo personal, aunque de pronto encuentro propuestas que me gustan, de tiempo atrás ninguna lo ha hecho de manera tal que me haga vibrar o me produzca alguna ligera emoción. Creo que desde “Stairway to Heaven” o “The Great Gig in the Sky” no he vuelto a escuchar una pieza que me cause escalofríos o me ponga chinita la piel, si se me permite la ñoña pero ilustrativa expresión.
  El hecho es que hace algunas semanas, para ser más preciso en junio de este 2019, me apareció, no sé cómo ni por qué, una sugerencia en YouTube. Un grupo llamado The Warning, conformado por tres jovencitas de la ciudad de Monterrey y su canción “Dust to Dust”. Pude haberlas ignorado. ¿Una agrupación mexicana que además canta en inglés, algo que he cuestionado en múltiples ocasiones? En condiciones normales, las habría dejado pasar. Pero por alguna razón misteriosa no lo hice y le di play al video, grabado durante una presentación en El Lunario de la Ciudad de México en noviembre de 2018. El impacto fue inmediato. El golpazo de poder y electricidad me dejó atónito. No podía creerlo. ¿Qué demonios era aquello? ¿Cómo era posible que tres lindas niñas que podrían estar haciendo músiquita pop fueran capaces de transformarse en un arrasante power trío y brindar no sólo un sonido que yo no había escuchado en decenios, sino un desempeño escénico espectacular y vibrante, de una autenticidad que ya parecía imposible de encontrar?
  Vi el video varias veces y busqué otros, en especial de ese mismo concierto en El Lunario. Vaya cosa. Todos eran fantásticos. Tenía que saber quiénes eran esas jovencitas tan talentosas y tan genuinamente rocanroleras. Así me enteré de que eran las hermanas Daniela, Paulina y Alejandra Villarreal, las mismas que hace cinco años sacaron un video, también en YouTube, en el que interpretaban un cover de “Enter Sandman” de Metallica. De inmediato até cabos. Aquella actuación casera, desde el sótano de su casa, era muy buena y asombrosa (y viral: hoy cuenta con casi 20 millones de vistas). Pero quién iba a imaginar, un lustro después, que The Warning evolucionaría de tal manera y que en 2019 estaría en un nivel artístico y musical muy superior al del 99.99 por ciento de las “bandas” nacionales.
  No entraré en detalles sobre el historial del trío de 2014 a la fecha. Quiero concentrarme (después de esta larga introducción) en su disco más reciente, Queen of the Murder Scene (2018), su segundo larga duración, grabado en forma independiente, después del excelente XXI Century Blood (2017) y del EP Escape the Mind (2015).
  The Warning rescata la idea del álbum conceptual, al grabar trece composiciones propias en las que se narra una historia, la de una mujer que va del enamoramiento al amor y de ahí a la posesión, el acecho, el crimen y el suicidio. Un tema muy fuerte, violento y oscuro para tres compositoras jóvenes que –dirían algunas mentes asustadizas– podrían estar escribiendo acerca de amores rosas e ilusiones románticas y no de temas propios de una novela negra. Sin embargo, es eso lo que hace aún más efectivo el disco, más idónea la música y más certeras las letras.

  Queen of the Murder Scene arranca precisamente con “Dust to Dust”, la canción con la que tuve la fortuna de descubrir a The Warning. Se trata del prólogo de este relato que sigue a una mujer desde la frustración que no puede evitar hasta una creciente obsesión que desemboca en la locura criminal. Como apuntó alguien por ahí: es la historia de una joven atrapada por el amor obsesivo y la compulsión criminal.
  Musicalmente, “Dust to Dust” es perfecta, con una construcción llena de sabiduría y matices precisos y estrujantes. Desde la hipnotizante figura del bajo inicial (por ahí leí que la canción fue compuesta por la bajista, Alejandra, la más joven del grupo, quien tenía escasos trece años de edad cuando apareció el disco –hoy tiene 14–, lo cual aumenta mi admirado asombro) y la súbita irrupción de una batería poderosa y un riff de guitarra con aires al mismo tiempo metaleros y arábigos, sabemos que se anuncia algo verdaderamente extraordinario. La breve introducción da lugar al canto de Paulina, baterista y una de las dos voces principales, quien con su timbre grave y potente da todo el sentido a la interpretación, apoyada por las armonías vocales de sus hermanas hasta llegar al infeccioso coro: “Polvo a polvo, nuestros huesos se oxidarán / y volveremos a empezar” y el estallido que prosigue: “Oye, ¿a dónde vas? / No confíes en todo lo que escuchas. / ¿No estás harto de correr? / Es mejor quedarse aquí”. El crescendo rumbo al final estremece al escucha y lo prepara para todo lo que viene.
  “Crimson Queen” abre el primer capítulo de la historia. Se trata de una muy bella y desgarrada balada acústica que lo mismo remite a Led Zeppelin (alguna remota reminiscencia hay ahí de “Going to California”) que al grupo Heart de las hermanas Ann y Nancy Wilson. Daniela hace suya esta pieza con voz al mismo tiempo dulce y retadora y sus sutiles guitarras de corte folk y medieval. Es el canto de un personaje femenino desconcertado y enamorado, de una mujer confundida por sus contradictorios sentimientos amorosos.
  Viene entonces la vertiginosa explosión de “Ugh”. Nuevo arranque de bajo y otra vez una guitarra filosa que recuerda a System of a Down. Es una canción de obsesión enfermiza y de peligrosa enajenación expresada sin dudas o titubeos por la voz, áspera aquí, de Daniela. La parte  con el piano final casi parecería un brevísimo homenaje a Faith No More.
  “The One” es otra composición sublime. Luego de un inicio que se acerca a la balada rock, va escalando en intensidad hasta restallar como una lluvia de fuegos de artificio y dar pie a otro piano que marca la parte media para desembocar en una nueva ola ascendente en la que el personaje, la personaja, de la narración se ilusiona con ser la única que exista para la persona amada. Es una plegaria inútil, un ruego exigente que se quedará en eso: “Mi corazón es sincero, late por ti” o “Me verás a mí y sólo a mí”. Todo para llegar a una conclusión angustiosa, reflejada en una música emocionalmente conmovedora: “¿Está todo en mi cabeza? / ¿Fue algo que dijiste que dejó mi corazón expuesto? / Sé que no soy la que está en tu mente / pero aún así, yo seré la única”.

  El segundo capítulo comienza con “Stalker” que, como su nombre lo dice, es un tema que habla de ese acoso que suele derivar de la obsesión y que puede hacernos perder la cabeza hasta niveles infernales. Todo inicia con un piano nostálgico y un canto suplicante y entregado, ese que se da cuando se abre el pecho y se muestra el corazón sin reservas. Daniela canta con giros casi blueseros para derivar en una súplica rota que acepta el amor loco, en una de las canciones más deliciosamente siniestras y desesperadas del disco. “Soy una maniaca cuando se trata de ti / Estoy obsesionada con lo que podríamos ser los dos”, “Te tendré algún día / Te tendré por siempre”. El clamor del clímax es escalofriante, con la música llegando a extremos inesperados: “Te quiero para que me ames / Tócame / Déjame estar en tu corazón”. La nostalgia pianística retorna al final, pero con una ternura retorcida que anuncia cosas poco propicias y muy espeluznantes.
  “Red Hands Never Fade” es otra incursión en el rock más rápido y pesado. Sin embargo, es una pieza que habla de súplica y perdón, ese perdón que no se encuentra y que vuelve más exasperante la situación (“Lo sé, eso fue un error / Pero tú no perdonas y no olvidas.”). La mujer de la historia ha cometido ese error imperdonable que no puede borrar ante el hombre que anhela, “porque las manos rojas nunca se desvanecen”.
  El relato sigue su tortuoso camino (aunque en la parte musical es brillantemente ejecutado) con “The Sacrifice”. De la súplica del perdón a la advertencia (the warning). Es como el aviso final: o se arregla esto o se va todo al carajo y hasta las últimas consecuencias. Una gran canción con el trío de poder que llega hasta alturas insospechadas.
  Sin embargo, las alturas a alcanzar todavía serán mayores. “Sinister Smiles” lo demuestra. Vaya composición. Se trata del tema que inicia el tercer capítulo y su letra revela que la mujer de la narración ha asesinado al ser amado por negarse a estar con ella (“mis manos / tu sangre”). Desde la batería, Paulina canta con una fuerza comparable a la de los tambores y los platillos que golpea con una precisión que sin exagerar hace pensar en la reencarnación de John Bonham. Al igual que sucede con “Dust to Dust”, es una pieza en la que la virtuosa baterista brilla con luz propia. El coro es inolvidable con su “Break, break, just break apart” y la segunda voz de Daniela deriva en primera voz durante la parte final, para una culminación apoteósica con secos acordes de guitarra que confirman que fueron los Kinks el primer antecedente del heavy metal.
  “Dull Knives (Cut Better)” es el tema más thrash del álbum (Metallica podría hacer un cover en retribución a The Warning). Es la canción de la culpa después del crimen. Otro vértigo musical con una más que sólida y precisa sección rítmica (ese bajo de Alejandra, esa batería de Paulina) que funciona a la perfección para la guitarra y el canto (más las armonías vocales de sus dos hermanas) de Daniela: “Agujas que perforan mi cerebro / Lentamente aumentan el dolor. / Estoy arrancando rosas pero guardo las espinas”. Poesía pura.

  Tal vez la parte cumbre del LP sea la composición que da nombre al mismo. “Queen of the Murder Scene” posee una perfección musical asombrosa. Los riffs, los cambios, la intensidad, el increíble y expresivo solo de guitarra que nos lleva al recuerdo del mejor Jimmy Page, la solidez rítmica, la intencionalidad en el canto de Daniela, todo para contarnos que la mujer ha superado el complejo de culpa y se asume como una fría asesina (“Soy una máquina sin emociones”), casi vanagloriándose de su acción, una verdadera reina de la escena del crimen.
  No menos bueno es “P.S.Y.C.H.O.T.I.C.”, una especie de punk metal lleno de sabrosa ironía, con el que inicia el cuarto y concluyente capítulo de esta novela negra musical que es también una especie de rock ópera. Tal vez sea la mejor letra de todas y acontece cuando ella ha sido ya atrapada y llevada ante las autoridades (“Porque la sangre que sangro ya no es roja. / Es negra como las palabras que se repiten en mi cabeza. / Mi cordura se ha ido y mi moral está equivocada. / Y sé lo que ellos dicen: / Que estoy loca, que debo irme al infierno. / ¿Crees que soy ciega? / ¿Crees que no puedo decirlo? / Sé a dónde voy, sé a dónde iré / Y cuando descienda, me sentaré en mi trono. / Hay algo dentro de mí / de lo cual no me puedo esconder / Se ríen en mi presencia / se ríen cuando lloro / Mis ojos se han vuelto salvajes / su luz no es humana / puedo sentir que sonrío”). Musicalmente,  es como si los Ramones se toparan con Iron Maiden. Los coros que deletrean el título (con una especie de porra de cheer leaders) son otra delicia y el redoble de tarola con las voces que ascienden para terminar en un grito de niña desaforada (cortesía de Paulina) es una de las partes más estremecedoramente divertidas de todo el plato. Otro otro punto culminante, otro high light.
  El álbum se acerca a su terminación, pero aún quedan dos cortes tremendamente disfrutables. “Hunter” es otro rock duro que inicia con un fenomenal riff metalero muy de la escuela clásica del género. El tema todo es en sí muy clasicista y poderosamente imponente.
  “No me arrepiento, desearía poder olvidar. / Porque todas las cosas que he hecho y todas las cosas que he dicho se quedan conmigo”, canta Paulina en el majestuoso track final, llamado precisamente “The End”. Es otra joya. La voz plena de pasión de la baterista conmueve hasta las entrañas, desde las vibraciones de un alma que a pesar de todo asume el crimen que cometió y acepta su inevitable andar por la carretera que conduce al infierno. Un nuevo, espectacular y lleno de alma solo de guitarra de Daniela, el piano inicial, una combinación suntuosa de las tres voces en armonía y un crescendo exultante para culminar un trabajo discográfico impresionante, una de las pocas obras maestras del rock en México.
  ¿Cómo hicieron estas tres jovencitas regiomontanas, de 18, 16 y 13 años en 2018, para escribir, arreglar e interpretar ellas solas esta maravilla? Sin apoyo de disqueras (el único apoyo que reciben es el de su propio público, por medio del sitio Patreon), sin más publicidad que la de las redes sociales y la del boca en boca, han logrado situarse muy por encima de todo lo que se hace hoy en México. Son rocanroleras auténticas, instrumentistas virtuosas, músicas y letristas completas que por sus edades aún tienen muchísimo que dar. Pero sobre todas las cosas son auténticas y apasionadas o, para mejor decirlo, pasionales: sienten su música y saben transmitir ese sentimiento en las entrañas del escucha. ¿Hasta dónde llegarán? Sólo el tiempo lo dirá, pero estoy cierto de que lograrán lo que ninguna otra  agrupación de rock de nuestro país y que no falta mucho para que sean reconocidas a nivel global.
  Por lo pronto, este agosto entran al estudio de grabación y para finales de año aparecerá su tercer disco. Esperémoslo con gusto y expectación.
  This is not the end.

(Artículo publicado el día de ayer en el sitio Juguete Rabioso que dirige Mixar López)