Los cuatro mosqueteros
¿Cuándo fue la primera vez que escuché rock progresivo? Si es que ese álbum puede considerarse como tal, lo descubrí con el Ummagumma de Pink Floyd, por allá de 1969. Yo tenía catorce años y mi hermano Sergio trajo a casa esa joya que primero provocó mi desconcierto y más tarde una total fascinación que perdura casi medio siglo después.
Si el cuarteto londinense me abrió las puertas al progresivo, fueron Yes y Emerson, Lake and Palmer (EL&P) los que me reafirmaron en el mismo con discos como Fragile (1971) y sobre todo Close to the Edge (1972), en el caso del quinteto de Birmingham, y Tarkus (1971) y Trilogy (1972) en el del trío de Dorset.
Rock progresivo británico ciento por ciento el de estas agrupaciones que, como los tres mosqueteros de Dumas debían ser cuatro y ese cuarto grupo, el D’Artagnan del género, fue Jethro Tull que si bien no era estrictamente progresivo, lo fue al menos en uno de mis álbumes favoritos de todos los tiempos: el Thick as a Brick de 1971.
Quizá siendo muy exquisitos, podríamos decir que en realidad el primer grupo progresivo de la historia fue Traffic, con esas composiciones en las que se combinaban el rock, el folk, el pop y el jazz con una finura infinita. Pero dejémoslo en les quatre mousquetaires mencionados.
El lado oscuro de las cosas
No sé si sea la cumbre del primer rock progresivo, pero si una grabación me hizo estremecer en su momento fue el Dark Side of the Moon de Pink Floyd.
Sé que mencionarlo hoy suena a lugar común. Sin embargo, cuando apareció en aquel 1973, significó un shock para quienes lo escuchamos sin previo aviso. Yo tenía dieciocho años y un amigo muy cercano lo compró ¡importado!
Recuerdo aquellas sesiones con el tocadiscos a todo volumen y mis cuates y yo tirados en el piso con las luces apagadas y los ojos cerrados (no nos metíamos nada, éramos fresísimas, pero aun así El lado oscuro de la luna constituía toda una travesía mental).
Para mí, fue la cúspide de mi relación con el rock progresivo y hasta ahí llegué con el mismo. Claro, podría mencionar algunos otros discos que me encantan, pero serían de los mismos grupos: el Aqualung (1971) de Jethro Tull, el Pictures at an Exhibition (1972) de EL&P, el Tales from Topographic Oceans (1974) de Yes o el Animals (1977) de Pink Floyd.
Para que me odien los progres
No mencioné a Genesis, lo sé. Pero es que Peter Gabriel y compañía nunca alcanzaron a emocionarme. Su música siempre se me hizo bonita pero fría y demasiado inasible… y, ¡pecado capital!, el progresivo italiano nunca me entró (con decir que lo único que me gusta es la canción “Dolcissima Maria” de Premiata Forneria Marconi) y el alemán prácticamente no me interesó (bueno, por ahí tengo el disco Le Parc -1985- de Tangerine Dream y es bastante bueno).
Proyectos como Gong, Gentle Giant o Camel me pasaron de largo, para no mencionar a grupos de otras latitudes y sólo aptos para expertos en la materia, como mi cuate David Cortés o el director de esta revista, Marco Levario Turcott.
Esa es mi complicada relación con el rock progresivo. Espero que los progres (y no hablo de política) me perdonen.
(Publicado este mes en mi nueva columna "Memorias de un melómano sarnoso" de la revista Etcétera)
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