Otra tormenta en un vaso de agua, debida a la inefable corrección política que padecemos. Vale, concedamos, el consejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdova, se burló de un hombre de origen indígena que presuntamente quiso chantajearlo. Incluso imitó su manera de hablar y usó no sé cuántas veces la expresión “no mames” (¡oooh!).
Claro, ello dio pie a que las redes sociales, tan correctas ellas, lanzaran una andanada de ataques contra el funcionario en la que lo menos que se exige es que el hombre renuncie, pida perdón y se vaya de rodillas a la basílica de Guadalupe o a la sede de Morena.
Nadie cuestiona, por supuesto, que las burlas de Córdova fueran conocidas por medio de espionaje telefónico y que esto constituye un delito. Tampoco se habla del trasfondo evidentemente político de la divulgación de la charla que el titular del INE sostuvo con otra persona y que lo que se busca es desprestigiarlo y de paso desprestigiar al propio instituto y poner en tela de juicio la validez de las próximas elecciones federales.
Si somos serios, podremos entender qué es más grave: si las palabras “discriminatorias” de don Lorenzo o la reacción inquisitorial de los eternos “indignados”. Digo, si aquel hubiese dado un discurso o hecho una declaración en la que se expresara en forma racista de algún indígena, es claro que el escándalo tendría razones de sobra para justificarse. Pero todo viene de un telefonema privado. Tan sólo eso.
Hay quienes dicen (lo juro) que el celular por medio del cual Córdova expresó sus palabras es pagado por nuestros impuestos y que por tanto se trata de un hecho público. Para parafrasear al propio consejero: no mamen. También hay quienes lo critican por usar un lenguaje soez y limitado, lo cual, según ellos, lo descalifica para presidir al INE.
“La culpa es de los tlaxcaltecas”, se intitula un estupendo cuento de Elena Garro. En este caso, la culpa es de los chichimecas, aquellos bárbaros a quienes los olmecas y los mexicas despreciaban por embrutecidos e incultos. Al parecer, sigue habiendo chichimecas… y hasta tuitean.
(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de Milenio Diario).
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