Me encanta el mundo mágico del cine de Wes Anderson. Ese toque tan suyo en cada una de sus películas, ese colorido casi de cuaderno para iluminar, esos personajes al mismo tiempo inocentes y perversos y siempre tan vulnerables.
De sus filmes, uno de los pocos que me faltaba ver era este, de 2012, y no pudo dejarme más satisfecho después de presenciar su historia, fantasiosa y deliciosamente delirante como todas las historias que crea este realizador tan singular. Esta vez todo transcurre en una isla, al parecer de la costa del Atlántico Norte estadounidense, donde viven unas pocas personas y hay un campamento de boy scouts (o algo parecido a los boy scouts).
La historia es tan sencilla como que uno de los scouts adolescentes (Sam) se escapa del campamento para encontrarse con la hija del matrimonio encargado del faro de la isla (Susy), para huir juntos a un lugar situado en el otro extremo de la ínsula (el lugar se llama justo Moonrise Kingdom), con la intención de vivir por siempre juntos, cosa que al final no consiguen. Esa es la línea argumental básica. Pero alrededor de la misma se teje una maravillosa serie de anécdotas y personajes, manejado todo con finísima ironía.
La cinta es placentera y deliciosa y aparte de la dirección de Anderson, esta apoyada por actores de la talla de Frances McDorman, Bruce Willis, Edward Norton, Tilda Swinton, Harvey Keitel y los muy andersianos Jason Schwartzman y, por supuesto, Bill Murray, además de varios estupendos y muy jóvenes actores, entre quienes destacan sobremanera Jared Gilman como Sam y Kara Hayward como la linda aunque extraña Susy.
Otra gran película de Wes Anderson.
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