Terminé de ver los setenta y cuatro capítulos que conforman la serie colombiana (¿ o técnicamente será telenovela?) Escobar, el patrón del mal, sobre la vida de Pablo Emilio Escobar Gaviria, el mayor y más temible narcotraficante que haya existido no sólo en Colombia, sino en Hispanoamérica y quizás en el mundo entero.
A decir verdad, se trata de una obra realmente estupenda, sin maniqueísmos, aunque sin exagerar tampoco en "el lado humano" de Escobar para justificar su enferma personalidad. A lo largo de la serie, conocemos la vida de este hombre desde su niñez temprana hasta su muerte, acaecida en 1993. Gracias a que son tantos capítulos, los guionistas pudieron detenerse en diversas etapas y momentos de la biografía criminal del poderoso traficante de cocaína, trastocado en terrorista capaz de poner bombas y autos bomba en todas partes, sin importarle segar la vida de cientos de inocentes. Para no hablar de los numerosos atentados contra políticos, policías, militares y periodistas.
Lo más notable de El patrón del mal (producida por la televisora Caracol) es sin duda el actor que interpreta a Escobar Gaviria. El colombiano Andrés Parra hace a un Pablo Emilio no sólo creíble sino prácticamente idéntico, hasta en el timbre de la voz. Su actuación resulta impresionante, llena de matices que lo hacen ver auténtico tanto en sus arranques de ira criminal como en sus instantes de ternura como hijo, padre y esposo.
Pero no sólo él: todo el numerosísimo cuadro de actores es fenomenal y uno llega a convencerse de que, por ejemplo, los sicarios al servicio del capo realmente son sicarios (ninguno parece sacado de las academias de actores de Televisa y Azteca y si, en cambio, de los barrios bajos de Medellín), así de bueno fue el casting. La recreación histórica está perfectamente documentada (en muchas ocasiones con pietaje original de los atentados, tomados de los noticiarios de la época), las locaciones son todas en exteriores y los efectos especiales son muy buenos.
Una serie absolutamente recomendable que no se espanta con la incorrección política y con algunos muy saludables momentos de negrísimo humor.
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