En 1965, los Estados Unidos vivieron dos hechos musicales de enorme trascendencia. Por un lado, la llamada invasión inglesa que inundaba los oídos del público norteamericano lo mismo con material de excelencia (The Beatles, The Rolling Stones, The Animals, The Who, The Kinks, The Zombies, Them) que con una enorme cantidad de cancioncitas intrascendentes. Por otra parte, en la Costa Oeste, principalmente en California y más específicamente en las ciudades de San Francisco y Los Angeles, se vivía el surgimiento de la psicodelia, influida de manera clara por el consumo de drogas químicas y naturales. Agrupaciones como The Grateful Dead, Jefferson Airplane, Quicksilver Messenger Service, Big Brother and the Holding Company y otras comenzaban a brillar con lo que se conocería como rock ácido.
Aunque con un estilo musical un tanto diferente, otro de esos grupos californianos de los inicios de la era del flower power era The Byrds. Lo que distinguió a este quinteto desde un principio es que lejos de tocar acid rock, lo que hizo fue una impecable combinación del folk a la Bob Dylan (de hecho adaptaron varias composiciones de éste) con el rock británico de aquellos días, lo que dio como resultado una música llena de espléndidas melodías y de armonías vocales muy similares a las de los Beatles, más el sello de una guitarra de doce cuerdas, la Rickenbaker de Roger McGuinn, que los hizo inconfundibles.
Curiosamente, si bien los Byrds fueron influidos por Dylan y los Beatles, a su vez influyeron a éstos y fueron determinantes en su música inmediatamente posterior. Su relación con el primero surgió a partir de la grabación que hicieron de una canción hasta entonces inédita de éste,”Mr Tambournine Man”, de la cual eliminaron algunas estrofas e hicieron un arreglo memorable, precisamente con una figura de guitarra hoy clásica y las mencionadas armonías de voz à la beatle. Puede decirse que la versión de “Mr Tambourine Man” de los Byrds fue el primer folk rock de la historia.
En cuanto a Mr. Tambourine Man, el álbum, se trata de un gran disco debut. La grabación original en vinil estaba conformada por doce cortes, la mitad de ellos originales y la otra mitad de compositores como Pete Seeger, Jackie DeShannon y el propio Bob Dylan. La importancia del plato estriba en que demostraba que podían combinarse letras intrincadas, inteligentes y sobre todo poéticas con un rock sólido y a la vez armónico y melodioso. Obra fundacional de un nuevo género que daría origen a muchas otras agrupaciones a lo largo del tiempo (desde Buffalo Springfield hasta Gin Blossoms, pasando por The Band, Crosby Stills, Nash & Young, Eagles, Tom Petty y muchos más), Mr. Tambourine Man inicia con la ya comentada canción homónima y prosigue con la primera composición propia del disco: “I’ll Feel a Whole Lot Better” de Gene Clark (quien en ese entonces tenía apenas diecinueve años de edad), una pieza que lleva en sí todas las características del estilo de los Byrds. Otros cortes notables del lado A del álbum son la preciosa “You Won’t Have to Cry”, “Here Without You” (otra joyita del muy joven Clark que retrata a la ciudad de Los Angeles a mediados de los sesenta) y la clásica y tradicional “The Bells of Rhymney” de Pete Seeger, en un arreglo que, sin ser de lo mejor del grupo, da una nueva dimensión a un tema interpretado durante décadas por toda clase de músicos.
Otra versión a un tema de Bob Dylan abre el lado B del disco. Se trata de la magnífica “All I Really Want To Do”, elaborada por los Byrds con un beat más rápido y rítmico que el de la original dylaniana y con una emoción muy particular. La sigue otra belleza: la muy dulce y melancólica “I Knew I’d Want You”, por cierto también de Gene Clark. “It’s No Use” es quizá la pieza más atípica del disco y a la vez la que iba más con el estilo de música de aquel tiempo. Se trata de la única canción realmente psicodélica del álbum, la única que se aleja del folk y se entrega plenamente al acid rock (es claro que algo tuvo que ver en esto David Crosby).
Mr. Tambourine Man culmina con tres covers: “Don't Doubt Yourself, Babe” de Jackie DeShannon, con su beat a la Bo Diddley, la maravillosa “Chimes of Freedom” de Dylan y la tradicional “We’ll Meet Again”. En apenas poco más de treinta y cinco minutos, The Byrds habían dado nacimiento al folk rock.
(Publicado este mes en la revista Nexos No. 450)
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