Solía considerarse como la profesión más noble. Yo crecí con la idea de que la vocación magisterial era sin la menor duda la más admirable, la más sacrificada, la más patriótica, la más honrada y casi (o sin el casi) la más sagrada. Hoy, sin embargo, gracias a ese cáncer nacional en que se han convertido los sindicatos en general y la CNTE en particular, la figura del maestro de escuela ha caído tan bajo como la de los políticos.
Como ayer, 15 de mayo, fue su día y no se trata de amargarse con cosas como las fuertes cantidades que los líderes centistas cobran por no trabajar, por tener en el abandono a millones de alumnos oaxaqueños, chiapanecos y guerrerenses y por especializarse en marchas, plantones y tomas de calles y edificios públicos, quiero recordar a algunos de los profes que tuve durante mis años escolares, varios de los cuales, por cierto, tampoco eran tan ejemplares y abnegados como el maestro Cipriano que interpretaba José Elías Moreno en aquel sufrido dramón fílmico que es Simitrio de Emilio Gómez Muriel (1960).
Tuve profesores de todos colores y sabores, desde la maestra Olivia (en cuarto año, una monja obesa, chaparrita y bonachona que nos ponía a rezar el rosario cada mañana) hasta el “Cachirulo” (mi profesor de historia universal en tercero de secundaria, progresista, izquierdoso y que me impulsó personalmente a escribir), desde el maestro Pascual (en quinto de primaria, quien nos castigaba azotando nuestras piernas con su temible latiguito –un delgado cable de alambre forrado) hasta el “Piporro” (mi maestro en el taller de encuadernación de la tlalpeña Secundaria 29, quien por las tardes era taxista y gozaba con jalarnos las patillas hasta hacer que nos alzáramos de puntitas y gritáramos de dolor) o “Herodoto” (así, con pronunciación grave, el profe de historia en primero de la misma secun, especialista en dar las clases más aburridas del planeta).
Tuve maestros excelentes, aceptables, malos y pésimos, pero comparados con ciertos maistros de hoy, aquello era una jauja educacional.
Felicidades por su día a aquellos docentes que siguen siendo decentes… y que no están en la CNTE.
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)
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