Decía el estimado Román Revueltas, en su columna del jueves pasado en Milenio Diario, que nos espera un 2015 en el que “los enojados” seguirán haciendo de las suyas y continuarán con sus delirantes exigencias para que renuncie el presidente de la república, se suspendan las elecciones, desaparezca el Estado y resuciten los muertos.
Esta última demanda no deja de llamarme la atención y no es difícil entender a qué se refiere Román. “Vivos se los llevaron y vivos los queremos”, exigen muchos, a pesar de que todo indica que, desgraciadamente, los estudiantes de la normal de Ayotzinapa que aquella infausta noche de septiembre fueron secuestrados en Iguala, también fueron asesinados por sicarios de un cartel de las drogas, auxiliados por policías municipales.
Es de comprender que los padres de los muchachos se aferren a la esperanza de que estén vivos, pero pienso que ellos mismos saben que no es así. Aun con eso, se entiende su postura. Pero que tantos otros insistan con lo mismo, a sabiendas de que su exigencia es imposible de cumplir (necesitaríamos la intervención de Jesucristo, como ha señalado Luis González de Alba en estas mismas páginas), es mucho más una consigna política, tan delirante como interesada. Sólo de ese modo se puede explicar que gente supuestamente lúcida persista en ello.
Dice el Nuevo Testamento que Jesús resucitó a Lázaro, pero eso no pasa de ser un bonito cuento bíblico. No hay forma de traer a los muertos a la vida, más allá de la remembranza. Tomar esa bandera política para marchar y protestar o, peor aún, para destruir y vandalizar tiene mucho de perverso y es una manera cruel de jugar con los sentimientos de los deudos de los jóvenes sacrificados, como lo es soltar la especie sin sentido de que los chavos se hallan detenidos y ocultos por el Ejército.
Irremediablemente (porque así conviene a ciertos grupos), el odio seguirá presente este año. Lo avivarán y lo estimularán desde la oscuridad. El fanatismo y la histeria prevalecerán contra la inteligencia y la sensatez. Feo y triste panorama para 2015.
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)
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