En febrero de 2004, en el número 82 de La Mosca en la Pared, con el que celebrábamos nuestros primeros diez años de vida, José Agustín escribió este texto en su columna "La cocina del alma" y que hoy rescato para este blog.
Pues esto yo lo festejo con gran gusto, porque empecé a colaborar con Hugo García Michel desde Natura, la revista que hacía Editorial Posada bajo el férreo cacicazgo del tal Rius. A fines de los 1980, Hugo tomó la dirección y trató de hacerla más roquera. Por eso me invitó a colaborar, lo que yo acepté de volada y sin ningún condicionamiento. Pero aunque la onda iba bien, el jefe Rius ejerció su prebostazgo y logró no sólo desrocanrolizar la revistuca sino que motivó la salida del buen Jugo.
Rius nunca supo el bien que nos hizo, porque este García Michel en verdad es rocker de corazón y no cejó hasta que se conectó con Toukán y creó La Mosca en la Pared en 1994. Ese año surgió el EZLN que, aunque mi querido Hugo se pitorree de Marcos y los Ezetos (supongo que por razones semejantes a las que lo hacen militante descalificador de varios grupos de rock mexicano), ha tenido un papel importante en la vida del país; ese año también asesinaron a Colosio y al púgil Ruiz Massieu, además de que hubo otros crímenes como el videodedazo de Zedillo y la crisis de diciembre, generadora del horror del Fobaproa-IPAB y de un atraco más, esta vez sangría, a los pobres mexicanetes, incluyéndome a mí, a Hugo, a Toukán, a La Mosca y a todos ustedes de pasada. El 94 fue un año cardiaco pero al menos tuvimos La Mosca.
La Mosca en la Pared cumplió una función necesaria, oportuna e importante en México, lo cual me encantó porque yo me fui a ciegas con Hugo; no sólo colaboré en la nueva revista con gusto en los parámetros que Hugo mismo estableció, sino que la apoyé y promoví en lo que pude. La Mosca llenó un hueco en el periodismo roquero porque nos devolvió la inteligencia, la honestidad, el humor, lo provocativo, lo controversial, además de que innovó en concepto y diseño. Hace diez años era un proyecto con una sólida raigambre en el periodismo roquero mexicano, pero a la vez expresaba la Zeitgeist de la bisagra de los milenios XX y XXI. Le fue bien a la revista, pero Toukán se friqueó con el número sobre las elecciones de 1994 y prefirió pararla.
De cualquier manera, Hugo perseveró hasta que volvió a sacar La Mosca, la cual desde entonces lo mismo se posa en la pared, en exquisiteces o en la mierda. Así, pues, a mucha honra, soy de los fundadores de esta publicación y por eso a veces la he sentido como mi propia casa, incluso con la conchudez que esto luego trae consigo; también me he colgado en algunos números y Hugo, decentísimo, me cubrió o me tuvo paciencia. Además, entre sus colaboradores ha incluido a mis hijos Andrés -quien un buen tiempo se echó “El catre electrónico”- y ahora a Agustín, quien ya lleva algunos articulachos. Pero ellos se pusieron de acuerdo entre sí y yo no intervine para nada. Por si fuera poco, circulo mucho por todo el país y me da mucho gusto cuando, en todas partes, me hablan de La Mosca. Así pues, aquí agradezco tanta buena onda. Gracias, Hugo, por tus alivianes y tu amistad. Te deseo que tu revista revolotee muchos años, que crezca aún más y se convierta en una supermosca con supervista poliédrica y de rayos tres equis.
1 comentario:
Hola Hugo, ¿y que pasó con la nueva versión de la revista? ¿Se dejará de publicar?
Publicar un comentario