Mi primer contacto televisivo con Jaime Almeida sucedió en 1971, gracias al programa La onda de Woodstock, producido por Jacobo Zabludovsky en el Canal 2, que se transmitía los domingos a las dos de la tarde. Ahí pasaban cortos (aún no se les llamaba videoclips) de grupos como los Doors, Iron Butterfly y Grand Funk Railroad, entre muchos otros, y fue desde ahí también que se promovió el Festival de Rock y Ruedas de Avándaro. De no haber sido por esa emisión, no me hubiera atrevido a lanzarme a Valle de Bravo aquel mes de septiembre, a mis escasos dieciséis marzos de edad (Almeida debió tener veintidós añitos por ese entonces).
Cinco lustros más tarde, recuerdo a Jaime como conductor de un programa que no me gustaba pero sí veía y que se llamaba Estudio 54. Como roquero purista y ultra ortodoxo que era, me parecía que la música que ahí se difundía era demasiado fresa. Mis amigos y yo nos reíamos mucho con la famosa frase de Jaime Almeida, quien decía siempre: “¡Y ahora, he aquí un fragmento de esta canción”… y pasaba entonces menos de un minuto de la tonada de marras. Siempre sucedía así y por eso cariñosamente le decíamos “el señor de los fragmentos”.
Como periodista dedicado al tema de la música, no puedo decir que Almeida haya sido una influencia o una inspiración para mí, aunque siempre respeté su amplio abanico de conocimientos en la gran mayoría de los géneros.
Realmente llegué a disfrutar de este musicólogo hasta que lo vi en Milenio TV, al lado de Carlos Marín en su Asalto a la razón de los viernes. Esas divertidísimas emisiones me hicieron ver a un Jaime simpático, ocurrente y guitarrero que de golpe ha dejado de aparecer en pantalla.
Me impresionó leer su última colaboración en Milenio Dominical del domingo pasado, en la que se refiere a la muerte por infarto y a los sesenta y siete años del compositor Jorge Massías. Era como si escribiera de sí mismo, apenas unos días antes de su propio deceso.
Qué doloroso que se haya ido Jaime Almeida. Vaya desde aquí mi modesto homenaje para el señor de los fragmentos y un abrazo sincero, respetuoso y solidario para los suyos.
(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).
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