Manlio, cuando aún traía bigote. |
La real politik es aquella que debe practicarse en el día a día y entre los políticos de carne y hueso, aquí y en Mongolia. Sustraerse de la misma, para un político, equivale al suicidio. Gobernar o legislar implica hacer frente a multitud de intereses confesables e inconfesables. Es meterse a zonas pantanosas, turbias, de las que a veces se sale más o menos limpio y a veces no. La política real es dura, ruda, desalmada, implacable. Por eso no cualquiera le entra.
Con lo anterior, no quiero decir que se trate de una actividad que debiera estar proscrita. La política ha existido desde la Antigüedad. Es una cosa inherente al ser humano y, con sus luces y sus oscuridades, resulta fascinante, cautivante –y a veces adictiva– para quienes la practican y para quienes nos limitamos a observarla de lejecitos y con lentes de entomólogo.
El nombramiento presidencial –que eso fue y al más rancio y pragmático estilo priista– de Manlio Fabio Beltrones como nuevo mandamás del PRI es un acto de absoluta real politik, esa que le ha faltado practicar con mayor frecuencia al actual gobierno y que le ha impedido una capacidad de respuesta rápida ante los múltiples problemas, conflictos y crisis a los que ha debido enfrentarse.
Se dice que Beltrones no es del grupo del presidente Peña Nieto y hasta se le ubica como de un bando político contrario. Sin embargo, no hubo de otra para tratar de revertir las cosas según los intereses del gobierno. Fue un acto de real politik. Veremos cómo funciona.
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