Esta es una película de Martin Scorsese que no parece una película de Martin Scorsese y, sin embargo, está tan dentro del alma y la vida de éste que quizá se trate de la más scorsesiana de sus obras.
Me explico: si bien identificamos al director neoyorquino sobre todo por sus cintas de gangsters (Mean Streets, Goodfellas, Casino), sus thrillers (Taxi Driver, Cape Fear, Shutter Island) o hasta sus filmes relacionados con la música (desde New York New York y The Last Waltz hasta Shine a Light y Living in the Material World) e incluso con sus trabajos con tintes de comedia negra (After Hours, The King of Comedy), en el fondo lo que subyace es la biografía de un hombre que ama al cine más que a nada y es en Hugo que este amor se expresa de la manera más clara y conmovedora.
Acabo de ver esta cinta de 2010 y me queda claro que más que una película para niños, se trata de un gran homenaje a los inicios de la cinematografía y a sus pioneros franceses, los hermanos Lumiere y, sobre todo, al gran George Melies. Por medio de una historia a la Charles Dickens, Scorsese nos lleva al París de fines de los años veinte y principios de los treinta y sobre todo al microcosmos de una gran estación ferroviaria (¿la Gare du Nord, el actual Museo de Orsay, con su gran reloj?), en la cual conviven cotidianamente diversos personajes y entre ellos Hugo Cabret, el pequeño héroe de la trama.
Visualmente esplendorosa (la película está hecha en 3D), gracias a las peripecias de este huérfano, que ocupan la primera mitad del filme, desembocamos en la existencia de un viejo juguetero que en sus años mozos fuera el más grande y fantasioso (o fantástico, si se quiere) creador cinematográfico de principios del siglo pasado. Por supuesto, me refiero a Melies y sus filmaciones llenas de imaginería, además de ser el iniciador de los efectos especiales en el cine, como muchos hemos visto en su famosa "Viaje a la luna", con cohete que se inserta en el ojo de Selene incluido.
Interpretado por ese gran actor que es Ben Kingsley, Melies se relaciona poco a poco con Hugo y es gracias a él y a su hija adoptiva Isabelle, interpretada por la preciosa Chloe Grace Moretz, que recupera su amor por la vida y es redescubierto hasta ser homenajeado en vida, como merecía este mago del cine.
Con las actuaciones, entre otros, de Sacha Baron Cohen -como el temible guardia de la estación, cojo e implacable, terror de los niños huérfanos y perseguidor de Hugo, aunque al final se enamora y se muestra como un hombre sensible-, Jude Law -como el malogrado padre de Hugo-, Emily Mortimer -como la vendedora de flores que conquista el corazón del policía- y Asa Butterfield -como el propio Hugo Cabret-, la película es una delicia y un entrañable tributo a los pioneros franceses del cine.
No la mejor cinta de Scorsese, sólo, me parece, la que mejor lo representa.
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