Anunciado con meses de anticipación, The Art of McCartney, el doble disco tributo en honor al ex beatle, ha aparecido al fin. ¿Valió la pena tanta espera?
Hay una escena en esa estupenda película de Richard Linklater que es la muy reciente Boyhood (2014), en la cual el joven protagonista recibe de su padre (interpretado por Ethan Hawke), como regalo de cumpleaños, un disco doble de los Beatles confeccionado por el propio progenitor y al que bautiza como The Black Album. El mismo está constituido por una selección de canciones de cada uno de los integrantes del mítico cuarteto de Liverpool, en su etapa como solistas. Al verlo, el chico se limita a decir: “mi favorito es Paul”, a lo que sobreviene una perorata del papá, para explicarle que los Beatles valían mucho más juntos que cada uno por su cuenta.
Viene a colación esta anécdota cinematográfica a raíz de la puesta en circulación de un disco que desde que se anunció causó una enorme expectación: The Art of McCartney (Arctic Poppy, 2014) y que al fin ha salido a la venta.
Se trata de un homenaje a las composiciones de Paul McCartney, tanto las que escribió con los Beatles como las que ha hecho en solitario, interpretadas por una impresionante pléyade de músicos de todas partes, de varios géneros y de diferentes generaciones.
Uno ve la lista de participantes, antes de escuchar los dos discos que conforman el álbum, y no puede más que pensar que se encuentra frente a un verdadero manjar de dioses. Sin embargo, una vez que se escucha el larguísimo set de treinta y cuatro canciones (y al parecer hay una versión triple con cuarenta y dos), las cosas ya no son tan idílicas como se prometía. Veamos.
¿Quiénes participan en The Art of McCartney? Bob Dylan, Brian Wilson, The Cure, Kiss, Billy Joel, Roger Daltrey, Jeff Lynne, Steve Miller, Willie Nelson, Barry Gibb, Heart, Cat Stevens, Harry Connick Jr., Jamie Cullum, Def Leppard, Dr. John, Chrissie Hynde y varios más. Como se ve, una alineación fantástica. Entonces, ¿dónde está la falla, dónde la carencia, dónde el motivo de que no sea un tributo extraordinario?
Por raro que parezca, la mayor parte de los participantes no mostró lo mejor de sí y en su mayoría suenan rutinarios y sin inventiva. Casi todos tomaron su respectiva canción y la respetaron demasiado o no les interesó darle un toque personal, algo que la convirtiera en algo distinto. No hay quien que haya hecho lo que a fines de los sesenta hizo Joe Cocker con “With a Little Help from My Friends”, al transformarla prácticamente en otra canción incluso mejor que la original, o, muy recientemente, lo que lograron los Flaming Lips al darle la vuelta y deconstruir completo y por completo el Sgt Pepper’s Lonely Hearts Club Band en su delirante With a Little Help from my Fwends, aparecido hace apenas unas semanas.
Uno escucha, por ejemplo, “Jet”, con Rick Nielsen y Robin Zander, y prefiere mil veces la versión de los Wings. Lo mismo sucede con “Hi Hi Hi”, de la cual Joe Elliot apenas hace un cover simpático. Así también con “Got to Get You into My Life (Perry Farrell), “Hey Jude”(Steve Miller), “Eleanor Rigby” (Alice Cooper), “Drive My Car” (Dion), “Hello Goodbye” (The Cure), para no hablar de los crímenes de lesa humanidad que hicieron Barry Gibb con “When I’m 64” y Billy Joel con la bellísima “Maybe I’m Amazed”. El horror.
Sin embargo, hay cosas muy rescatables en el álbum (aunque casi nadie se apartó del librito). A Roger Daltrey le quedó como anillo al dedo “Helter Skelter”, mientras que Bob Dylan hace una muy rasposa y sabrosa versión de “Things We Said Today”. A la voz de Paul Rodgers le queda muy bien “Let Me Roll It” y Dr. John brinda una perfecta “Let ‘Em In”. Otras buenas versiones son las de Chrissie Hynde en “Let It Be”, Allen Toussaint en “Lady Madonna”, Toots Hibbert en “Come and Get It”, Jeff Lynne en “Junk” y BB King en “On the Way”.
Pero quienes a mi modo de ver hacen honor a su trabajo, con interpretaciones en verdad espléndidas, son el gran Smokey Robinson con “So Bad”, a la que dio un toque impecable de soul, y, muy especialmente, la extraordinaria cantante británica Corinne Bailey Rae con su finísima y delicada forma de abordar “Bluebird” (por cierto, nadie incluyó “Blackbird”, de la que alguna vez Stephen Stills hiciera una entrañable versión).
The Art of McCartney no es lo que pudo ser. No sé si el propio ex beatle puso como condición que sus composiciones no fueran movidas demasiado, pero el resultado, pienso, al final deja bastante que desear.
Como alternativa, recomiendo el disco Listen to What the Man Said (Oglio Records, 2001), en el que dieciséis grupos y solistas “alternativos” brindan un mucho mejor homenaje al buen Paul. Gente como Robyn Hitchcock, Matthew Sweet, Semisonic, They Might Be Giants y varios poco conocidos pero efectivos intérpretes entregan un trabajo muy satisfactorio.
Let It Be.
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