Me da mucha tristeza ver el trato que a últimas fechas se le ha dado, sobre todo por parte de quienes antes lo seguían, lo buscaban, lo defendían y hasta lo glorificaban. Qué pronto olvidan. Decían que era usted su líder moral y de pronto lo tratan de la peor y más vil manera, como el día, más o menos reciente, en que asistió a una marcha en apoyo a Ayotzinapa y un grupo de vándalos (y estos no eran anarcos) no sólo lo llenó de improperios (le gritaban “asesino”, ¡por todos los cielos!), sino que estuvo a punto de agredirlo físicamente. Bien sabemos a quién responden esos sujetos y a qué intereses políticos sirven.
Ahora que dejó usted al PRD, leo en redes sociales la vulgar manera como lo juzgan tantos puros e inmaculados hijos de la corrección política; cómo se refieren a usted, sin entender (como si les importara entender) que muchos de los logros y libertades de las que hoy gozamos (entre ellas la de expresión y la de manifestación) no habrían sido posibles de no ser por su lucha en pro de la democracia y sin el antecedente de personalidades como usted o como otro ingeniero y político ejemplar, Heberto Castillo, además de muchos más.
A veces no estoy de acuerdo con sus propuestas y opiniones, pero reconozco en su persona a un líder honesto que tuvo no sé si el mal tino de elegir como su sucesor a quien desde un principio se encargó de minar su liderazgo y su prestigio, en aras de ser él quien se quedara con el partido que usted había construido al lado de tanta gente. A partir de ahí, el PRD empezó a pudrirse y ahora vemos los tristes y lamentables resultados.
Hoy, la autodenominada izquierda está más dividida que nunca y el destructor se dispone a recoger los pedazos. ¿Sabe? Viéndolo bien, creo que hizo lo correcto al alejarse.
Un abrazo y todo mi respeto, ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).
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