El rock, en cualquiera de sus géneros, ya no puede inventar el hilo negro y el metal –o, en este caso específico, el doom metal– no es la excepción. Escuchar a una banda, por muy nueva que sea, siempre nos remitirá a sus influencias. En el caso de Pallbearer, el cuarteto fundado en Little Rock, Arkansas, en 2008, lo mismo hay trazos de Black Sabbath y de las diversas agrupaciones por las que ha navegado Ozzy Osbourne, que de Alice in Chains (muy especialmente en las armonías vocales). Esto no quiere decir, sin embargo, que se trate de algo cuestionable. Dime cómo absorbes y digieres tus influencias y te diré quién eres y de Pallbearer y su flamante Foundations of Burden (Profound Lore, 2014) se puede decir que se trata de una excelente propuesta de doom, con un sonido impecable dentro de su oscuridad, brillante dentro de su espesura, excelso dentro de su lento y acompasado poderío.
Con un solo álbum como antecedente, el impresionante aunque un tanto áspero Sorrow and Extincion (2012), el grupo encabezado por el guitarrista y cantante Brett Campbell confecciona una música de aires cuasi sinfónicos, en la cual edifica enormes y gruesas paredes de sonido que no dejan resquicio alguno. Eso lo escuchamos claramente en temas como “Foundations”, "Watcher in the Dark” o “The Ghost I Used to Be”, en los que la densidad armónica es apuntalada por el seco resonar de la sección rítmica, lo que conforma un marco espléndido para las vocalizaciones de Campbell.
Con Devin Holt en la segunda guitarra, Joseph D. Rowland en bajo y teclados y Mark Lierly en la batería (este último de nuevo ingreso en la banda), Pallbearer consigue transportarnos a negras atmósferas y tétricos paisajes en los que, no obstante, siempre brilla una pequeña luz. Cada composición es un viaje que casi siempre supera los diez minutos de duración y logra meternos en un entorno hipnotizante que, lejos de enajenarnos de la realidad, nos hace vislumbrarla de distinta manera.
Así, cortes como el abridor y enjundioso “Worlds Apart” o el esplendoroso y casi progresivo “Ashes” (único tema corto del disco, con sus apenas poco más de tres minutos de duración) llevan una carga de, digamos, esperanza, a pesar de la obsesión que la banda parece tener por cuestiones como el dolor y la mortalidad, mientras que un track como “Vanished” posee ominosos aires proto gregorianos y medievales en esa su larga travesía de más de once minutos que nos conduce al final del disco.
Foundations of Burden (grabado en Portland, Oregon, y producido por Billy Anderson, quien ha trabajado con The Melvins, Mr. Bungle y Jawbreaker, entre otros) es uno de esos discos de metal ideales para quienes no gustan tanto de este género. Su tranquilo navegar, a pesar de lo tenebrosos que puedan ser los mares por los que pasa, y la belleza siniestra de su música (vocalmente, por ejemplo, no hay espasmos guturales y rítmicamente no existen momentos para headbangers aferrados), lo hacen ideal para oídos menos entrenados o no tan dispuestos a enfrascarse con propuestas más abigarradas. Con todo, es doom metal, en su más alta, majestuosa y artística expresión.
(Publicado este mes en las sección de discos del sitio de la revista Marvin)
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