2014 ha sido para México un año especialmente vertiginoso, intenso, trágico, doloroso. Sobre todo los últimos tres meses, en los que volvieron a imperar, tal como sucedió en 2006 y 2012, la polarización, el odio, el revanchismo, la desconfianza, el maniqueísmo, el encono, la violencia, el fanatismo y la estupidez.
El país se encuentra tristemente dividido, eso es cierto, pero no de la manera como se presenta desde ciertas percepciones interesadas. La situación es muy difícil y en algunos puntos del territorio nacional resulta crítica y desbordada, pero no es todo México el que está así y eso también habría que señalarlo. El contexto en Guerrero no es el mismo que el de Yucatán y el de Michoacán no es el mismo que el de Querétaro, por poner un par de ejemplos comparativos. La generalización no ayuda y es lo que hacen muchos, a fin de abonar para sus causas. Sin embargo, pensar que con no generalizar disminuye el problema sería tan irresponsable como lo contrario.
Ayotzinapa es la palabra clave de este año mexicano. Es sinónimo de tragedia y muerte, de iniquidad y horror, pero también de oportunismo, manipulación, pretexto y conjura. La desaparición y la casi segura ejecución de los estudiantes normalistas en Iguala y Cocula fue obra de un munícipe, su esposa y sus subordinados, aliados con un cártel local. No obstante, con habilidad propagandística sorprendente y desde oscuros aunque detectables sotanos golpistas, se logró crear la percepción de que los verdaderos culpables materiales e intelectuales del crimen no fueron los que fueron, sino el gobierno federal, identificado como “el Estado”. Desde esa delirante y perversa percepción y desde la incapacidad del propio gobierno para contrarrestarla es que se ha provocado la actual crisis política, misma que amenaza con proseguir al menos de aquí hasta las elecciones federales de 2015.
Así termina 2014, en medio de temores, tensión e incertidumbre. El gran Nikito Nipongo solía decir: “Si este año le pareció terrible, no se preocupe: el próximo será peor”. Hay quienes eso anhelan. Ojalá que no lo consigan.
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)
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