Hubo un tiempo en que los mexicanos lo aguantábamos todo. Por eso Rius bautizó a su primera historieta como Los Supermachos. Antiguo tiempo en que el PRI tenía el control absoluto y en que los políticos podían ser lo corruptos y ostentosos que se les pegara la gana, sin que alguien los molestara ni con el pétalo de un reclamo.
El sexenio de Miguel Alemán, el sexenio de Luis Echeverría, ¡el sexenio de José López Portillo!, con Arturo El Negro Durazo como mojón en el pastel. “La corrupción somos todos”, se proclamaba a sotto voce, como paráfrasis entre burlona y cinicaza de la frase de campaña del inenarrable Jolopo.
Old times, bad times en los cuales enfrentar a los gobernantes significaba riesgo real de encierro, tortura, desaparición y muerte. Tiempos de impunidad en los que no existían libertades, prensa opositora, redes sociales o la actual manga ancha para manifestarse. Tiempos y entornos que muchos “rebeldes” contestatarios de ahora no pueden imaginar siquiera.
Por eso me provoca cierta sonrisa sarcástica la manera como se hace un escándalo alrededor de cosas que si bien resultan ilegales y abusivas, no son ni por asomo cuestiones que pongan al país al borde del precipicio. Como todo este relajo de los helicópteros que lleva días en el centro de la atención mediática (y luego se quejan de las cortinas de humo). De acuerdo: algunos políticos y funcionarios se pasaron de rosca y deben ser sancionados. Vale. Pero no es que de eso dependa la situación nacional.
Hay tanto jarrito de Tlaquepaque en las redes y en el famoso círculo rojo, tanto espantado con cosas a veces tan baladíes, que los problemas profundos de México se olvidan para centrarse en el vestido de la primera dama o en cualquier otra cuestión intrascendente.
Por ejemplo, ¿cuántos niños se quedan sin clases en Guerrero, Oaxaca y Chiapas, sin que a nadie –y en especial a sus maestros– le importe? ¿Por qué las fuerzas políticas no se unen y lanzan una verdadera cruzada por la educación que es lo único que algún día nos podrá sacar del agujero en que estamos? Es que eso no vende.
Yo por eso mejor me espero, al próximo helicoptéro.
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).
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