Anoche me enteré de que Jesús Bojalil, mejor conocido como el Capitán Pijama, había fallecido. Sabía que había estado enfermo, aunque no cuál era su enfermedad. De lo que sí me daba cuenta era de que se sentía muy solo y muy aislado, sobre todo a raíz de que debió irse a vivir a una alejada zona de la delegación Xochimilco y de que perdió la visión en un ojo. Últimamente, se había convertido en un activo feisbuquero y sé que sostenía charlas por inbox con muchas personas, en especial con sus amigas virtuales.
De unos meses para acá habíamos tenido poco contacto, pero seguía colaborando en la revista Mosca, con su delirante sección Ufonías, continuación de otras secciones moscosas similares como su divertidísima Ensalada genealógica. Su último comentario en facebook data del día 4 de este mes, es decir, apenas el sábado pasado. No sé si a partir del domingo se puso mal o qué fue lo que sucedió.
Supe de la existencia del Capitán Pijama a finales de los años setenta, cuando tenía a su legendario grupo de tecno Pijamas a Go-Go, pero sobre todo porque me gustaba leer la columna que escribía para la sección de cultura y espectáculos del diario unomásuno. Sus textos eran muy divertidos. Lo conocería en persona hasta veinte años después, cuando me buscó para ver si podía colaborar en La Mosca en la Pared, cosa que acepté con mucho gusto. De ahí se inició una estupenda amistad, siempre cordial y afectuosa -yo solía decirle: "¿cómo estás, mi querido Capitán?"-, aunque nos veíamos poco. Solíamos coincidir en la redacción de Editorial Toukán, cuando él iba a recoger su cheque y platicábamos un poco. Una vez fui a su casa, en la delegación Benito Juárez, antes de que se mudara a Xochimilco, y una vez, también, fue a verme tocar con mi banda de blues, Los Pechos Privilegiados, al bar Ruta 61. Esto último debió ser por allá de 2006.
A principios del nuevo siglo, Pijama trabajaba como editor en una revista "para hombres" y varias veces me comentó que me envidiaba, porque yo podía editar una revista como yo quería, con mis propios criterios, mientras que a él sus jefes le imponían muchas cosas con las que no estaba de acuerdo. Nunca le gustó aquella chambita de la revista erótica, a la cual terminaría por renunciar.
No sé si él lo sabía -supongo que sí-, pero por azares del destino compartimos el amor por una misma mujer, aunque en tiempos distintos. Recuerdo que en algún viejo correo que me escribió, me contaba acerca de una jovencita que iba a visitarlo y con quien tenía una apasionada relación. Durante un tiempo estuvo muy enamorado de ella y eso lo hizo muy feliz. Pero todo terminó. Años después, yo conocí a una mujer joven de la que también me prendí y por pláticas con ella, supe que conocía a Jesús y descubrí que se trataba de la misma jovencita que años atrás lo había llegado a enloquecer de amor. No sé si él supo de mi relación con ella, pero jamás me tocó el tema y yo tampoco lo hice. Nuestra amistad siguió como siempre.
Varias veces me mandó sus discos. Llegaba a enviarme hasta tres títulos distintos de golpe, maquilados de manera casi artesanal, lo que que demostraba que era un creador más que prolífico. Era música instrumental, extraña y delirante, con títulos tan enloquecidos como los que solía emplear en sus artículos para la Mosca.
Nunca supe cuántos años me llevaba, quizás unos cuatro o cinco. Su muerte me tomó por sorpresa y el pasmo no me ha dejado reaccionar. Sirvan estas líneas como humilde remembranza y homenaje a uno de los personajes más originales del rock que se produce en México y a quien jamás se le hizo justicia. Nunca fue incluido en un festival como el Vive Latino, por ejemplo, y sus conciertos siempre los daba en lugares pequeños y poco conocidos. Era un artista subterráneo, en la más estricta acepción del término. Quizá por eso su muerte haya pasado casi inadvertida en los medios.
Descanse en paz (aunque lo dudo; en donde ahora se encuentre, debe estar haciendo locura y media) el gran Capitán Pijama.
2 comentarios:
Mi estimado Hugo,
también siento una gran tristeza por la perdida del capitán, sus crónicas de "grupos" que solo el conocía eran delirantes!!
gracias por compartir tu admiración de este gran personaje y músico
descanze en paz
Habrá que revalorar la música de el Capitán y de recuperar los discos que hizo con las Pijamas A Go Go (aunque lo dudo) ... con todo respeto que me merece el buen Capi las Ufonías se me hacían muy aburridas, no así las delirantes Ensaladas Genealógicas... Saludos Hugo y QEPD el gran Capi.
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