Poética, contemplativa, leve, tranquila, de una abrumadora belleza visual y temática, esta cinta franco-vietnamita, escrita y dirigida en 1993 por Tran Anh Hung (quien casi veinte años después realizaría la versión cinematográfica de Tokyo Blues o Norwegian Wood, la novela de Haruki Murakami), es una de esas sorpresas artísticas que llegan ante uno casi sin querer y muy de vez en cuando.
El perfume de la papaya verde es un poema fílmico, una historia en la que el tiempo transcurre con una sabia placidez y aunque pareciera que a lo largo de la película nada pasa, en realidad es mucho lo que acontece a lo largo de más de diez años en la vida de la protagonista principal, Mui, una niña huérfana que llega a trabajar a la casa de una conflictiva familia de clase media alta del Saigón de 1951. Todo lo que sucede en la casa y en el seno de esa familia lo vemos por medio de los ojos de esta chiquilla analfabeta que con ojos llenos de inocencia y asombro se fija en cada detalle de lo que transcurre a su alrededor, ya sean los problemas de sus patrones y sus hijos, los secretos de la cocina o las minucias que ofrece la naturaleza que la rodea: el canto de los grillos, el rocío que escurre en las plantas, la diaria labor de las hormigas y el aroma sempiterno de la papaya verde.
Así pasan los años, hasta que se produce una tragedia en la casa y ante la escasez de dinero, Mui debe irse a trabajar a la casa de un joven amigo de la familia, un apuesto pianista que la contrata y que no le hace mucho caso, a pesar de que ella se desvive -aunque con grande y elegante discreción- por atenderlo con minuciosa y callada lealtad. Él tiene una novia pedante con la que al fin termina y entonces descubre la belleza de Mui, ya una veinteañera, a quien no sólo toma como mujer sino que le enseña a leer con simpática dedicación.
Dirigida con un tacto y una sutileza sorprendentes, El perfume de la papaya verde es una obra de arte. Fue filmada en Francia, enteramente en estudio, a pesar de que todo el tiempo uno cree que la historia se desarrolla realmente en aquel Saigón anterior a la guerra de Vietnam.
Una absoluta maravilla.
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