miércoles, 15 de abril de 2015
Matemáticas amorosas
La primera fémina de quien verdaderamente me enamoré, en mis años de adolescencia, era dos años menor que yo. A la que siguió le llevaba tres. Luego vino la mujer con quien me casaría y con quien viviría cerca de dos décadas y que era nueve años mayor que yo. Después del divorcio, volví a enamorarme, platónicamente, de una joven catorce años más chica (con quien di a luz mi novela Matar por Ángela). Luego vino un grande, apasionado, obsesivo y azotado enamoramiento de siete años con una mujer a quien le llevaba veintitrés (hoy, quizá, mi mejor amiga). Breve relación de tres meses con una chava de quien me diferenciaban veinticinco años y delirante amistad cariñosa que se volvió odiosa con una alacrancita a la que le llevaba treinta. Por último, noviazgo de tres años con una niña treinta y cinco años más joven que yo. Es decir: 2 / 3 / -9 / 14 / 23 / 25 / 30 / 35 (la progresión es casi perfecta y la tendencia clara). Entre la primera y la más reciente hay una diferencia, hoy, de ¡33 años! ¿Qué sigue? ¿Quién sigue? No lo sé, pero qué divertido.
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