El mayor golpe de timón en la historia de Metallica. El disco que les significó perder a miles de seguidores a cambio de ganar millones… de fanáticos y de dólares. Metallica (Polygram, 1991) es sin duda el álbum más polémico de la agrupación, su entrada a las grandes ligas del superestrellato y su salida (por expulsión y autoexpulsión) de las oscuras sendas del metal subterráneo. Intoxicado quizá por los excesos experimentales de …And Justice for All, el cuarteto optó por dar un giro radical y dirigirse a lo básico. Había que simplificar su música, escribir canciones más cortas; si eso les redituaba una mayor comercialidad, no hallaron razón para rehusarse. Así, Hetfield, Ulrich, Hammett y Newsted volvieron a correr otro riesgo, pero esta vez en sentido contrario al que corrieron con Ride the Lightning. De pronto, el factor melódico cobró una mayor importancia y así surgieron composiciones más accesibles para el gran público. Sin perder su esencia metalera, conservaron parte de su fuerza thrashera, pero dieron evidentes concesiones. Surgieron así temas como “Enter Sandman”, “Sad But True”, “Wherever I May Roam” y sobre todo “Nothing Else Matters”, con las cuales escandalizaron a las buenas-malas conciencias de sus viejos seguidores, quienes los acusaron de traición de lesa metalidad. A la comercialidad de Metallica contribuyó sin duda el productor Bob Rock, quien dio al disco un sonido pulido, muy alejado de las “sucias” grabaciones de las cuatro obras anteriores del grupo. A pesar de la condena del sector más ortodoxo de los fanáticos de Metallica o tal vez por ello, este disco significó, de una u otra manera, una nueva provocación que influyó en el heavy metal y cambió la dirección del mismo -¿para bien, para mal?- de manera irreversible.
(Reseña publicada en el No. 2 de los Especiales de la Mosca, ejemplar dedicado a Metallica y aparecido en junio de 2003)
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