Un ejemplo: al final de una de las primeras marchas por lo de Ayotzinapa, un grupo de manifestantes formó con veladoras la frase “Fue el Estado”. La foto, desde una perspectiva aérea, se difundió profusamente. Muchos se dijeron conmovidos. En seguida, las tres palabras se convirtieron en hashtag de las redes sociales y de ahí se transformaron en certeza, luego en dogma y finalmente en consigna política. ¿Se trató de algo espontáneo o inducido?
Si uno analiza las cosas, hasta ese momento nadie había culpado abiertamente “al Estado” por la desaparición de los normalistas en Iguala, pero luego de aquella noche, todos los que protestaban comenzaron a hacerlo. Se creó entre la masa una percepción, así esta no correspondiera a la realidad. Mucha gente comenzó a culpar al Estado, aunque en realidad culpaban al gobierno y no al de Iguala o al de Guerrero, sino al federal, lo que desvió la atención y ocultó a los verdaderos culpables del crimen. ¿Quiénes planearon formar aquella frase con veladoras? ¿Se les ocurrió de pronto a varios espontáneos? ¿Fue algo preconcebido? Son preguntas que se me ocurren.
De igual manera se manejó la percepción de que el presidente de la república debería renunciar, todo a partir de una declaración de Andrés Manuel López Obrador que se convirtió en hashtag (#renunciaEPN), en dogma y en consigna y que, como por acto de magia, dejó de usarse a partir del 1 de diciembre.
La cuestión es que ante esto, el gobierno no parece tener una estrategia y las percepciones inducidas logran su cometido sin que los afectados metan las manos. Dicen que en el amor y la guerra todo se vale y hay quienes no cejan desde sus medios impresos, electrónicos y virtuales para seguir creando incertidumbre y una percepción distorsionada de la realidad nacional que muchos repiten en automático y justifican en nombre de La Causa. En ese plano, el gobierno (y no “el Estado”) está perdiendo una batalla esencial.
(Publicado hoy en mi columna "Camara húngara" de Milenio Diario)
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