Joaquín Sabina y Fito Páez parecen tan absolutamente distintos que en su diferencia resultan perfectamente compatibles. Son la sal y pimienta de un platillo musical de disfrutable sazón.
¿Cuál es el primer disco que recuerdan haber escuchado?
Sabina: Yo creo que era “Blanca y radiante va la novia” del cantante chileno Antonio Prieto.
Páez: Mi casa era un hervidero de discos. Antes de haber escuchado mi primer disco de rock, había oído muchísima música. Pero el primer disco de rock que escuché fue uno de Vox Dei que se llama Es una nube, no hay duda. Vox Dei es un grupo emblemático del rock argentino de los años setenta.
¿Cuál es el primer disco que le envidiaron a alguien por no poderlo tener?
Sabina: En mi casa no había discos, ni siquiera tocadiscos. Recuerdo ir por la facultad de la universidad de Granada, a los diecisiete años, y ver a alguien con un disco de Dylan bajo el brazo y directamente irme a masturbar, pensando qué sería si lo tuviera yo. El álbum era Nashville Skyline.
Páez: Yo… Un disco que hubiera querido tener y no tuve… No… No se dio el caso.
¿Cuál es el disco que mejores recuerdos les trae?
Sabina: Yo creo que Desire de Bob Dylan. Hubo una época en que lo oía a diario.
Páez: Los discos más bonitos, los que me hacen recordar cosas muy felices, son los de la infancia. O los de la preadolescencia. Toda la música que se escuchaba en los bailes de catorce y quince, ¿no?, que eran los Beatles o lo que estaba poniéndose de moda, como la música de Saturday Night Fever, la cual nosotros que éramos los “alternativos” odiábamos.
¿El disco que más lamentan haber perdido?
Sabina: Tuve una vez toda la colección –o la mayor parte– de los discos de George Brassens. En una de esas mudanzas se debieron se debieron quedar por ahí. Siempre eché de menos no haberlos comprado otra vez. De hecho, siempre que va alguien a París le digo: “A ver si ves algunos y me los traes”.
Páez: Yo el disco que más detesto haber perdido fue uno que grabó mi madre, quien era pianista, en Radio Nacional, un viernes por la tarde, tocando obras de Chopin, de Tchaikovsky y Debussy. Era un disco de pasta gruesa, de 33 revoluciones, y entre las mudanzas y las mujeres y las parejas y las casas y los viajes desapareció y nunca más pude saber de él.
¿Cuál es el disco que más ha influido en la vida de cada uno de ustedes?
Sabina: Creo que empecé a pensar en que podría cantar oyendo a Louis Armstrong. Era un disco de Armstrong y los Dukes of Dixieland. Louis Armstrong me hizo ver que una voz como la mía –claro que la suya es hermosísima–, con esa ronquera y esas ganas de vivir… En fin, me gustaba mucho.
Páez: Yo no tengo uno, de verdad. Era tanta la música en casa, fue tan permanente mi contacto con ella, que no podría decir de uno en especial.
¿Su disco favorito para manejar?
Páez: ¡No manejamos!
Sabina: Yo no manejo, pero hay una canción de Bruce Springsteen… No soy fan de Springsteen, nunca lo he sido, pero cada diez canciones hay una que me impresiona. Y hay una que no recuerdo cómo se llama, pero que cuenta más o menos algo así com o “tengo una familia decente, soy un buen padre, tengo un buen trabajo, mi mujer es guapa, me quiere, tengo tres hijos… ¿Por qué estoy corriendo a mil por hora en esta autopista en un coche robado?”. ¡Me parece fantástico!
Páez: A mí, para ir en auto, cualquier álbum de Steely Dan: Katy Lied, Can’t Buy a Thrill, Gaucho… Cualquier disco de Steely Dan, el que quieras.
El disco que más les avergüenza tener…
Sabina: ¡Mi primer disco! He perdido mucho dinero comprándolo al doble del precio para quemarlo y destruirlo. He quemado como cien. Sí, sí…
Páez: A mí, ninguno. El que no me gusta, no lo tengo.
¿Cuál es el disco que adquirieron s recientemente?.
Páez: Yo volví a comprar por décima vez, porque siempre lo pierdo, Simbiosis de Bill Evans y Claude Suderman.
Sabina: Yo he comprado, por recomendación de Fito, el último disco de Aute.
¿Qué disco prefieren para hacer el amor?
Páez: Generalmente no tengo planes de poner música para eso, porque surge en los momentos más insólitos. Pero recuerdo cuando comencé a hacerlo, me acuerdo de la primera noche que puse un cassette de noventa minutos con la versión de “A Remark You Made” de Weather Report, de un álbum en vivo (Fito tararea la melodía). La grabé una tras de otra, como veinte veces, repitiendo el mismo tema. Fue la única vez que preparé algo.
Sabina: Yo me pongo “Cecilia”, cantada por Fito, porque me caliento mucho (ríen los dos a carcajadas).
¿Cuál es el disco que quisieran que tocaran en su funeral?
Sabina: En nuestro disco hay un tema, “La canción de los (buenos) borrachos”, que dice que queremos una big band de Nueva Orleans. Yo creo que los entierros más hermosos del mundo son esos con doce negrazos por mitad de Sunset Boulevard, tocando una de esas marchas (imita el sonido de una trompeta). Y el país donde me gustaría morir es México, porque aquí uno no es un muerto, es un muertito. Y yo prefiero ser un muertito.
Páez: A mí me gustaría que pusieran un tema de Charly García como (canta desmadroso ante las risas de Sabina): “¡Están muertos, están muertos, no toquen, no quiero que me toquen!”. Algún tema así, sí que me gustaría.
Por último, ¿cuáles son los cinco discos que se llevarían a una isla desierta?
Sabina: 1. Blood on the Tracks de Bob Dylan. 2. I’m Your Man de Leonard Cohen. 3. Uno de los últimos discos de Goyeneche viejo. 4. Cualquier disco –menos el último– de Chavela Vargas. 5. El primer disco de George Brassens.
Páez: 1. También Blood on the Tracks de Dylan. 2. Alguno de Charly García. 3. Las variaciones “Goldberg”de Johann Sebastian Bach tocadas por Glen Gould. 4. “La noche transfigurada” de Arnold Schoenberg, en la versión de Pierre Boulez. 5. Algún CD mezcla de Joao Gilberto, Caetano Veloso, Chabuca Granda, Atahualpa Yupanqui. Una especie de coctel latinoamericano de este siglo.
(Entrevista que hice en julio de 1998 y apareció un mes más tarde en La Mosca en la Pared No. 24, en la sección "El soundtrack de mi vida")
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