jueves, 21 de noviembre de 2019

Una semana después, el asilo a Evo Morales sigue causando controversia en México


La decisión explícita del presidente de México, Andrés Manuel López, de otorgar asilo político al virtualmente ex presidente de Bolivia, Evo Morales, ha suscitado toda clase de reacciones en la opinión pública, en los medios y en las redes sociales del país norteamericano. En efecto, en su conferencia mañanera del pasado martes 12 de noviembre, López Obrador dijo sentirse “muy orgulloso de encabezar un gobierno en donde se garantiza el derecho de asilo; es un timbre de orgullo (...) También que quede claro, y ya después entramos a los pormenores, yo di la instrucción de ofrecer el asilo”.
  La llamada comentocracia, ya sea la del lado obradorista como la del lado antagónico, ha discutido apasionadamente la decisión del presidente López Obrador y la manera como Evo Morales se ha estado moviendo todos estos días, en cuatro camionetas blindadas y escoltado por una catorcena de guardias presidenciales mexicanos vestidos de civil. Lejos de mantenerse discreto y callado, el depuesto ex mandatario boliviano no ha dejado de dar declaraciones contra quienes lo echaron de su país y para ello ha contado con toda clase de facilidades por parte del propio gobierno de México y de su partido, Morena, cuya líder, Yeidckol Polevnsky, es una abierta simpatizante del llamado socialismo bolivariano y los países donde se ha impuesto.
  Los artículos editoriales sobre el tema se han publicado con profusión día a día. Así, en el diario La Jornada, de clara filiación morenista, el articulista Ángel Guerra Cabrera escribió que “el recibimiento de Evo Morales como refugiado político por el gobierno de AMLO hace resplandecer la política exterior mexicana de soberanía, autodeterminación y asilo a los perseguidos políticos en proceso de rescate por el tabasqueño. Fue emotivo escuchar a Evo expresar: ‘López Obrador me salvó la vida’”. Prosigue Guerra Cabrera: “El golpe de Estado contra Evo va dirigido a liquidar un proyecto social extraordinariamente exitoso en nuestra región por sus logros de participación política democrática, cuya expresión más elevada es la creación del Estado Plurinacional de Bolivia, el que acogió en su seno a todos los pueblos originarios de Bolivia”. Con un tono claramente militante, el editorialista afirma que los hechos “han enfurecido a la población originaria y a muchos mestizos, algunos de los cuales comienzan a darse cuenta de lo que significa la ausencia de Evo y un eventual desmantelamiento del proceso de cambios, como los vistos en Ecuador y Argentina, que les arrebataría todos los derechos adquiridos con la Asamblea Constituyente y el Estado Plurinacional. Esa es la intención que se aprecia de los golpistas. Ya comienzan a llamar al país República en lugar de Estado Plurinacional. Con la ilegal autoproclamación como ‘presidenta constitucional’ de la senadora opositora Jeanine Áñez, esta situación no puede más que agravarse. La autoproclamada ya ha sido reconocida por los mismos gobiernos que reconocen al títere Guaidó, incluidos los de la obsecuente Unión Europea. Se trata de una persona con profundos prejuicios racistas que por eso mismo, por la clase social a la que pertenece y sus antecedentes sumamente conservadores, complace a la oligarquía y a Estados Unidos, pero nada a los indígenas y al pueblo boliviano, sean simpatizantes o no de Evo. La resistencia ya comenzó”.
  Más mesurado, el colaborador de Univisión Enrique Acevedo reconoció y aplaudió que “que al menos por un instante el gobierno de México haya recordado su rica tradición de asilo y su vocación humanitaria… Celebro que Evo Morales esté en el país mientras Bolivia encuentra una solución pacífica a la crisis generada por el rompimiento del orden democrático durante la elección presidencial del pasado 20 de octubre, fraudulenta y en la que Evo no tendría que haber participado, según los resultados del referendo constitucional al que convocó su gobierno en 2016”. Aunque más adelante adopta un tono más crítico con respecto al gobierno mexicano: “Por eso le doy la bienvenida a Evo Morales y por eso llevo casi un año criticando en este mismo espacio la política migratoria del gobierno de AMLO que con acuerdos como los Protocolos de Protección a Migrantes (MPP) y la deportación masiva de familias centroamericanas, traiciona los principios con los que justifica la decisión de otorgar asilo a Morales. Es una contradicción indefendible. Avión privado, recepción VIP y hasta micrófono para intervenir desde aquí en los asuntos internos de otro país cuando se trata de un personaje alineado a los intereses del Presidente. A los niños y las mujeres que llegan de Guatemala, Honduras y El Salvador, los espera en cambio el acoso de la Guardia Nacional, meses de espera en condiciones inhumanas antes de presentar sus casos ante la Comar, detenciones arbitrarias y finalmente la deportación… Este gobierno pretende ser muro y puente al mismo tiempo. Tarde o temprano, uno de los dos se le va a caer”.
  El analista Raymundo Riva Palacio, desde su diaria columna en el periódico El Financiero, se refirió al papel jugado por el canciller de México, Marcelo Ebrard: “El colaborador más funcional que tiene el presidente Andrés Manuel López Obrador es Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores. Esta semana dio muestras de su capacidad al rescatar a Evo Morales, de Bolivia, y, al mismo tiempo, abrirle un tanque de oxígeno político al Presidente, quien se estaba asfixiando en la crisis de seguridad. Una chuza política que le trajo costos y beneficios, pero que logró sus principales objetivos: cambiar la conversación –para ayudar a López Obrador– y retomar la política exterior –escapando por un momento del rol de bombero que le tienen asignado en Palacio Nacional. El gambito está en la díada del costo-beneficio. Los costos por haber llevado a cabo una acción que polarizó a la sociedad –más por el encono hacia López Obrador, quizá, que por rechazo a Morales. Pero el beneficio en el campo doméstico es enorme al arropar al Presidente, quien hasta el domingo estaba peleando solo ante todos, y reforzar su imagen en la opinión pública”.
  En El Universal, Alejandro Aguirre Guerrero escribe: “Traer a Evo Morales a nuestro país, en medio de varias decisiones polémicas del Presidente López Obrador (que han afectado a diversos sectores ciudadanos), cambia la perspectiva que pudiera tenerse sobre un asunto ‘de humanidad’. Por ello, sí discuto se le diera asilo político a un personaje que no conforme con haber perdido un referéndum (donde los bolivianos le pidieron evitara reelegirse), desoyera lo que él mismo convocó y sin escrúpulo alguno buscara un cuarto periodo presidencial. Discuto se le recibiera con bombo y platillo (casi como un héroe de guerra o mandatario nacional en funciones)… El asilo a Evo Morales en México es un guiño hacia Nicolás Maduro y Daniel Ortega o cualquier dictador, por si en algún momento requieren albergue político. Quizás uno de los puntos más ‘peligrosos’ para la popularidad de AMLO es que, al ofrecer ayuda a Evo Morales, se da por sentada su comunión (aunque lo haya negado varias veces) con las prácticas dictatoriales del ex mandatario boliviano… Evo Morales no es tratado como un asilado político, sino como un amigo de la nación, al grado de ser nombrado Huésped Distinguido en la CDMX. Ojalá y no le hayan vendido al ex presidente de Bolivia la idea de usar a México como plataforma para soñar con retomar el poder, pues de ser así, quizás el vecino país del norte respingaría”.
  Más crítico aún, Luis Cárdenas, de MVS, anotó: “Ciertamente, el espíritu socialista de López Obrador provocó un guiño natural a la causa del autócrata boliviano, una simpatía por ‘salvarle la vida’ rescatándolo del ‘golpe de Estado’, aunque hay quien considera que lo de Bolivia se trató, más bien, de una rebelión ciudadana frente al fraude que cometió nuestro hoy huésped distinguido, cosa que es harto diferente de un golpe militar. Sin embargo, sus precipitadas decisiones y los pésimos cálculos de costo político están a punto de pasarle una factura a la presente administración. Después de un octubre y principios de noviembre marcados por el luto, pasando por las tragedias de Aguililla, Culiacán y los LeBarón que, por cierto, son sumadas a las tragedias de todos los días en materia de violencia e inseguridad en el país, la popularidad del Presidente ha comenzado a caer de forma preocupante en lo que ya parece una tendencia estadística. El impulso del Presidente por querer vender ante la opinión pública nacional una imagen de empatía frente a la ‘víctima’ Evo Morales, lejos de generarle simpatías ha polarizado en extremo a la sociedad y coloca a sus seguidores más moderados al borde de un precipicio hacia el radicalismo que pocos quieren asumir. Hoy el riesgo se vuelve una realidad. Si hace meses la tragedia de violencia no estallaba con la fuerza del presente ni la economía pintaba tan mal y había aún la esperanza de que el gobierno conservase sus contrapesos, hoy, dada la instrucción presidencial de otorgar asilo a Morales, muchas de las voces y cuadros de Morena se han volcado a imitarlo para lisonjear la decisión, pintando una caricatura ridícula para todos aquellos que están fuera de la grey lopezobradorista y más apegados a la cruda realidad nacional… Hay muchos más problemas que Evo, pero el gobierno ha encontrado su perfecta caja china, lo que aún no repara es que su interior está cargado de explosivos”.
  Finalmente, con su acostumbrada ecuanimidad, Héctor Aguilar Camín opinó en su columna “Día con día” de Milenio Diario: “Creo que México ha hecho bien en ofrecerle asilo a Evo Morales y en exigir de la OEA un pronunciamiento sobre la necesidad de una transición institucional en Bolivia, una transición que otorgue garantías a los miembros del gobierno depuesto e inclusión política a sus partidarios. Nada tan amenazante como el energumenismo ultraderechista del líder de la movilización anti Evo, Luis Fernando Camacho. Si ese es el post golpe que se impone, veremos regresar a la Bolivia bronca, polarizada, inestable y violenta de otros tiempos. Evo Morales colaboró eficientemente en su propia ruina, llevado por la pasión de mantenerse en el poder. Se pasó de la raya, afrentó a la sociedad que le era adversa, unificó a la oposición y precipitó el fin de un gobierno que, puesto todo junto, había traído buenas cosas a Bolivia: crecimiento, disminución de la pobreza, estabilidad política. No estoy seguro de que su carrera política haya terminado”.

(Publicado el día de hoy en el sitio de Los Angeles Times en español)

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