Algo me pasa con Lila Downs y me pasa desde la primera vez que la escuché: nada más no le creo. No creo en su autenticidad, no creo en su sinceridad, no creo en su sobrevalorada calidad artística.
Sé que declarar esto es políticamente incorrectísimo y que de tiempo atrás se le considera como la nueva Gran Señora de la Canción Mexicana (así, con mayúsculas). Sin embargo, yo veo esto más como fruto de una imposición mercadológica de origen seudo progresista que como algo que hunda sus raíces en lo auténticamente mexicano. Es algo así como lo que fue no hace mucho la moda Frida Kahlo: un fenómeno kistch tan hueco como un cascarón vacío.
En un país que ha dado tantas grandes intérpretes vernáculas, como Lola Beltrán o María de Lourdes (para no hablar de Lucha Reyes), o tantas genuinas voces folclóricas, como Amparo Ochoa o Tehua (para no hablar de Astrid Haddad o de Eugenia León), la repentina irrupción de Lila Downs y su estilo impostado y grandilocuente, superficial y artificioso, me ha resultado siempre una cosa tan indigesta como oportunista.
Ese modo de usar a la música nacional como mero mexican curious cuasi turístico para consumo primermundista y burgués, esa propuesta tan elaborada y planificada, tan coloreada y chillante como artesanía de Fonarte, me brinca y me incomoda.
Acabo de escuchar su nuevo disco, Balas y chocolate (Sony Music Latin, 2015), y no hice sino reafirmar mis impresiones sobre ella, con el agravante de que a la impostura musical (ahora con influencias de Juanes y de la Tigresa del Oriente), le ha añadido letras “militantes”, con referencias (but of course) a Ayotzinapa, el pueblo bueno y otros neo lugares comunes que de seguro le atraerán compradores entre su público cautivo.
Bien producido, bien instrumentado, con invitados como el propio Juanes o Juan Gabriel (sí, el mismísimo Juanga), Balas y chocolate es un champurrado de música folcloroide (Federico Arana dixit) y letras ceceacheras que se venderá muy bien en el mercado progre y hasta en el mercado hipster.
Si a usted no le molesta que le cambien oro por cuentitas de vidrio, no dude en adquirirlo.
(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)
6 comentarios:
Vaya, empezaba a creer que solo yo veia esto
Al cien por cien comparto tu opinión Hugo Garcia Michel.
No es autentica,suena totalmente falsa y se cuelga de sus ancestros para pretender salir con su canto...pero... hasta me enojo de saber de ella.
Hola,su comentario es la respuesta a lo que mucha gente como su servidor, habìa hecho a la gente que se siente conocedora del gènero de la mùsica mexicana.Quièn en su sano juicio puede creer que esa señora canta, interpreta o exterioriza dicha mùsica? Gracias y felicidades por su columna.
Lo mismo opino, a mi nunca me ha gustado Lila Downs, reconozco que ha sabido vender su trabajo, pero a mi en lo personal como artista no me gusta, no creo en lo que vende =/
no manches, hasta que vi esta crítica creo que entendí tu aversión a la izquierda mexicana, que, si hacemos una analogía, es como Lila Downs: una versión "chundita" de algo que se quiere sentir sobresaliente e innovador y que solo esta para penita ajena. Creo que ya conecté contigo en ese aspecto (aunque me sigue cagando que solo critiques la pinche izquierda fea que tenemos y no critiques nada de las pendejadas que hace el gobierno)
Se llama esencialismo estratégico lo que hace esta mujer.
Publicar un comentario