domingo, 31 de mayo de 2020

El día que conocí a Charlie Montanna

Gracias a mi querido amigo Jorge Landa, de Nexos, quien hace rato me hizo llegar esta foto que yo nunca había visto, me acordé de la ocasión en que conocí a Charlie Montanna. Ocurrió una noche de 2007 en que Los Pechos Privilegiados nos presentamos en el Ruta 61 y no sé si nuestro baterista Demetrio García o alguien más lo invitó a vernos tocar. Cuando terminamos, Charlie nos felicitó, platicó brevemente conmigo y luego se subió a palomear con parte del grupo y algún músico que iba con él. No me acuerdo bien de los detalles. Pero lo recuerdo como un buen tipo; protagónico, pero simpático. Fue la única vez que lo vi en mi vida (por cierto, en La Mosca una vez publicamos la carátula de un disco suyo y le otorgamos la distinción de ser "la peor portada de un disco de rock en la historia", ja ja; no recuerdo si eso fue antes o después de conocerlo). La instantánea la tomó el fotógrafo Esparta Palma y está fechada el 23 de febrero de 2007.

sábado, 30 de mayo de 2020

Con carácter de urgente

 

jueves, 28 de mayo de 2020

Patterson

Con bombos y platillos por parte del diario, el escritor obradorista Jorge Zepeda Patterson debutó hoy como columnista en Milenio (su primera colaboración la intituló "Contra AMLO, ten cuidado con lo que deseas", nada menos). Ya está ahí con sus compas Epigmenio, Monreal, Gibrancito y Miguel Barbosa. Puf... C'est domage.

domingo, 24 de mayo de 2020

Un mensaje de hace cinco años

Me escribe el lector y amigo de Facebook, Ivan Castelán, a quien agradezco sus palabras en todo lo que valen:

"Acabo de terminar de leer mi ejemplar de Matar por Ángela y sentí la necesidad de escribirte, no sólo para felicitarte, sino para constatar que personalidades como la de Humberto no son únicas y me identifiqué sobremanera en muchas situaciones, fue un viaje enajenante saber más sobre Ángela, pero más me emocionó el sorpresivo final. Debo decirte que no me enorgullezco de decir que es el primer libro que leo de principio a fin y gozo como enano, y espero que publiques más. Muy divertido el chiste de Carlos Monsiváis, sólo unos pocos lo entendimos al 100%".

Mensajes como este son lo que verdaderamente lo alimenta a uno como escribidor.

sábado, 23 de mayo de 2020

Y lo escribió hace 48 años

"El cine mexicano no tiene remedio. Ni los viejos ni los nuevos dan una. Las presiones que todos conocen: la censura indirecta, la carencia de auténticos valores, la mediocridad del medio, la falta de respuesta de un público cada vez más adocenado, la baja calidad de los actores, la torpeza de los productores, la impreparación, el esnobisno, el intelectualismo pretencioso de la nueva generación".

Sergio Pitol
El tañido de una flauta (1972)

miércoles, 20 de mayo de 2020

martes, 19 de mayo de 2020

Falta de concordancia

¿Por qué la mayoría dice "es una fake news", cuando la concordancia de número indica que debe decirse "es una fake new", en singular. Es como los que dicen "me compré un pants" o "soy darks". News, pants y darks están en plural, aunque sea en inglés. En esta lengua no se dice "I'm darks" sino "I'm dark"; no se dice "I have a pants" sino "I have a pant" y no se dice "It's a fake news" sino "It's a fake new". En fin, neuras de corrector de estilo.

sábado, 16 de mayo de 2020

Y sí

"... se puede estar enamorado de varias personas a la vez y de todas con el mismo dolor, sin traicionar a ninguna".

Gabriel García Márquez.
El amor en los tiempos del cólera

viernes, 15 de mayo de 2020

A wop bop a loo bop a lop boom boom! Se fue Little Richard

Los llamados pioneros del rock n’ roll han ido desapareciendo. Hace poco más de 60 años se fueron Buddy Holly y Eddy Cochran. Más tarde se iría Elvis Presley. En fechas más cercanas partieron Bo Diddley, Chuck Berry y Fats Domino. Y este sábado 9 de mayo de 2020 nos ha dejado Little Richard.
  Pianista, cantante y compositor, “Ricardito” (como se le decía en México por allá a finales de los años cincuenta, cuando se volvió muy popular gracias a la radio, y cuyo verdadero nombre era Richard Wayne Pennyman), nació en Macon, Georgia, en 1932 y, ya retirado de la música, vivía en la mítica ciudad de Nashville, Tennessee, donde lo alcanzó la muerte a los 87 años de edad.
  Little Richard llamó la atención desde que se iniciara, a principios de los años cincuenta, no sólo por su gran copete, su exagerado maquillaje facial y su manera estrafalaria de vestir; tampoco por su forma delirante de tocar el piano o por su famosísimo grito “A wop bop a loo bop a lop boom boom!”, sino sobre todo por la calidad de sus canciones y su modo único de interpretarlas.
  Temas clásicos como “Tutti Frutti”, “Good Golly Miss Molly (conocida en el mundo de habla hispana como “La plaga”, gracias a la versión de los Teen Tops), “Jenny Jenny”, “Keep a Knockin’”, “Long Tall Sally”, “The Girl Can’t Help It”, “Ready Teddy” o “Lucille” forman parte del repertorio universal de la música popular, gracias a su originalidad, frescura, fuerza y sensualidad. Porque si algo tenía Richard, era un poder telúrico para cimbrarlo todo a su paso. Sus conciertos enloquecían a los jóvenes de su época y escandalizaban a los adultos, quienes lo consideraban un tipo pecaminoso y provocador (para no hablar de su homosexualidad manifiesta), algo que le trajo muchos problemas incluso legales.
  El desenfreno en que vivió sería muy pronto sosegado radicalmente por él mismo, ya que de la manera más intempestiva, en 1957 decidió abrazar la religión y llevar una vida retirada de las presentaciones públicas. Cuando finalmente regresó, lo hizo como cantante de música gospel y ataviado con túnicas de ministro religioso.
  En forma esporádica, a lo largo de más de medio siglo fue y vino del rock n’ roll, pero sin crear nuevos éxitos y apegado a los cíclicos revivals que tuvo esa música.
  Con todo, al momento de partir de este mundo Little Richard permanece como un ícono del rock, uno de sus padres fundadores y una figura central en el desarrollo del género. Su música será por siempre inmortal.

Posdata: De los antiguos creadores del género al que Alan Freed le diera nombre, sólo queda uno entre nosotros, el grandioso Jerry Lee Lewis, quien a sus 84 años sigue en activo (a pesar de haber sufrido un infarto en 2019) y acaba de anunciar la aparición de un nuevo disco para este mismo año. Al parecer, se trata de un álbum con covers de música gospel, producido por T-Bone Burnett.

(Texto aparecido en "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos)

martes, 12 de mayo de 2020

Rally de libros

¿Libro que lees actualmente?

Una historia de amor y oscuridad de Amos Oz.

¿Primer libro que leíste?

Corazón, diario de un niño de Edmundo D’Amicis, a los once años.

¿Ultima obra o libro que leíste?

La brigada de Anne Capestan de Sophie Hénaff.

¿Libro favorito?
El rojo y el negro de Stendhal.

 ¿Escritor favorito?

Méxicano: Jorge Ibargüengoitia; extranjero: es difícil, pero me decanto por Philip Roth.

¿Libro u obra que te cambió la vida?

El rojo y el negro de Stendhal y La tumba de José Agustín.

¿Papel o digital?

Papel, por supuesto, pero no le hago el feo en absoluto a los e-books.

¿Autor que más detestas?

Me abstengo. Son tres, mexicanos; sólo eso diré.

¿Libro u obra que te arrepientes de haber leído?

La muerte de un instalador de Álvaro Enrigue. Es muy aburrido, pretensioso y malito.

¿Libro que no has leído pero que deberías leer?

Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes. Lo he empezado muchas veces, pero no puedo con él. Quizás algún día

¿Género favorito?

La novela.

¿Género que odias?
Los libros de "superación" personal.

¿Libro que más has releído?

El rojo y el negro de Stendhal.

(Cuestionario que me mandaron a Facebook)

lunes, 11 de mayo de 2020

El Caifán mayor acaba de salir del edificio

Es una de esas películas que te gustan desde la primera ocasión que la ves y que sabes que volverás a ver una, dos y diez veces más sin cansarte de ella. Al igual que sucede con varias otras del cine mexicano, en especial de la llamada Época de Oro. Como Los tres huastecos, El rey del barrio, La oveja negra, Ahí está el detalle o Los olvidados, por mencionar unas cuantas. Te encariñas con los personajes, te aprendes los diálogos, cantas las canciones, rememoras secuencias imborrables.
  Así me pasó y nos pasó también a decenas de miles de espectadores con Los caifanes, la cinta de Juan Ibáñez filmada en 1967, con Julissa, Enrique Álvarez Félix, Ernesto Gómez Cruz, Sergio Jiménez, Eduardo López Rojas y Óscar Chávez en los papeles principales.
  La historia es por demás conocida. Una pareja de novios de la alta burguesía capitalina se sale de una fiesta, la lluvia los sorprende en la calle, se refugian en un extraño automóvil estacionado y de pronto aparecen los dueños del vehículo: “El Capitán Gato” (Jiménez), “El Azteca” (Gómez Cruz), “El Mazacote” y “El Estilos (Chávez), una singular pandilla de los barrios marginales  del entonces Distrito Federal que se hace llamar Los Caifanes. De ahí se sucede una serie de aventuras que transcurre en una sola y delirante noche y que culmina hasta el amanecer del día siguiente. Paloma y Jaime (es decir, Julissa y Álvarez Félix), guiados por los caifanescos personajes recién conocidos (a quienes temen pero por los que se dejan seducir fascinados), conocen de buen y mal grado los bajos fondos defeños y visitan taquerías, funerarias, cabarets y otros puntos de la noche barriobajera, en un subeibaja surrealista que mucho debe al cine de Luis Buñuel y Federico Fellini. La aparición de un Santa Clos borracho y decadente (interpretado nada menos que por el mismísimo Carlos Monsiváis, en un cameo sorpresivo que hoy es mítico), añade una pizca de divertido morbo al recuerdo de la película.
  Vi Los Caifanes por primera vez al año siguiente de su estreno, en el legendario Cine Tlalpan, ubicado en la esquina de Juárez y San Fernando, en la línea limítrofe entre el centro tlalpeño y la colonia Toriello Guerra. Yo tenía trece años y fue la única vez que la vi en pantalla grande. Sin embargo, volvería a disfrutarla infinidad de veces por televisión y otros medios (de hecho, para refrescar mi memoria, acabo de volver a verla por streaming en mi computadora). Recuerdo que aquella primera vez me impacto sobremanera. Para un temprano adolescente resultaban fuertes y asombrosas las imágenes, por ejemplo, de las viejas prostitutas, exageradamente maquilladas, del cabaret donde sucede una de las escenas más alucinantes y recordables. Desde entonces se convirtió en una de mis cintas mexicanas favoritas.
  Decía que el personaje del “Estilos” lo hacía Óscar Chávez, un joven actor proveniente del teatro universitario a quien nadie conocía (de hecho, los histriones que interpretaban a los cuatro Caifanes provenían de escuelas teatrales; no así Julissa, quien venía de la televisión y de los primeros años del rock hecho en México, donde había triunfado como baladista, y Enrique Álvarez Félix, regular galán de telenovelas y el hijo único de la gran diva María Félix).
  Chávez destacaba en el filme de Ibáñez por ser el único guapo de la pandilla (no en balde, logra seducir a Paloma con sus maneras tímidas e inseguras) y por su estupenda voz. A lo largo de la cinta interpretaba tres canciones: “El pájaro y el chanate”, “La niña de Guatemala” y “Fuera del mundo”. Gracias a su actuación, saltó a una relativa fama como actor; pero, sobre todo, aparecer en Los Caifanes le ayudó a impulsar una carrera musical que había iniciado cuatro años atrás, en 1963, con la grabación del disco de larga duración Herencia lírica mexicana Vol 1, en el que incluía antiguas canciones como “El lirio”, “La valona del preso”, “El tecolote”, “Yo ya me voy” y la preciosa “Román Castillo”.
  Chávez desde entonces, a sus 28 años, era una especie de arqueólogo musical en busca de joyas ocultas del cancionero popular mexicano. Ese sería el rasgo principal que lo distinguiría como artista, además, por supuesto, de su más que característica voz, grave y profunda.
  A lo largo de las siguientes décadas, grabaría una cantidad enorme de álbumes, en los que además de canciones mexicanas, interpretaría melodías de todo el continente hispanoamericano, canciones “de protesta”, temas paródicos y composiciones propias, como el que sería su mayor éxito a nivel popular, el bolero “Por ti”, lanzado como sencillo en 1973.
  “‘Por ti’ fue una sorpresa, fue la segunda canción que compuse. Y no fue rápido, se llevó un buen tiempo para que la gente la conociera, que la canción penetrara en el gusto de la gente. Ahora es muy importante, no puedo dejar de cantarla cuando me presento”, declaró apenas el año pasado durante una entrevista.
  Se dice que el mayor amor en la vida de Óscar fue su compañera musical y sentimental Tehua, intérprete también de folclor mexicano, con quien grabaría discos como Añoranzas mexicanas Vol. 2 (1974) y Añoranzas mexicanas Vol. 5 (1977). Tehua (María del Rosario Graciela Rayas Trejo) falleció en 2014, luego de una fructífera aunque discreta carrera.
  Hombre de izquierda con un gran sentido crítico (siempre supo distinguir entre el izquierdismo real y el izquierdismo de fachada), fue parte del movimiento estudiantil de 1968, apoyó las luchas sindicales de los años setenta y ochenta y simpatizó con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). En cambio, siempre externó sus reservas con respecto a Andrés Manuel López Obrador y su Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Por ello, ante la muerte del músico el pasado jueves 30 de abril, en el Centro Médico Nacional 20 de noviembre del ISSSTE, en la Ciudad de México, debido a una complicación relacionada con el coronavirus, no deja de ser irónico que el lopezobradorismo en pleno tratara de obviar el desencuentro que tenía con el cantante y buscara, una vez difunto, hacerlo “suyo”.
  Óscar Chávez, el llamado Caifán mayor, tenía 85 años al morir. Había nacido en la colonia Portales, del viejo DF, en el lejano 1935. Su legado artístico y personal es el de un ser humano, un mexicano, comprometido y congruente, en el mejor sentido de ambos términos. ¿Para qué añadir más?
 
(Publicado en mi sección "Plumas de caballo" de la revista en línea Juguete rabioso)

domingo, 10 de mayo de 2020

Óscar Chávez en el cielo de diamantes (y mariposas amarillas)

“Luego cualquier día levantas los tenis
y no te enteras de tu propio guateque cadavérico”.

“Capitán Gato”
Los Caifanes, de Juan Ibáñez

Muchos supimos de él por primera vez gracias a su personaje de “El Estilos”, en la legendaria película Los Caifanes, de Juan Ibáñez (1967). Ahí, al lado de Ernesto Gómez Cruz (“El Azteca”), Sergio Jiménez (“El Capitán Gato”) y Eduardo López Rojas (“El Mazacote”), seducían y le hacían la vida de cuadritos a la pareja fifí (popof, se decía en aquellos años) conformada por Paloma y Jaime, interpretados por Julissa y Enrique Álvarez Feliz, respectivamente.
  Ahí se dio a conocer aquel actor pero sobre todo aquel cantante, compositor y guitarrista de muy característica y potente voz (en Los Caifanes, inmortalizó canciones como “El pájaro y el chanate”, “La niña de Guatemala” y “Fuera del mundo”).
  Era Óscar Chavez (Ciudad de México, 1935), galán cantautor que rompía los corazones de las mujeres con esa personalidad entre tímida, tierna e introspectiva que lo caracterizaba.
  Chávez falleció este jueves 30 de abril, en plena pandemia de covid-19. Un día antes había sido internado en el hospital 20 de Noviembre, con síntomas de contagio por coronavirus. Su avanzada edad (increíble que tuviera 85 años de edad, no los aparentaba) y problemas respiratorios no le ayudaron a sobrevivir.
  Era un hombre de izquierda y siempre abrazó las causas progresistas, desde el movimiento estudiantil de 1968 hasta el levantamiento del EZLN en 1994. Luego sufrió cierto desengaño, como lo confesó a la revista Proceso en una entrevista de 2009:

−¿Cuál es su percepción de la izquierda de este país?

−¿Cuál izquierda? Primero hay que ubicar donde está la izquierda Los de la izquierda cobran con la derecha y los de la derecha con la izquierda Igual de cínicos todos.

−¿Se identifica con algún político, académico o intelectual mexicano vivo?

−Es muy difícil.

−¿Qué opinión le merece el movimiento de Andrés Manuel López Obrador?

−Todo, todos están dedicados a no dejar de mamar del presupuesto No se trata de decir nombres, todos. Es lamentable, es doloroso, es triste (…)  Para mí todos son la misma burra revolcada. Andan a salto de mata, todos, cambian de partido como cambiar de calzones, no puede ser. Es una falta de dignidad.

−¿De qué color ve al país?

−No lo veo.

A su muerte este jueves, sin embargo, las redes sociales se llenaron de tuits y mensajes de funcionarios de la 4T y de Morena, quienes lamentaban el fallecimiento del músico y trataban de llevar agua a su molino partidista. Ninguno mencionó la postura crítica de Óscar hacia el lopezobradorismo y sus simpatías por el neozapatismo (el cantante siempre fue muy amigo del subcomandante Marcos, cuyo movimiento se opone a los faraónicos proyectos de la actual administración, en especial el corredor transístmico y el Tren Maya).

  De la misma entrevista en Proceso:

−Usted no apoya al movimiento de AMLO, ¿no le importa que ese grupo lo vea como un traidor?


−El problema es de ellos, no mío. Allá que se hagan bolas.

  Pero concentrémonos en las grandes cualidades de Chávez como artista y como gran rescatador del acervo musical de México.
  Fue una especie de arqueólogo cancionero y dio a conocer un sinfín de composiciones nacionales perdidas, sobre todo del siglo XIX y la primera mitad del XX. Su pasión era la música tradicional más auténtica (sus dos primeros discos, de 1963 y 1966, llevaban como título Herencia lírica mexicana, volúmenes uno y dos). También incursionó en la llamada canción latinoamericana (su álbum Latinoamérica canta, Vol II, de 1971, es uno de los más populares, sobre todo por su canción “Macondo”, en la que rinde homenaje a la novela Cien años de soledad de Gabriel García Márquez: “Mariposas amarillas, Mauricio Babilonia / Mariposas amarillas / que vuelan liberadas”) y en lo que por un tiempo se conoció como “canción de protesta”.
  Dueño de un estupendo sentido del humor, gustaba también de las melodías paródicas, caso de la mítica “La casita”, de su disco Parodias políticas, de 1975 (“¿Que de dónde, amigo, vengo? / De una casita que tengo por allá en El Pedregal / De una casita chiquita / con jardines, alberquita y calefacción central”). Además, fue un estupendo intérprete de las canciones del gran Chava Flores.
  En sus conciertos solía presentarse acompañado del grupo de música folclórica Los Morales, de quienes se volvió inseparable. En su mejor época, llegó a grabar tres y hasta cuatro discos por año (caso de 1986, en que sacó Amorosas, divertidas y horrorosísimas canciones de la calaca flaca, Aquellas canciones de los Martínez Gil, Y la canción se hizo... calavera y Décimas topadas). El mayor éxito que tuvo en los medios masivos fue su composición “Por ti”, un hermoso bolero de 1974.
  Conocido como “El Caifán Mayor” (quizá para distinguirlo de los Caifanes menores, es decir, el grupo mexicano de rock que lleva ese nombre), Óscar Chávez ha partido de esta vida y de ese México al que tanto dio y que no acabó de reconocerlo en toda su valía. Se ha elevado hacia el infinito, rodeado de mariposas amarillas y cantando en paráfrasis las tristes coplas de “Román Castillo”, aquella antigua tonada que interpretara en su primer disco:
  “¿Dónde vas, Óscar Chávez? / ¿Dónde vas, pobre de ti”.

(Texto publicado el pasado 1 de mayo en "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos)

viernes, 8 de mayo de 2020

Del libro como elemento de rebelión



"A medida que el mundo virtual se vuelve más dominante, tener libros se vuelve un acto de rebelión. Cuando estamos en posesión de un libro impreso, nadie puede rastrearlo, alterarlo o hackearlo".

Ramin Bahrani.

miércoles, 6 de mayo de 2020

Aromas de vértigo

"Mi padre tenía una relación sensual con los libros. Le gustaba tocarlos, escudriñarlos, acariciarlos, olerlos. Lo excitaban los libros, no podía contenerse, enseguida les metía la mano, incluso a los libros de personas desconocidas. Es cierto que los libros de antes eran mucho más sexis que los de ahora: tenían qué oler y qué acariciar y tocar. Había libros con letras de oro estampadas sobre las aromáticas pastas de piel, algo ásperas al tacto, pero que hacían que te recorriera un escalofrío, como cuando se toca algo íntimo e inaccesible, algo que se estremece y tiembla al contacto de tus dedos. Y había libros que tenían tapas de cartón forradas de tela y pegadas con una cola que tenía un olor asombrosamente sensual. Cada libro tenía un olor propio, secreto y excitante. Algunas veces la tela estaba un poco separada del cartón y se movía como una falda atrevida. Era difícil evitar asomarse por el espacio oscuro que había entre el cuerpo y la ropa del libro y respirar allí aromas de vértigo".

Amos Oz
Una historia de amor y oscuridad

martes, 5 de mayo de 2020

Un gatito francés


Esta foto la tomé en París, en 2004. La hice desde el balcón del piso en el que me hospedé con mi cuate ruso Maxim. La vista daba hacia el patio interior del viejo edificio. Cerca de Montmartre.

sábado, 2 de mayo de 2020

La brigada de Anne Capestan

Terminé de leer esta espléndida y divertida novela negra, primer opus de la escritora francesa Sophie Hénaff. No se trata propiamente de un relato humorístico. De hecho, es un thriller hecho y derecho. Sin embargo, a lo largo del libro hay infinidad de apuntes irónicos que de manera constante mueven a la sonrisa inteligente, lo cual hace mucho más disfrutable la narración.
  Anne Capestan, comisaria de policía de 37 años, luego de una carrera llena de ascensos que la han convertido en un ejemplo dentro de la policía francesa, comete un grave error al matar a sangre fría a un sospechoso en circunstancias confusas. Juzgada por asuntos internos, sale bien librada y se le exculpa al considerarse que actuó en defensa propia. No obstante, el incidente detiene su trayectoria y sus superiores la mantienen durante seis meses en una especie de limbo cercano al desempleo. Hasta que su jefe directo, Buron, la pone a la cabeza de una nueva y peculiar brigada.
  La idea de Buron es armar dicha brigada con policías problemáticos y/o estorbosos, al mando de Capestan, para mantenerlos apartados del departamento que él comanda. Ya que no los puede correr, los manda a un virtual ostracismo.
  De esa manera, Cespetan se instala en una oficina lejana y llena de muebles viejos, casi un basurero. Ahí van llegando los que habrán de ser sus subalternos, una colección de personajes verdaderamente delirantes: Torrez, alias "Malfario", a quien todo mundo le huye; Lebreton, nada menos que el ex agente de asuntos internos que llevó el caso de Capestan y con quien en su momento ella tuvo muchos problemas; Eva Rosière, capitana y a la vez exitosa escritora de novelas policíacas, además de guionista de una popular serie de televisión basada en el personaje estrella de sus libros. También llegan un agente alcohólico, un loco del volante, una adicta al juego, un experto en informática y un delator. Una decena de fichitas con quienes a lo largo de la novela uno termina por encariñarse.
  Buron les manda una buena cantidad de casos archivados que nunca fueron resueltos y ellos eligen investigar dos. A partir de ahí se sucede una gran cantidad de incidentes y enredos que no describiré para no vender trama, pero que conduce a un desenlace sorpresivo y por fortuna verosímil.
  Hénaff resulta una escritora muy hábil y talentosa, con un estilo ágil y desenfadado que resulta más que plecentero. Sabe trazar muy bien a sus personajes y deja abierta la puerta para una y más novelas posteriores con los mismos protagonistas (ya existe de hecho una segunda, Aviso de muerte, que espero leer pronto).
  Gran libro La Brigada de Anne Capestan (Alfaguara, 2014), intitulada en francés Poulets grillés (algo así como "Pollos rostizados"). Lo recomiendo abiertamente.

viernes, 1 de mayo de 2020

Reaparece

Dicen varios medios internacionales que luego de tres semanas de desaparecido, el dictador norcoreano Kim Jong-Un hizo una aparición en público esta mañana en una fábrica de la localidad de Sunchon. La información proviene del gobierno de Corea del Norte, aunque se dice que no hay fotografías del evento. Mentiras: yo sí tengo una.