Terminé de leer las quinientas páginas que constituyen Vida (Global Rhythm, 2010), la autobiografía de Keith Richards, uno de los libros más divertidos, aleccionadores y entrañables que he leído en los años más recientes. No sé si para disfrutarlo como yo lo hice se necesita ser un seguidor de la carrera del guitarrista en particular y de los Rolling Stones en general, pero la narración del paso de este singularísimo personaje por este mundo es tan rica en detalles, en anécdotas, en opiniones, en visiones, en contextos, que la convierten no sólo en un vibrante relato biográfico sino en una panorámica de cerca de setenta años de historia, no sólo musical y rocanrolera, sino incluso política, social y cultural.
Contado con un estilo cínico, jocoso, ameno y lleno de apuntes de humor negro, Vida es un libro que envuelve al lector de principio a fin, sin dejarlo escapar de sus páginas. Es una de esas historias, casi novelísticas, que uno quisiera que jamás se terminaran. Para mí que hace poco leí la estupenda biografía de Truman Capote de Gerald Clark y la autobiografía de Pete Townshend (Who I Am), leer la de Keith Richards era enfrentarme a las inevitables comparaciones. Tanto el volumen sobre Capote como el del líder de The Who son portentosos, pero el de Richards posee algo más, esa capacidad para volver entrañable todo lo que nos va contando a lo largo de ese medio millar de páginas que jamás llegan a ser abrumadoras o cansadas.
Muchísimas son las anécdotas que nos narra el guitarrista desde su punto de vista y jamás se autocensura para decir lo que piensa de personas tan cercanas a él como sus propios padres o sus compañeros de grupo. Mick Jagger no sale muy bien parado en ocasiones y nos enteramos de su frivolidad y su egolatría, así como descubrimos la estulticia, la soberbia e incluso la estupidez de alguien como Brian Jones. Creo que Charlie Watts es uno de los pocos que salen limpios, impolutos, del libro.
Una de las partes que más me gustó es aquella en la que habla sobre su primer contacto personal con los viejos blueseros del Mississippi, en una de las giras iniciales de los Stones por los Estados Unidos, y cómo los descendientes musicales de Robert Johnson le descubrieron el mundo de posibilidades que abre la afinación abierta en Sol mayor que Richards desconocía hasta ese momento (mediados de los años sesenta). Esto tal vez sólo nos interese a quienes tocamos guitarra, pero a mí también me abrió otro mundo de posibilidades para componer canciones con un sonido distinto.
En cuanto al blues, las cosas que piensa el buen Keith sobre la importancia de la música negra es justo lo que yo llevo mucho tiempo diciendo y me identifico y suscribo por completo cuanto menciona al respecto en su autobiografía.
Más que interesante resulta conocer, por medio del autor, el contexto que rodeó a la grabación de cada uno de los grandes discos del grupo y cómo fueron compuestas algunas de sus canciones,
Mucho espacio dedica a su relación con las drogas y en especial a su adicción a la heroína. Resulta espeluznante todo lo que dice sobre ello, si bien al final y por fortuna logró desprenderse de la misma y lleva ya cerca de treinta años completamente limpio. También vale la pena ver lo que dice acerca de ciertos mitos medio macabros que se han tejido a su alrededor y como los explica o desmiente, como aquel de que se hizo cambiar la sangre toda de su cuerpo.
Muy largo sería hablar de un relato tan minucioso y detallado. Mejor recomiendo que lean el libro y la pasen tan bien como la pasé yo. De verdad. Recomiendo Vida sin la menor duda.
1 comentario:
Que opinas de la autobiografia que escribio Ronnie Wood, tambien me parecio genial en el aspecto tanto de anecdotas musicales, como las anecdotas que a tenido con infinidad de musicos aparte de su carrera con los Rolling Stones
Publicar un comentario