“Galeano es a la ciencia política (baste recordar Las venas abiertas de América Latina) lo que Benedetti (el escritor, no las pizzas) es a la poesía y Silvio Rodríguez es a la música y los tres son a la izquierda lo que Arjona es a la sensibilidad godinezca”.
Subí este comentario en broma a mi muro de Facebook y a mi Twitter el día en que fallecieron Eduardo Galeano y Günter Grass. No le cuento cómo me fue porque resulta muy fácil adivinarlo (y si no, basta con que lea hoy esta columna en la versión en internet de Milenio Diario y le eche un ojo a varios de los comentarios de aquí abajito).
Pero si en mi colaboración de hace ocho días hablaba yo de la irritabilidad de jarrito de Tlaquepaque del sector progre de la población nacional, hoy me puedo referir sin problemas a la cursilería churrigueresca y rococó de esos Compas (así, con mayúscula inicial, como ellos mismos se ponen ahora), quienes volvieron a derramar miel y almíbar al por mayor al lamentar (como yo lamento también) la muerte del escritor uruguayo (del pobre de Günter Grass prácticamente ni se ocuparon).
Como si en ellos se hubieran juntado a la vez las frases más lugarcomunescas de Atahualpa Yupanqui, Violeta Parra, Alfredo Zitarrosa, los Chalchaleros, Inti Illimani, Carlos Puebla (en sus odas a Fidel Castro), los Guaraguao, José de Molina y, por supuesto, los ya mencionados Silvio y Benedetti (cerezas del siempre empalagoso e indigesto pastel “latinoamericano”), muchos articulistas y usuarios de las redes sociales se dedicaron a deleitarnos con lo mejor de su repertorio de loas, apologías, encomios y lamentos por la muerte de ese ingenioso hacedor de frases citables que fue Galeano. Algunos, en el mejor (o peor) estilo de Hugo Chávez o Nicolás Maduro, volvieron a cantar a “la unión de los pueblos latinoamericanos”, unión que jamás ha existido ya que esos pueblos, a lo largo de más de dos siglos, han sido expertos en odiarse entre sí y en desconfiar los unos de los otros.
Pero la añeja cursilería izquierdosa, esa sí que permanece incólume, esa sí que sí se ve.
“¡De pie, cantar, que vamos a triunfar…!”.
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)
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