Un gran gran disco. Aunque para muchos se trató de un retroceso, luego de las experimentaciones con Brian Eno en Berlín, Scary Monsters (1980) es a mi modo de ver uno de los mejores álbumes de David Bowie. Sofisticado, audaz, provocativo, altamente sensual, contiene varias de las mejores composiciones del británico y es una especie de rescate del glam pero con elementos del rock duro, el folk, el pop y la electrónica. En el disco colaboran además grandes músicos, como Robert Fripp, Carlos Alomar y Pete Townshend, por ejemplo. Se trata de uno de esos trabajos que pueden desconcertar en una primera escucha, pero que seducen y envuelven conforme se va penetrando en sus más íntimos recovecos. He aquí un variado desfile de magníficos temas, de canciones sin desperdicio que van de la erizante “It’s No Game (Pt. 1)” a la felizmente conclusiva “It’s No Game (Pt. 2)”, transcurriendo por cortes tan buenos como la festiva “Up the Hill Backwards”, la bizarra “Scary Monsters (and Super Creeps)”, la irresistible “Ashes to Ashes”, la glamurosa “Fashion”, la conmovedora y evocativa “Teenage Wildlife”, la desgarrada “Scream Like a Baby”, la exultante “Kingdom Come” y la irresistible “Because You’re Young” (con un Townshend en plenitud rocanrolera). Scary Monsters es -y sé que me arriesgo al decirlo- quizás el último gran disco de David Bowie, su último verdadero clásico.
(Reseña publicada originalmente en el Especial No. 10 de La Mosca en la Pared, publicado en abril de 2004)
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