Haber visto completa la serie colombiana La vendedora de rosas fue como tomar un curso del caló que se habla en ese país o cuando menos en la ciudad de Medellín. He aquí una parte del vocabulario que aprendí (muchas de las palabras poseen acepción femenina también):
Parcero: amigo, carnal, cuate.
Culicagao: niño, mocoso, escuincle.
Maluco: malo, dañino, perverso.
Manes: hombres, varones.
Cucho: adulto, viejo, padre, abuelo.
Camello: trabajo, chamba.
Vuelta: trabajo, encomienda.
Sapo: delator, traidor.
Cana: cárcel, prisión.
Hay palabras como "berraco" que tiene muchas acepciones positivas y negativas, equivalente a la manera como en México usamos la palabra "cabrón". Es decir que lo mismo puede significar "chingón", "hábil", "fregón", "inteligente" que "ojete", "infame", "desgraciado", "maldito".
Se emplea mucho la expresión "ome" al final de las frases, más o menos como aquí algunos jóvenes dicen "güey" o antes de usaba "mano". "Vamos al cine, ome", "No te cansas de molestar, ome", "Cómo crees, ome", "Pues sí, ome", etcétera.
Otras expresiones comunes:
¡Ave María!: válgame Dios.
Oigan a este: sí tú, ya parece, ajá, qué cosas dices.
Todo bien: no hay bronca, no te preocupes.
Qué pereza: qué hueva me das, qué flojera lo que dices o lo que propones.
Montar los cachos: engañar sentimentalmente, poner los cuernos.
Todo aderezado con el delicioso y dulce acento colombiano (en especial de las mujeres) y su manera de hablar de usted hasta a los niños.
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