Escribí este poema el 7 de octubre de 1994. Se lo escribí a la mujer de quien en ese momento estaba profundamente enamorado. Yo le había dibujado un retrato suyo a tinta, lo enmarqué y se lo regalé. Ella no estaba enamorada de mí en absoluto, aunque era mi amiga, y al ver el dibujo, su comentario fue: "está muy bonito el marco, lo voy a usar para poner una foto en él". Del dibujo nada dijo. Un momento cruel que se tradujo en lo siguiente:
Oigo sonrisas en la azotea.
Son las diez y para ti amanece.
Estiras tu ánima como una gata
al despertar.
Ojos que no te ven
corazón que te siente.
Derramé azul tinta
y quise retratarte.
Pretendí calcarte de la irrealidad.
Tu sonrisa Da Vinciana.
Tu mirada que sin algo decir
lo dice todo: el amor, el alba,
la plácida manía de estar sintigo.
Dibujé como quien lee una página
sin comprender significados.
Me vacié de lleno en la punta de un bolígrafo
y a ti te conmovió
-tan sólo-
el marco.
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