Hay noches únicas, mágicas, que se dan de vez en vez (aunque a mí últimamente suelen dárseme con bastante asiduidad). La de hoy tuvo que ver con la presentación de la joven y espléndida cantante francesa Zaz en el Plaza Condesa. Fue una nuit espléndida por el concierto en sí mismo (gran actuación, grandes canciones, un grupo de musicazos que acompañaron a Zaz, buen sonido, buen ambiente, público alegre y receptivo, un espectáculo delicioso) y por la compañía que tuve a mi lado: D, mi gran amiga, tan llena de frescura, sensibilidad, entusiasmo, calidez y belleza. ¿Qué más podía yo pedir (bueno, estuvo a punto de ser una mejor noche aún, pero una circunstancia de última hora hizo que el plan post concierto cambiara. Tant pis).
Como sea, la pasé maravillosamente bien y ella también.
Quisimos pasar a saludar a mi hijo Alain, quien tocaba en el Pata Negra, pero terminó a las once, justo a la hora que terminó lo de Zaz y no hubo coincidencia de tiempo.
Regresé poco antes de medianoche a mi casa. Medio ceniciento final.
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