jueves, 31 de diciembre de 2020

Fin de año


Hoy hace un año, nadie imaginaba lo que nos esperaba. Veíamos confiados y optimistas la llegada inminente del año 2020, el último de la segunda década del siglo XXI, aunque muchos lo miraban como el primero del tercer decenio (mas no entremos en polémicas bizantinas). Desde China llegaban ya las noticias del brote de un extraño virus, pero mientras cenábamos con la familia o los amigos para celebrar el nuevo año, la información nos resultaba tan lejana como ajena. Hoy sabemos que no fue lejana y mucho menos ajena. Tras nueve meses de pandemia y de confinamiento, el mundo es otro, nuestras vidas son otras. Cuando en febrero o marzo se vio que la cosa era peligrosa e iba en serio, se pensó que no duraría más de cien días; ya llevamos casi trescientos y nos encontramos en la cresta quizá más alta de la ola de contagios. Sin embargo, no todo es oscuridad. Ya existen varias vacunas contra el virus y en varias partes del planeta se han empezado a aplicar. También en México, aunque sea en muy pequeña escala y con la incertidumbre que trae el pésimo manejo que ha hecho el gobierno del problema. No queda más que esperar que, al menos en esto, no priven la ineficiencia y los intereses electoreros y clientelistas del señor que vive en Palacio Nacional y tiene al país al borde de la ruina.

  Pero en fin, hoy termina el infausto 2020 y a las doce de la noche arriba el 2021. El cambio de año ciertamente no es más que una convención simbólica, pero para nuestras mentes y nuestros ánimos representa una esperanza de cambio (cambio que nunca sucede, pero nos gusta pensar que sí). En lo personal, el año que se va no fue tan malo. Lo fue, claro, por el encierro, el miedo y el distanciamiento social. No he podido ver en persona a mis hijos, a muchos familiares y a mis amistades más queridas. Pero no me quejo. Como llevo más de treinta años trabajando desde casa, el famoso home office no me resultó algo nuevo. Casi no he salido a la calle y en nueve meses únicamente tomé el metrobús en tres ocasiones y para distancias cortas. Nunca salí a la calle sin cubrebocas y poquísima gente llegó a entrar a mi casa y en muy contadas ocasiones. Ahí vamos. El teléfono, el Whatsapp y el Messenger han sido medios para mantenerme en contacto con la gente que más amo y que más me importa. Sigo trabajando, sigo escribiendo y sigo leyendo mucho. También veo muchas series, películas, videos y futbol (ya me acostumbre a ver los partidos de las diferentes ligas sin público). El plan para lanzar mi disco cambió con la pandemia y los productores (mis queridos Iris Bringas y Jehová Villa Monroy) y yo tuvimos que sujetarnos a lo que imponen los nuevos tiempos: sacar canción por canción (los famosos sencillos), uno cada mes. Hasta ahora van cinco –que pueden buscarse y hasta comprarse en plataformas como YouTube, Spotify, iTunes, Amazon Soundcloud, Bandcamp y varios más– y en enero viene el sexto. Seguiremos en lo mismo mientras termina el confinamiento.

  No abundaré más. Sólo quiero desear a todos que 2021 realmente sea el año del retorno a cierta normalidad (los agoreros del desastre afirman que jamás volveremos a lo que era normal antes, pero ya se verá si es así) y que podamos reunirnos poco a poco con nuestros próximos y cercanos, con nuestros prójimos. Que la vacunación sea efectiva y se logre la inmunidad, a fin de que disminuyan los contagios y sus secuelas. Que para dentro de un año exacto, el 31 de diciembre de 2021, podamos recordar todo como un mal sueño que ya pasó y los abrazos vuelvan a darse sin temor alguno.

  Felicidades y mucha salud y trabajo para todos y para todas (para todes no). 


PD: 2021 es año de elecciones. Recobremos el equilibrio en el poder legislativo para que el autoritarismo no se imponga en este México que merece algo mucho mejor que ser sometido a los caprichos delirantes de una sola persona.

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