Imposible no remitirse a Elliott Smith al escuchar “The First Time”. la pieza que abre éste, el segundo álbum de Matt Kivel. Conforme el disco transcurre, los vientos de la música nos llevan por otros lares, pero la influencia del malogrado autor de Either/Or (1997) y Figure 8 (2000), entre otros grandes trabajos discográficos, continúa presente.
Ex integrante de ese estupendo trío que fue Princeton (un proyecto casi de adolescencia que formó en 2005 junto a su hermano gemelo Jesse, cuando ambos estudiaban en la ciudad de Londres, y que grabó un par de platos muy recomendables) y de Gap Dream (el grupo indie-electrónico encabezado por Gabe Fulvimar), Matt Kivel ha logrado escribir una serie de canciones que van de lo etéreo y lo minimalista a un rock más, digamos, fuerte, aunque quizás habría que entrecomillar este adjetivo, ya que el cantante y guitarrista nunca llega a producir algo aproximado al estruendo.
Days of Being Wild es un trabajo de apacible belleza, una obra que transcurre por parajes y atmósferas tan cercanas al folk como al dream pop. Producido y mezclado por Paul Oldham (quien además funge como ingeniero), en el disco resaltan la economía instrumental y las diferentes modulaciones vocales de Kivel, dueño de una garganta dúctil aunque de escasa potencia, de ahí que privilegie el canto tranquilo, casi murmurado, que alterna con su gusto por los falsetes, característica que de alguna manera lo hermana con Bon Iver.
Catorce son los cortes que conforman al álbum y si hay algo que los asemeja es la facilidad melódica del compositor, algo que ya había mostrado en su larga duración anterior, el aún más tranquilo Double Exposure de 2013. Los aires melancólicos campean a lo largo de piezas como las hermosas “Blonde Boy”, “A Couple Hours” y “Only with the Wine”, en las que Kivel logra una expresividad altamente conmovedora y sutil. La elegancia esplende en “You and I Only”, en “End of Adventure” o en ese puente exclusivamente guitarrístico que es “Dolphins”, mientras que la emoción brota en la final y contenida “Waving Goodbye” o en las brevísimas “Little Girls” (apenas un minuto y medio de gran belleza armónica) y “Twins” (cincuenta segundos de figuras dulces con la guitarra acústica).
Cuando el músico requiere de cierto poderío roquero –siempre relativo– y para ello aumenta –sólo un poco– la intensidad instrumental y los decibeles, crea temas tan buenos como “Open Road”, “Days of Being Wild”, “Underwater” y esa otra joya que es “Insignificance”.
Days of Being Wild representa un importante paso en la carrera solista de Matt Kivel. Si su trabajo con Princeton lo había situado como un cantautor más que prometedor, con este flamante opus no hace sino consolidarse como lo que es: un artista en toda la extensión de la palabra.
Un disco francamente recomendable.
(Publicado en la sección de reseñas discográficas del sitio de la revista Marvin)
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