sábado, 29 de febrero de 2020

Niu coco

Un nuevo integrante en mi colección de cocodrilos.

viernes, 28 de febrero de 2020

Dani en 2020

No nos habíamos visto en todo este año. Por mil cosas que yo desconocía, a ella se le complicaba encontrarnos y más aún trasladarse hasta el sur profundo de la ciudad. Pero al fin logramos citarnos y nos vimos hoy por la mañana en la colonia Roma Sur. Estuvimos un par de horas en un cafecito de la calle Chilpancingo (la calle donde estaba -¿o seguirá ahí?- el hospital en el cual llegué al mundo). Me contó todo lo que ha vivido durante los más recientes tres meses y entendí muchas cosas. Pero fue hermoso volver a ver a una de mis cinco mejores amigas y a quien quiero con toda mi alma. Ya quedamos en vernos a fines de marzo. Mi querida Daniela.

jueves, 27 de febrero de 2020

¡Última mezcla, maistro!

Con Ernesto Guerrero, Iris Bringas y Jehová Villa Monroy.
Última y muy fructífera sesión de mezcla del disco antes de la cita con el masterizador, la próxima semana. Gracias Iris y Jehová y gracias a los 36 músicos y voces que colaboraron. Cada vez estamos más cerca.

martes, 25 de febrero de 2020

Diez cuestiones

Diez cuestiones sin las cuales hoy no concibo la vida:

1. Música.
2. Mujeres.
3. Literatura.
4. Mujeres.
5. Cine.
6. Mujeres.
7. Futbol.
8. Mujeres.
9. Series.
10. Mujeres.

lunes, 24 de febrero de 2020

Sobre el origen de los Michel

Según investigaciones del genealogista Alfredo Peña Pérez II, los primeros pobladores de la ciudad de Guadalajara fueron 63 (en 1542), entre los que se encontraba la familia Michel, encabezada por Juan Michel y su hermano Cristóbal de Ordóñez. Ambos ancestros de mi familia materna. Los dos eran de los pocos sobrevivientes de la Guerra del Mixtón (una serie de enfrentamientos bélicos entre varias tribus indígenas —denominadas de forma genérica chichimecas— pertenecientes a la audiencia de Nueva Galicia (hoy Jalisco), al poniente de la Nueva España, que se sublevaron contra el ejército español a mediados del siglo XVI). Juan se casó con la viuda de Francisco de la Mota y no tuvo hijos de su sangre. Su hermano Cristóbal fue el que dio continuación al apellido con sus hijos y lo hizo como apellido compuesto: Michel-Ordóñez. Juan Michel recibió escudo de armas de mano del rey Carlos I de España por sus servicios a la corona.
  No tenía noticia de que mi familia tenía escudo de armas, mismo que aparece en la portada de este libro.

domingo, 23 de febrero de 2020

Correctitos

Cuando algunos muy vivillos descubren que hacerse los políticamente correctos puede resultarles muy redituable hasta para ligar.

jueves, 20 de febrero de 2020

Sobre la "comentocracia"

Mentes tan lúcidas y brillantes como las de Héctor de Mauleón, Enrique Krauze, Jesús Silva Herzog Márquez, Federico Reyes Heroles, Guillermo Sheridan, Roger Bartra, Rafael Perez Gay (Gil Gamés), José Woldenberg, Raúl Trejo Delarbre, León Krauze, Román Revueltas, Julio Patán, Fernando Garcia Ramirez, Gustavo Hirales, Macario Schettino, Rogelio Villarreal, Agustín Sánchez González, Salvador Mendiola, Ariel González Jiménez y por supuesto la del recordado Luis González de Alba, entre muchas otras, han mantenido una posición crítica acerca de AMLO y sus textos son y han sido en todo momento material para la reflexión y el análisis. Pero, ¿qué hacen los chairos cantores y pejelovers ante ellos? No los leen, los descalifican a priori y los condenan con epítetos como "chayoteros" o "la comentocracia". Por eso terminan creyendo que gente como Ackerman, Jalife, Pedro Miguel o Sanjuana son intelectuales.

miércoles, 19 de febrero de 2020

Bob Ross

¿Se acuerdan de Bob Ross, el tipo del pincel que daba clases de pintura por televisión y hacía puros cuadros con paisajitos llenos de árboles y montañas todos desangelados? Bueno, pues millones de personas creían -y siguen creyendo- que se trataba de un gran pintor, incluso un genio,a pesar de sus enormes limitaciones. Era un engañabobos, pues. Únicamente la faltó tener su mañanera.

lunes, 17 de febrero de 2020

Ale canta y lo hace muy bien

Hace siete u ocho meses que descubrí a The Warning y desde entonces las he seguido atentamente y veo su rápida evolución y la forma como día a día incrementan su base de seguidores en todo el mundo (en México me doy cuenta que se les menosprecia, sobre todo entre los roqueritos nacionales, pero entiendo que esa es la mentalidad mexicana de siempre y más cuando esos roqueritos saben que se encuentran muy por debajo de lo que están haciendo y logrando estas tres jóvenes regiomontanas). El caso es que mi relación con The Warning se ha vuelto entrañable y por eso me llenó de gusto ver que Alejandra está dejando atrás su timidez de bajista y ya empieza a llevar la voz principal en algunos temas, como en este "Red Hands Never Fade". El sonido del video no es todo lo bueno que uno quisiera, pero las imágenes resultan muy significativas, en especial cuando Ale voltea a ver a sus hermanas con una gran sonrisa y con cara de "¿lo estoy haciendo bien?". Es la más chiquita de las tres, a sus 15 años (aunque ya rebasó a sus consanguíneas en estatura física).Sensacional.

domingo, 16 de febrero de 2020

Se aplican restricciones

Algunos comerciales de radio y televisión suelen terminar con la frase rúbrica "Aplican restricciones" y yo siempre me pregunto: ¿quiénes las aplican? ¿El gobierno, los anunciantes, alguna autoridad celestial? Todo esto por el mal uso del verbo pronominal aplicar. La ambigüedad se resolvería si los publicistas usaran la expresión "Se aplican restricciones" y santo remedio. Mas al parecer, publicistas y buen uso del idioma son cuestiones inconciliables.

viernes, 14 de febrero de 2020

Dos décadas de amistad

2014.
Un día como hoy, 14 de febrero, pero del año 2000, conocí a quien hoy es mi mejor y más cercana amiga (y miren que tengo amigas espléndidas). Ella tenía 21 años en ese entonces. No diré su nombre porque no le gusta figurar, pero son ya 20 años exactos en los cuales a ella y a mí nos ha pasado de todo y hemos aprendido que la mejor manera de quererse es por medio de la amistad.

miércoles, 12 de febrero de 2020

Smashing Pumpkins: 25 años de melón-colía

¿El álbum blanco de los noventa, como se le llegó a decir? Definirlo de esa manera sería una injusta comparación. Injusta para los Beatles e injusta para los Smashing Pumpkins. Porque quizá lo único que hermana a ambos trabajos es que se trata de álbumes dobles en los cuales se incluye una gran cantidad de canciones que siendo disímbolas entre sí, dan como resultado un conjunto contradictorio pero a la vez congruente y equilibrado. No obstante, Mellon Collie and the Infinite Sadness (Virgin Records, 1995) es una obra que posee características propias y singulares.
  De las bandas llamadas alternativas de principios de los noventa, Smashing Pumpkins se distinguió desde un principio por seguir su propio camino. Su música pronto se alejó del rudo y violento grunge surgido en Seattle, para dirigirse a terrenos en los cuales corrientes como el dream-pop, el dark, el heavy metal, el progresivo y la sicodelia tenían mucho que decir. Y es precisamente en su tercer álbum –luego de Gish (1990) y Siamese Dream (1993)– donde estas influencias confluyen y se sintetizan de un modo más claro. Billy Corgan, líder, cabeza y alma de la agrupación, un verdadero enfant terrible del rock noventero, demostró en Mellon Collie... su genio creativo, al producir una amalgama de composiciones llenas de riqueza armónica y melódica, en medio de un sentido rítmico que iba de los sólidos beats del rock duro a la acompasada suavidad de baladas cargadas de perversa dulzura.

Del amanecer al crepúsculo
Producido por Flood, Alan Moulder y Billy Corgan, el álbum se encuentra dividido en dos partes, cada una contenida en un disco y con la medida proporcional de catorce composiciones por mitad. El disco uno (Dawn to Dusk) es el menos oscuro y más accesible, lo cual no significa que se trate de un segmento fácil de asimilar. Aquí, a los finos arreglos instrumentales de cuerdas y teclados corresponden dosis de guitarras distorsionadas (debidas sobre todo a James Iha), mientras la voz de Corgan puede ir de una ternura un tanto enfermiza a una dureza angustiada y angustiante que arroja al rostro del escucha sus sardónicas letras llenas de desencanto, malestar y agónica congoja. Hay aquí temas tan soberbios como la introducción pianística del corte que da nombre al disco, la belleza orquestal (con ejecutantes pertenecientes a la Sinfónica de Chicago) de “Tonight, Tonight”, las explosiones grungeras de “Jellybelly”, “An Ode to No One” y “Zero” (con un riff que ya es un clásico), la headbangera “Bullet with Butterfly Wings”, la tensa y a la vez relajada (valga la paradoja) “To Forgive”, la luminosa “Galapogos” (sic), la portentosa “Porcelina of the Vast Oceans” y la concluyente “Take me Down”.

Del crepúsculo a la luz estelar
Twilight to Starlight, es decir el segundo disco del álbum, es ciertamente más denso y hermético que la primera parte de Mellon Collie.... Eso no significa que nos encontremos frente a la contraparte de Dawn to Dusk, más bien se trata de un complemento un tanto más nebuloso que abre con “Where Boys Fear to Tread” y culmina con “Farewell and Tonight”. Entre las doce piezas restantes hay temas muy populares como “Thirty-three” y “1979” más otros no por menos conocidos menos buenos, como el cuasi blacksabbathiano “X.Y.U.”, “In the Arms of Sleep”, el pesadísimo “Tales of a Scorched Earth”, el melancólico “Stumbleine”, el graciosamente vampiresco “We Only Come Out at Night” y esa belleza que es “Lily (My One and Only)”.
  Mellon Collie and the Infinite Sadness, el ambicioso proyecto artístico de Billy Corgan grabado en Chicago y Los Angeles, con la mitad de las canciones compuesta con guitarra y la otra mitad con piano, es de algún modo el testamento musical de la primera época de Smashing Pumpkins con su formación original (el propio Corgan, James Iha, la bajista D’Arcy Wretzky y el baterista Jimmy Chamberlin). Un testamento que perdura un cuarto de siglo después y que trascenderá a lo largo del tiempo.

(Publicado el día de hoy en "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos)

martes, 11 de febrero de 2020

26 años tan moscosos

Hoy 11 de febrero pero de 1994, a estas horas de la noche estábamos reunidas unas 500 personas en un antro llamado El Antro, en Huipulco, Tlalpan, para la presentación en sociedad de La Mosca en la Pared. No teníamos idea de qué tanto iba a funcionar una nueva revista de rock, sobre todo porque era una revista muy diferente a todas las que había. En ese momento, no imaginamos que duraríamos 14 años en el mercado y que tendríamos la trascendencia que por por fortuna tuvimos. Tampoco imaginamos todas las grandes experiencias, buenas y malas, que viviríamos. 26 años se cumplen hoy martes de aquel momento (muy divertido por cierto) y la verdad es que como director que fui de la Mosquita a lo largo de esos casi tres lustros, me siento muy satisfecho por lo conseguido al lado de tanta gente extraordinaria que colaboró en sus páginas y también de esa otra tanta gente entrañable que trabajó conmigo en la talacha cotidiana. 

PD: Ese día también fue el debut de mi grupo de blues, Los Pechos Privilegiados, en su primera versión.

lunes, 10 de febrero de 2020

Los Rodríguez, los Michel y el cine mexicano

Algunos de los hermanos Rodríguez. 
De izquierda a derecha: Roberto, Enrique, Consuelo y José.
Mi familia materna tiene una relación muy cercana con el cine mexicano, en especial con el primer cine sonoro y con la llamada época de oro del cine nacional. Mi abuela María se apellidaba Ruelas Santana y era originaria del pueblo de Autlán de la Grana, Jalisco. Su prima Maclovia era la mamá de Enrique, José (Joselito), Emma, Roberto e Ismael Rodríguez Ruelas. Exacto: los mismísimos hermanos Rodríguez. Los mismos que introdujeron el cine sonoro en México y los mismos que descubrieron nada menos que a Pedro Infante, posiblemente el mayor ídolo popular que ha dado nuestro país en todos los ámbitos.
   Contaba mi madre (hoy su memoria lo ha olvidado) que cuando llegó a la Ciudad de México, a finales de los años 30 del siglo pasado, ella y su hermana Raquel solían acompañar a su primo Ismael Rodríguez a la estación radiofónica XEW, para asistir a los programas “en vivo” que ahí se producían. En realidad, la intención de Ismael no era la de ir como simple espectador, sino la de descubrir talentos para las películas que él y sus hermanos empezaban a producir. Fue en uno de esos programas, en un concurso de cantantes, donde mi tío descubrió a Pedro Infante y le ofreció convertirlo en actor. La historia que siguió todos los mexicanos (bueno, no sé si también los millennials y la generación Z) nos la sabemos. Fue de esa manera que mi mamá conoció en persona a Pedro, cuando éste apenas hacía sus pininos. Ya después Infante filmaría con mis tíos películas como Nosotros los pobres, Los tres García, Los tres huastecos, Escuela de vagabundos, La oveja negra, A toda máquina (en la que actúa mi tía Emma Rodríguez en el papel de doña Angustias, la vecina de los dos motociclistas interpretados por Pedro Infante y Luis Aguilar) y tantas más, dirigidas casi todas por Ismael y algunas por Joselito. Hablando de mi tío Joselito, dos de sus hijos fueron actores: Pepito y Titina Romay, quienes protagonizaron películas tan olvidables como Pepito, as del volante o El misterio del Huracán Ramírez. Ni hablar.
   Además de convivir con sus primos Rodríguez, por el lado de los Ruelas, mi mamá, Rebeca Michel Ruelas, también se llevaba muy bien con otra prima del medio artístico, aunque esta era por parte de los Michel: la eximia actriz Isabella Corona. Me cuenta mi hermana Myrna que nuestra madre solía hablar muy impresionada de la cama giratoria que Isabella tenía en su recámara y que le permitía, por ejemplo, alcanzar el teléfono sin tener que moverse de su lugar, haciendo girar mecánicamente su enorme lecho.
   Otros parientes nuestros del medio cinematográfico eran los Philips, ya que el camarógrafo canadiense Alex Philips se casó con una prima de mi abuela de nombre Alicia Bolaños. Don Alex fue director de fotografía de todo tipo de cintas, desde las legendarias Santa (primera película sonora mexicana –sí, con el sistema de sonido que trajeron mis tíos Rodríguez de los Estados Unidos)– y La mujer del puerto hasta Robinson Crusoe de Luis Buñuel, Viento negro de Servando González y El castillo de la pureza de Arturo Ripstein, entre muchísimas más. Su hijo, Alex Philips Jr., fallecido en 2007, fue sobrino de mi abuela María y primo segundo de mi mamá. Mi tío Alex estuvo casado con la actriz Ofelia Medina, con la que procreó un hijo y quien, coincidentemente, tuvo su debut estelar en el cine en 1969, en la película Patsy, mi amor, dirigida por el cineasta Manuel Michel…, también primo de mi mamá, seis años menor que ella. Poco después, Ofelia se haría muy amiga de mi hermano, el cineasta Sergio García, con quien también haría un par de películas en Super 8.
   Por cierto, mencioné que mi abuelita María se apellidaba Ruelas Santana y que nació en Autlán, Jalisco, el mismo lugar donde en los años 40 nació el músico Carlos Santana, quien era su sobrino nieto y vendría a ser algo así como mi primo segundo. Pues eso.

domingo, 9 de febrero de 2020

Aquel debut de Octubre en la Casa del Lago

Era 1972, no recuerdo la fecha exacta. La primera presentación de Fede Cantú y yo en La Casa del Lago de Chapultepec. Teníamos 17 años y cantamos una decena de canciones mías. Habría otras tres presentaciones los siguientes domingos, pero en lugar de Canción Joven se llamaría Canción Debate, porque al final debatíamos con el público sobre el contenido crítico de algunas de las piezas. 48 años ha.

sábado, 8 de febrero de 2020

Posible inicio de novela

Braulio se levantó de su asiento y lanzó un profundo suspiro. Estaba preocupado. Muy preocupado. Angustiado de ver cómo treinta millones de mexicanos le habían otorgado a un sujeto mañoso, ignorante y taimado nada menos que la presidencia de la república y no sólo eso: también las dos cámaras legislativas y la mayoría de las gubernaturas. López y su camarilla de impresentables, constituida por una mezcla antinatura de viejos ex políticos priistas, oportunistas políticos panistas, religiosos evangélicos del ultraconservadurismo más rancio y un muestrario delirante de la fauna izquierdosa, con algunos sobrevivientes del Partido Comunista y gente de la academia universitaria más radical y anquilosadamente marxistoide, estaban a punto de ser los dueños del país. Porque así se sentían ellos y lo mostraban a cada paso, en cada declaración, en cada actitud, en cada pose altanera y soberbia. Eran los ganadores y se disponían no a servir a los ciudadanos, sino a servirse con la cuchara grande, sin importar las consecuencias.

viernes, 7 de febrero de 2020

I Will Always Love You

El amor y la música. La música y el amor. ¿Cuántas canciones cultas y populares, de todos los géneros, hablan del amor y del desamor? Incontables. Sin embargo, acaba de publicarse un libro que si bien habla de música y habla de amor, lo aborda desde otro ángulo por demás interesante y hasta inquietantemente mórbido: el de las relaciones amorosas dentro del ámbito musical. Esas relaciones interpersonales de corte sentimental que se han dado, se dan y se seguirán dando entre músicos y músicas, entre cantantes y compositores de cualquier sexo. 
  ¿Cuántas parejas de esas ha habido, sobre todo durante la segunda mitad del siglo pasado y lo que va de este? La escritora e ilustradora española Marisa Morea se encarga de contárnoslo en un hermoso volumen de reciente aparición, editado por Planeta.
  I Will Always Love You se intitula este libro que nos lleva de la mano para introducirnos a la intimidad de poco más de una veintena de parejas que vivieron apasionadamente el amor y el rompimiento amoroso, aunque algunas lograron sobrevivir a la tormenta y mantenerse juntas hasta el día de hoy.
  Combinando dibujo y letra, aunque no con la estructura de un comic, la autora nos da a conocer muchos pormenores de parejas muy conocidas, pero también de otras que no lo fueron tanto, a pesar incluso de la fama de los protagonistas. Muchos saben de los amoríos entre Sonny y Cher, entre Mick Jagger y Marianne Faithfull, entre Bob Dylan y Joan Baez, entre June Carter y Johnny Cash, entre Kurt Cobain y Courtney Love o entre John Lennon y Yoko Ono, todos ellos (y ellas) incluidos en este Siempre te amaré; sin embargo, no han sido quizá tan difundidos los tormentosos affaires entre Nick Cave y PJ Harvey, Miles Davis y Juliette Greco o Ricky Lee Jones y Tom Waits. Eso para no hablar de triángulos amorosos como el tan britpopero entre Brett Anderson (de Suede), Justine Frischmann (de Elastica) y Demon Albarn (de Blur) o el tan sesentero entre los legendarios Leonard Cohen, Joni Mitchell y Graham Nash.
  Pues de todo eso nos cuenta (¿o nos chismea?) Marisa Morea con sus encantadoras ilustraciones y sus amenos e irresistibles textos. De ese modo nos enteramos, por ejemplo, de cómo fue que Patti Smith se casó en 1980 con el guitarrista Fred “Sonic” Smith, guitarrista del subversivo grupo de Detroit MC5, y de cómo por ocho años ella dejó la música para dedicarse a criar a sus dos hijos como toda una madre convencional o, yéndonos más atrás, Morea nos narra el breve pero apasionado crush entre Jim Morrison y la cantante alemana Nico, sus experiencias erótico-artísticas en el desierto de California, mientras consumían peyote y escribían canciones y cómo ella se pintó el cabello de color encarnado para tratar de retener al vocalista de The Doors y que no regresara con su novia, Pamela Courson, una pelirroja natural.
  No se piense sin embargo que el libro es una especie de TV Notas del rock y otros géneros. Aunque ligero y tal vez no demasiado profundo, I Will Always Love You trata de contextualizar históricamente cada una de las relaciones amorosas que relata, con información sobre los discos que cada músico realizaba o sus trayectorias artísticas. De una manera por demás ingeniosa, la autora sabe entrelazar las historias y conducirnos casi sin darnos cuenta por diversos cambios de tiempos y escenarios.
  Ahí están más parejas y sus aconteceres, como la terrible relación entre Ike y Tina Turner, con sus escandalosas dosis de violencia doméstica, o el entrañable (durante los cuatro años que duró) amor lésbico entre Corin Tucker y Carrie Brownstein, en plenos años noventa y en medio del ambiente de las agrupaciones del movimiento Riot Grrrl, amor que dio como fruto la formación del trío femenino de indie punk Sleater-Keaney. 
  En fin, son muchas las historias que nos cuenta este libro de 130 páginas, editado con gran cuidado y cuya lectura resulta tan aleccionadora como divertida.

  PD: Por supuesto, también aparece el momento en el cual Janis Joplin y Leonard Cohen se conocieron en el Chelsea Hotel de Nueva York.

jueves, 6 de febrero de 2020

Yo tengo otros datos

Antonio Garci, un servidor, América Navarrete y Porfirio Romo.
Me lancé al Club France, para asistir a la presentación del libro Yo tengo otros datos, de mi cuate Fedro Carlos Guillén, con ilustraciones de otro cuate mío, el gran Antonio Garci, editado por Lectorum, la empresa editorial de otro cuate mío más: Porfirio Romo. Estuvo muy divertido todo. Además de mis tres cuates, en la mesa de presentadores estuvieron mi próximo cuate, Macario Schettino (quedamos en tomarnos un café pronto), y Gabriel Quadri, quien no es mi cuate pero al que saludé.
  Allá coincidí con el buen Pablo Majluf (platicamos breves momentos) y con mi cuata, la guapa América Navarrete. De hecho, en la hora extra que estuve ahí luego de la presentación, ella permaneció conmigo y le presenté a mis cuates (menos a Fedro porque ellos dos ya son cuates).
  Porfirio me obsequió un ejemplar del libro. Espero entrevistar pronto a don Guillén.
  Salí junto con América, a quien afuera esperaba su actual novio.
  Regresé en metrobús y llegué aquí como a las nueve. Mi mamá ya se había dormido.
 

miércoles, 5 de febrero de 2020

103 años

Un aniversario más de nuestra Constitución Mexicana y otra vez un recuerdo de mi abuelo Emiliano García y su participación en el Congreso Constituyente de 1917 en Querétaro como representante del estado de Sinaloa. Tres años cumple ya mi novela Emiliano, de la cual me siento muy contento. Lo que me sigue preocupando es el afán del actual gobierno por acabar con nuestras instituciones y poner en riesgo a la misma Constitución. No podemos dejar que los retardatarios disfrazados de progresistas de izquierda (que no son una cosa ni otra) se salgan con la suya. Aunque son tantos sus yerros que no dudo que más temprano que tarde se destruyan entre ellos mismos. Creo que eso es lo que va a suceder finalmente. Ojalá no sea de manera cruenta.

martes, 4 de febrero de 2020

Greta Gerwig y su visión de "Mujercitas"

Tengo una relación entrañable con Mujercitas de Louise May Alcott, un clásico de la literatura estadounidense del siglo XIX que leí durante mi más temprana adolescencia. Sus cuatro personajes femeninos principales, las hermanas Meg, Joe, Beth y Amy March, son personajes que se me quedaron para siempre y de la manera más entrañable en la memoria. Por eso temí que esta nueva puesta en escena de la novela pudiera ser un chasco. Afortunadamente y para mi grata sorpresa, resultó todo lo contrario.
  Little Women ha sido adaptada infinidad de veces, en cine, teatro y televisión. Incluso hay una magnífica versión cinematográfica de George Cukor filmada en 1933, con Katharine Hepburn, Joan Bennett, Frances Dee y Jean Parker como las hermanas March. Esta nueva cinta no desmerece en absoluto.
  Dirigida por la también actriz Greta Gerwig (tal vez la recuerden como la protagonista de Frances Ha, de 2013, dirigida por Noah Baumbach), la película parte de un guión muy inteligente de la propia Gerwig, una especie de rompecabezas que no sigue la linealidad cronológica de la novela, sino que hace un empleo muy ingenioso del flash back y los cambios en el tiempo, hacia atrás y hacia adelante, de los personajes. De ese modo, el filme adquiere un ritmo constante que de pronto se acelera y de pronto toma pausas con diálogos y situaciones memorables. Sí, vemos a las hermanas March en el tiempo en que las situó Alcott, en su natal Concord, Massachusetts, durante la Guerra Civil de los Estados Unidos. Es decir, a principios de los años sesenta del siglo antepasado. Pero también vemos lo que fue de ellas siete años después. De ese modo comprendemos sus antecedentes cuando las vemos en el futuro y entendemos hacia dónde se dirigen cuando las vemos en el pasado.
  Las personalidades de cada hermana (y de cada personaje) están perfectamente definidas. Ya lo estaban en la novela, claro, pero Gerwig se encarga de perfeccionarlas gracias a su magnífica dirección. Así, las actuaciones de las jóvenes actrices Saoirse Ronan (Jo), Emma Watson (Meg), Florence Pugh (Amy) y Eliza Scanlen (Beth) resultan espléndidas, lo mismo que los papeles de la gente “mayor”, desempañada con soltura por Laura Dern (la señora March, madre de las niñas), Bob Odenkirk (el padre), Chris Cooper (el señor Laurence) y Meryl Streep (la tía Josephine). También destaca Timothée Chalamet, el joven y carismático actor francés a quien ya vimos en Un día lluvioso en Nueva York (2019) de Woody Allen.
  El sentimiento general que proyecta y que provoca Mujercitas es de nostalgia y reflexión, de memoria agridulce y de no pocos apuntes críticos sobre la independencia de las mujeres que evita caer en el feminismo ramplón y “de denuncia” de hoy día. Nada que ver. El anhelo independiente de Jo March, por ejemplo, es igualitario y busca reivindicar el papel de la mujer en una sociedad (la de los estados del noreste estadounidense del siglo XIX) menos reaccionaria y conservadora que la del sur, pero con los prejuicios y fanatismos ideológicos de la época.
  Mención aparte merecen la estupenda fotografía, la detallada ambientación (qué gran cuidado en la producción), los vestuarios, los decorados, la música y la edición.
  ¿Que es una película que revalora la unión familiar? Sí. ¿Que a pesar de su crítica social y sus apuntes feministas termina por aceptar al matrimonio como posible fuente de la felicidad? También. No faltarán los progres y las mujeres extremistas que la critiquen por ello y hasta por el título de la novela de Alcott (“¡¿cómo se atreven a llamarlas ‘mujercitas’?!”). Sin embargo, la sensibilidad y la forma inteligente como Greta Gerwig dirigió esta su Little Women, con su celebración del amor y la fraternidad, son la mejor manera para dejarlos sin argumentos. Porque amor y fraternidad es algo que hace mucha falta en estos momentos polarizantes y nos hace falta también una dosis generosa de optimismo ante el oscuro panorama actual. Vaya que sí.

PD: Como no he querido vender la trama y mucho menos el hermoso y aleccionador final de la película, cito aquí a la crítica cinematográfica estadounidense Tomris Laffly, quien acerca de ese final dice: “Gerwig captura en el personaje de Jo un espíritu adelantado a su tiempo y lo convierte en algo contagioso para las generaciones actuales y sus propias aspiraciones, cualesquiera que estas sean”. Ya sabrán por qué cuando la vean.

domingo, 2 de febrero de 2020

El "Odelay" de Beck

Si con su disco debut (Mellow Gold, 1994) Beck consiguió crear una sorprendente y afortunada, aunque un tanto dispersa, mezcla de diversos géneros musicales (folk, hip-hop, rock puro, country, blues, bluegrass, pop y cierto art noise a la Sonic Youth), con su segundo álbum para Geffen, el genial Odelay (1996) –entre ambos hay dos trabajos discográficos independientes, ambos de 1994: Stereopathetic Soul Manure y One Foot in the Grave– logró dar una cohesión a la variedad temática y estilística de la que el Mellow Gold en cierto modo carecía.
  Odelay es una de las obras maestras del rock de los años noventa. Profundo y al mismo tiempo juguetón, divertidamente denso y oscuramenmte ligero, el disco es un juego de paradojas y yuxtaposiones, una colección de melodías con cambios bruscos e inesperados, una muestra de lo que el arte de la edición musical y la técnica del sampleo lograron durante aquella década, como si siguieran las propuestas literarias –el cut up– de William Burroughs. En Odelay no sólo están presentes los géneros que aparecen en su antecesor, sino que Beck abordó también el jazz, el surf, el lo-fi, el lounge y hasta la música norteña mexicana, en un elaborado collage de brillantísima factura y un sentido del humor que campea del primero al último cortes.
  ¿Se puede encasillar el estilo de Beck Hansen como compositor? ¿Es posible clasificar su música y colocarla en un estanco definido? La respuesta es no. Si una virtud tiene este joven músico nacido en Los Angeles, California, en1970, es su afortunado eclecticismo. Las catorce canciones que constituyen este álbum son muy diferentes entre sí y las variaciones rítmicas y armónicas permiten que cada escucha de la grabación nos depare sorpresas y hallazgos novedosos. Es como una caja de sorpresas que no se agota luego de muchas veces de oírla.
  Los temas están sin embargo basados en formas musicales sencillas y hasta elementales. Y este es uno de los principales méritos de Beck: su capacidad para derivar múltiples variantes a estructuras simples. Así, Odelay va del garage rock sesentero de "Devil's Haircut" al soul-funk de "Hotwax" y del country-blues muy a la Ray Davies de "Lord Only Knows" a la balada irónica de "Jack-ass", pasando por el folk de "Ramshackle", el rap de "High 5 (Rock the Catskills)", el punk de "Minus", las experimentaciones art noise de "Novocane" y las incursiones beatleras (de una y mil maneras nos recuerda a "Taxman" de George Harrison) en la extraordinaria "Where It's At" (una pieza que en sí misma y por sí sola resume todo el sentido heterodoxo del álbum).
  Resulta claro que para lograr que toda esa combinación de ingredientes concluyera en un platillo de alta repostería sonora se necesitaba de la mano maestra de cocineros especializados, de productores de primer orden. De ahí que junto con Beck mismo trabajaran en la producción del disco los espléndidos Dust Brothers, además de la participación en algunos cortes de Mario Caldato, Brian Paulson, Tom Rothrock, Rob Schnapf y Jon Spencer. La labor de los Dust Brothers fue fundamental para darle al disco ese aire a la vez inquietante y lleno de gracia, ese fluido movimiento perpetuo que parece proseguir después de finalizado el compacto.
  En Odelay, Beck interpretó prácticamente todos los instrumentos: guitarras acústicas y eléctricas; órgano, piano y teclados en general; bajo, armónica, percusiones y, por supuesto, voces. No obstante, algunos músicos también pusieron su granito de arena, empezando por el gran jazzista Charlie Haden (bajo), Mike Botio (órgano y trompeta), Greg Leisz (guitarra de acero), Joey Waronker (batería), Dave Brown (saxofón) y hasta Mike Millius (gritos).
  Por lo que toca a la temática literaria, las letras de las canciones poseen un sentido poético muy dylaniano, con textos acerca de la alienación social, la necesidad (¿la urgencia?) de evadirse de la gris realidad imperante e historias de personajes inadaptados. En una palabra, temas clásicos que muchos compositores han tocado a lo largo de la historia del rock.
  Odelay fue la demostración palpable de que Beck no era el clásico creador de un éxito y que después de "Loser" existían muchas cosas por llegar. Sus álbumes posteriores –Mutations (1998) y sobre todo Midnite Vultures (1999)– no hicieron más que confirmar la especie y enseñar que el talentoso californiano es un feliz y polifacético subvertidor de toda clase de géneros musicales, con la inventiva, la inteligencia, la temeridad y el talento suficientes para sorprendernos con las obras que emprenda en el futuro.

(Reseña que publiqué originalmente en la sección "La nueva música clásica" de La Mosca en la Pared No. 44, en febrero de 2001)