Ilustración: Sandoval. |
La historia es muy bonita y la peli la cuenta de manera conmovedora. Tanto que los espectadores terminan por aceptar que las canciones de Rodríguez eran tan buenas, pero tan buenas, que superaban en calidad musical y poética a las de Mr. Robert Zimmerman. ¿Te cae?
Seamos objetivos y no nos dejemos llevar por los sentimientos que despierta el documental, con todo y que haya ganado un premio Oscar. Yo sé que lo políticamente correcto sería alabar a Rodríguez y decir que es un genio desconocido y que su descubrimiento ha sido tan importante como el de la penicilina y hasta el del continente americano, pero si nos centramos en las composiciones del buen Sixto, encontramos que están bien hechas, bien estructuradas, con arreglos decentes, que las letras son buenas, pero no hay en ellas, en las canciones, algo extraordinario, algo fuera de serie, algo cercano al genio, como sí lo hay en las de Dylan, en las de Tom Waits o en las de Leonard Cohen, por ejemplo.
Sé que es odioso comparar, pero pongamos una canción emblemática de Rodríguez, como “Sugar Man”, frente a “Like a Rolling Stone” de Dylan, “Heart of Saturday Night” de Waits o “I’m Your Man” de Cohen. No hay forma de equipararlas. Vamos, el méxico-estadounidense ni siquiera se aproxima a un Donovan, una Joni Mitchell, un Country Joe McDonald, un David Crosby o un Neil Young. Si acaso, estaría a la altura de Don Mclean (el de “American Pie”) o de Neil Diamond.
La fama de Sixto Rodríguez viene más de su singular historia personal (quién sabe qué tan mitificada) y sobre todo de la película de Bendjelloul. Pero artísticamente, se trata de un músico mediano, aceptable, simpático. Un hombre de azúcar.
(Texto que iba a salir publicado en la revista Mosca No. 10 que ya no vio la luz. Lo rescato con todo y la gran ilustración de mi querido y magnífico Ricardo Sandoval)
1 comentario:
Se extraña a la mosquita, asi este articulo lo podria leer y releer cuantas veces quisiera en el baño.
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