De los muchos géneros y subgéneros literarios que existen, quizá sea la ciencia ficción (o ficción científica, como prefería llamarla Borges) una de las que menos se prestarían al uso del humor y la ironía. Sus historias fantásticas –pero fundamentadas, al menos en apariencia, en hechos o supuestos basados en la ciencia y la tecnología– no parecerían ser campo propicio para la ironía, el gag o la parodia.
Sin embargo, hubo un autor estadounidense que rompió con la seriedad y la solemnidad del género, alguien que vio en el mismo la posibilidad de dar rienda suelta a su facilidad para la ligereza incluso cómica en terrenos que exigían rigor y hasta cierto tufo de respetabilidad
Fredric Brown (1906-1972) fue un sujeto singular. Mal estudiante, abandonó la universidad para dedicarse al malhadado oficio de escritor de narraciones policiacas y de sci fi. Para ello, debió pasar primeramente por el purgatorio de trabajar como corrector y reportero en diversos periódicos provincianos. De hecho, no fue sino hasta después de cumplir cuarenta años que pudo dedicarse de lleno a la escritura de novelas y cuentos que, dado su singular estilo, lograron un enorme éxito.
Brown no poseía la gracia filosofal de Mark Twain, la chispa irresistible de Charles Dickens, la comicidad desatada de Evelyn Waugh o la ironía desencantada de Raymond Chandler. Su humor era quizá más áspero, más rústico, pero no menos efectivo y, aplicado especialmente a la literatura de anticipación, resultaba innovador y desconcertante.
Entre sus novelas más célebres y recomendables están La caza del asesino (Ediciones Forum), divertida historia negra que en 1958 se convertiría en una película estelarizada por la legendaria Anita Ekberg, y Universo de locos (Orbis). Esta última, llamada en inglés What Mad Universe (1949), es de hecho una sátira a los relatos de ficción científica de mediados de los cuarenta y sirvió de inspiración al gran Philip K. Dick para escribir varias de sus narraciones. Otro título estupendo de Brown es Marciano, vete a casa (Martians, Go Home, Orbis), en la que narra una delirante invasión marciana a la Tierra y en la cual se inspiraría el cineasta Tim Burton para realizar su enloquecida cinta Marcianos el ataque de 1996.
Para los freaks de la serie televisiva Viaje a las estrellas (Star Trek), hay que mencionar que uno de los cuentos más famosos del autor, “Arena”, fue adaptado para un capítulo de ese programa, a fines de los años sesenta.
Si el ya mencionado Raymond Chandler tenía a su Philip Marlowe y Dashiel Hammett a su Sam Spade, Fredric Brown creo a su propio detective investigador, Ed Hunter, quien trabajaba al lado de su tío Am, y apareció en varias novelas policiacas del escritor. Esta faceta, la de autor de la serie negra, es menos conocida en Brown que la que lo identifica con la ciencia ficción, pero resulta tanto o más divertida.
Prolífico y diverso, Fredric Brown ha sido casi olvidado. Recuperarlo y leerlo es, antes que nada, un ejercicio de placer.
(Publicado ayer sábado en la sección "De culto" del suplemento cultural Laberinto de Milenio Diario)
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