lunes, 12 de enero de 2015

Boyhood

Vi esta película hace más o menos un mes y debo decir que me pareció un ejercicio tan conmovedor como fascinante. Se trata de un original experimento cinematográfico de ese director que apenas comienza a ser realmente valorado en toda su dimensión, un realizador de culto en ciertos sectores estadounidenses y a quien quizá se le hayan regateado méritos por haber hecho películas tan comerciales (mas no por eso menos buenas) como School of Rock (2003) o la trilogía de Before Sunrise (1995), Before Sunset (2004) y Before Midnight (2013). Pero también es el director de Slacker (1991), Dazed and Confused (1993) y Waking Life (2001).
  Boyhood es quizá, sin embargo, su obra maestra. Una cinta que fue filmando a lo largo de doce años y que en números absolutos tuvo apenas treinta y tantos días de labor fílmica. Gracias a eso, podemos ver el crecimiento físico y hasta mental y de maduración de todos y cada uno de los personajes, aunque la película se centra en la vida de niño y adolescente de Mason, interpretado desde los seis hasta los dieciocho años de edad por el actor Ellar Coltrane.
  No hay un línea argumental fuerte en Boyhood. Lo que vemos es el paso del tiempo en el seno de una familia común de la clase media estadounidense en el nuevo siglo, es decir: padres divorciados, hijos con problemas de inseguridad, trayectos escolares (desde la primaria hasta la preparatoria), mudanzas, empleo y desempleo, búsquedas de pareja, relaciones de pareja disfuncionales, uso de las nuevas tecnologías (entre 2001 y 2013), la aparición de las redes sociales, etcétera. Todo narrado con gran naturalidad, mientras vemos las transformaciones físicas del padre liberal y poco responsable (Ethan Hawke), la madre aprensiva e insatisfecha (Patricia Arquette), la hija mayor dominante pero insegura (Lorelei Linklater) y el ya mencionado hijo menor, Mason.
  Boyhood es un retrato de la vida cotidiana, pero sobre todo es una reflexión acerca del paso del tiempo (como lo fue también, de hecho, la trilogía Before...) y el poco sentido de la vida: tanto luchar, tanto hacer, tanto buscar, tanto golpearse contra la pared para que, al final, lo poco que logramos signifique prácticamente nada… y, sin embargo, no es una película pesimista.
  Una obra mayúscula de Linklater.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vea St. Vincent. Es una verdadera delicia. Un Bill Murray maravilloso en este film. Saludos