Hablaba, en mi columna de hace ocho días, sobre las equivalencias entre el actual fundamentalismo islámico y el fundamentalismo político que se da en muchos jóvenes (y no tan jóvenes) mexicanos. Decía yo que este nuevo fanatismo se ha visto mucho más claro a partir de las elecciones de 2006, cuyo desenlace dio lugar al surgimiento de mucha gente que adoptó una serie de posturas que mostraba una cerrazón dogmática y altamente maniquea, un fundamentalismo que en automático consideraba como enemigo irreconciliable a todo aquel que no compartiera el credo profesado por estos nuevos iluminados y poseedores de la Verdad (así, con mayúscula).
No deja de ser llamativo el hecho de que el principal (si no es que único) líder de este sector maneje un discurso pastoral que mucho tiene de religioso y que en lugar de las viejas ideas protocientíficas del marxismo-leninismo (que bastante tenían de religiosas también), se recurra a limitadas consignas, frases hechas y visiones limitadísimas y sin matices de la realidad, a la que este fundamentalismo (al igual que el islámico) divide entre el bien y el mal.
El mal se encuentra representado por los tres principales partidos políticos, las dos grandes televisoras, una serie de medios impresos y una considerable cantidad de personalidades a quienes se les ha colgado el sambenito que se les ponía a los condenados de la Inquisición. Por su parte, el bien está representado, principalísimamente, por el líder mesiánico, seguido de su partido, dos o tres medios informativos, una conductora de radio, un monopolio económico al que jamás se toca y una buena cantidad de grupos y personalidades a los que se les ha puesto la corona purificadora de la corrección política y la militancia progre.
De ese modo está conformada –según la rígida óptica fundamentalista– la realidad política mexicana de los buenos contra los malos. ¿Qué consecuencias arrastra esta visión parcial, cerrada, obtusa e impenetrable (y por lo tanto intolerante)?
En un tercer y concluyente artículo veremos esto con algún detalle.
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)
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